Fuente: Rolling Stone
La superestrella del R&B regresa con dardos filosos y revelaciones jugosas en su tan esperado segundo álbum.
Si el R&B moderno fuera un melodrama adolescente noventero, SZA sería la chica cool con el legajo en el que tiene los trapos sucios de todos. Es la reina de la fantasía vengativa –a los exes se les emociona (antes de ser recordados no muy disimuladamente sobre sus carencias) y a los rivales tóxicos se les arrastra por pura diversión–, y sus canciones terminan pareciendo entradas ansiosas pero encantadoras de un diario personal. En el video de ‘Shirt’, el tercer sencillo de este estelar álbum, SZA casualmente asesina gente en una cena mientras canta “Feel the taste of resentment / Simmer on my skin” [“Siente el sabor del resentimiento / Cocinándose en mi piel”]. Sorprendentemente, hace que la mezquindad y una sed de sangre digna de Carrie suenen prácticamente angelicales.
El registro de la intérprete de 33 años es impresionante, y se trata de una cadencia llena de giros y vueltas acrobáticos. Entra y sale sin esfuerzo de distintos temas, creando dardos que llegan a su destino con perfecta precisión. No hay nada aleatorio en su música, pero las canciones de SZA siempre tienen un camino parabólico hacia la trascendencia… con algunas excepciones significativas. Naturalmente, todo es franco, preciso y contundente. Y el sacrificio (y el esfuerzo) se nota desde el inicio; es evidente en las primeras barras de cada canción (como quedó probado en ‘Prom’, que abre con unos vocales muy pulcros, cuyo pathos controlado es palpable). Empezó donde muchas estrellas pop de su tipo terminan estando alrededor de la octava canción de su quinto álbum. Sin ningún gran hook per se, igual tiene melodías de primer nivel que son atrevidas, impecables e instantáneamente memorables.
SOS, el esperado segundo álbum de SZA, se disfruta todavía más que su debut de 2017, Ctrl. Las canciones están más sueltas y suenan más seguras. Los temas que toca –la retribución, la nostalgia, el ego– causan las revelaciones más íntimas y jugosas desde las confesiones de Real World.
“That ass so fat, it look natural – its’ not!” [“Ese culo es tan grande, parece natural; ¡no lo es!”], se burla Solána Imani Rowe en la canción de la que sale el título del disco. El arranque es, en el fondo, autocrítico. Pero suena como si estuviera presumiendo, con unos lamentos de gospel de fondo que invocan a mujeres alegres echándose aire (ya sea con secadoras o con una anécdota escandalosa). Es lo más segura que ha sonado SZA. Y cuando se compara con Della Reese al mismo tiempo que confirma su determinación, queda claro que está solidificando su estatus, “in case all you hoes forgot” [“en caso de que se les haya olvidado”].
Similarmente, ‘Kill Bill’ es pura intensidad feminista rigurosa. Con acordes misteriosos de finales de los sesenta, SZA aniquila a sus enemigos con un hook tan rencoroso que es posible que lo haya escrito usando un traje amarillo y negro. “I just killed my ex, not the best idea / Killed his girlfriend next, how’d I get here?” [“Acabo de matar a mi ex, no fue la mejor idea / Después maté a su novia, ¿cómo llegué aquí?”], canta la intérprete. Y da la sensación de que pasó toda la cuarentena tramando su plan mientras maratoneaba películas de Tarantino y salía de un amor condenado al fracaso. “I did it all for love” [“Lo hice por amor”], insiste SZA mientras la canción cae en un caos. Si la venganza es un plato que se sirve frío, las crueles palabras de SZA podrían ser un helado plagado de veneno.
En ‘Low’, insiste que “These bitches in my business got me out here choosing violence” [“Estas perras en la industria me hacen recurrir a la violencia”]. Más allá de eso, la canción se trata principalmente sobre mantener ciertas cosas de manera clandestina; al coro (que se pregunta si puedes tener algo sin que nadie se entere) solo le falta firmar un acuerdo de confidencialidad. El alarde de SZA diciendo que “that pussy is feeling like a great escape” [“esa vagina se siente como un gran escape”] suena como una línea salida de un podcast de viajes. Y la soberbia continúa en ‘Conceited’, en la que la cantante se enfoca en el tiempo para ella misma, al mismo tiempo que se deshace de sus haters.
Pero los momentos más emotivos de SOS ocurren en las canciones más reflexivas. ‘Blind’, con su guitarra acústica y su rica orquestación, ve a SZA afirmar que su pasado no puede escapar de ella. Y el ambiente se siente al mismo tiempo maravillosos y mágico –e incluso maduro para los recuerdos dolorosos pero buenos de la cantante–. También está ‘Gone Girl’, que tiene una energía contemplativa. Sobre acordes aterciopelados, SZA confirma que ya fue suficiente: “I need your touch and your scrutiny / Squeezing too tight, boy, you’re losing me” [“Necesito tu tacto y tu escrutinio / Estás apretando demasiado, me estás perdiendo”]. Pero la letra termina empoderando, incluso si critica a un chico que la trató mal.
El álbum no tiene ningún paso en falso, aunque ‘Ghost in the machine’, con sus alusiones a robots, parece forzada, como un comentario de Black Mirror sobre la inteligencia artificial que genera arte. Y ‘Smoking on my ex pack’ tiene barras competentes de SZA, aunque el coro sea probablemente la mejor parte de la canción. Aun así, no hay nada como la fiereza de ‘Shirt’, cuyo hook tiene todo lo que nos encanta de SZA: insolencia, evasivas y algo de sangre. SOS es un acrónimo para “Savour our sis” [“disfrutemos a nuestra hermana”].
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