domingo, 28 de enero de 2018

Seis discos que cumplen 25 años

Hace 25 años durante el año 1993 también llegaron un buen puñado de álbumes que siguen recordándose como precursores de carreras consolidadas.

Fuente: M80 Radio


Emergency on Planet Earth, de Jamiroquai
Mientras que en Estados Unidos reinaba el grunge y en Reino Unido, el brit-pop dominaba el panorama musical en Reino Unido, en 1993 llegó una banda que revolucionó lo establecido con un primer disco que más tenía que ver con los 70 que con lo que sonaba en la época.

Jamiroquai debutaba con Emergency on Planet Earth y llegaba a lo más alto de las ventas británicas con una interesante mezcla de funk y soul que ha funcionado hasta el día de hoy. Su single más exitoso fue Blow Your Mind, que llegaría al número 12 de las listas británicas.

La revista Q Magazine escribió: “Es un disco funky y hermoso, un contendiente para ser el mejor álbum británico de soul de los 90, y francamente mejor que todo lo que ha hecho Stevie Wonder desde Hotter than July“.



Pablo Honey, de Radiohead
Hace 25 también lanzaron su primer disco una de las bandas más consolidadas e influyentes de las últimas décadas: Radiohead. A Pablo Honey normalmente se le considera como el disco menor en la carrera del grupo, pero con el paso del tiempo se ha visto como clave en su sonido.

Sonaba fuertemente ligado al grunge de la época, con fuertes guitarras, letras tristes y melancólicas y mucha distorsión. Todo muy en sintonía con otros como Pearl Jam, Soundgarden y, sobre todo, Nirvana. Sin embargo Pablo Honey es algo más fino, tiene ese pop inglés limpio muy marcado de The Smiths y del The Cure de la misma época y gracias a ello el disco resulta a más de dos décadas después de su lanzamiento algo fresco. Pablo Honey no es solamente Creep, su mayor éxito.



Tuesday Night Music Club, de Sheryl Crow
Llegó al éxito con este, su disco debut, pero la carrera de Sheryl Crow no acababa de empezar. Llevaba años colaborando con otros artistas, e incluso llegó a participar como corista en la gira ‘Bad’ de Michael Jackson. Después, Sheryl trabajó con artistas como Bob Dylan o Tina Turner. Tras la repercusión ganada en la gira, y sin pensarlo más, decidió preparar y lanzar su primer disco como solista, el cual incluía la canción que la lanzara a la fama internacional: All I wanna do, seguido del hit If it makes you happy que la ratificó como una estrella de nivel mundial.



Debut, de Björk
Fue el primer disco de la cantante islandesa Björk en solitario, después de formar parte de The Sugarcubes. Hay una gran diferencia entre los sonidos que aparecen en este disco y todo lo que había hecho previamente, más cercano al rock, mientras que Debut se acerca a las influencias de la electrónica, el house y el jazz.

La discográfica One Little Indian esperaba vender cerca de 20.000 ejemplares, y la recepción fue tan buena que terminó alcanzando los 5.4 millones en todo el mundo. Tuvo un recibimiento mayúsculo, tanto en Reino Unido como en Estados Unidos. Por su parte, la crítica se rindió ante el disco casi de forma unánime siendo hoy en día considerado al hacerse listados de los mejores discos del siglo pasado.



Shania Twain, de Shania Twain
Aunque el álbum no tuvo éxito cuando se publicó, sus posteriores éxitos generaron más interés en este debut, logrando certificarse como disco de platino por vender más de dos millones de copias en todo el mundo. Este primer trabajo le introdujo con paso firme en el circuito del country, hasta convertirla en la artista femenina que más copias ha vendido en el mundo.

No tuvo unos inicios fáciles, y cuando llegó por primera vez a Nashville para dedicarse a la música, estaba “un poco decepcionada. Era un mundo muy radical, y me hizo sentir insegura y que no pertenecía a ese lugar”. Las canciones que le dieron para su debut autotitulado eran predecibles y la actitud de la industria hacia el sexo era un poco recatada. El canal CMT inicialmente prohibió el vídeo para su primer single, What Made You Say That, porque uno de sus vestidos mostraba su abdomen.



Everybody Else Is Doing It, So Why Can’t We?, de The Cranberries
Fue el primer álbum de estudio de la banda irlandesa liderada por la recientemente fallecida Dolores O’Riordan. De hecho, todas las letras de este disco corresponden a ella. Musicalmente, el disco fusiona el pop rock tradicional británico de finales de los 80 con el folk y los ambientes místicos irlandeses. Sus letras expresan un punto de vista ingenuo, donde Dolores abandona el mundo terrenal para adentrarse hacia un mundo idealista, lleno de esperanza y sueños.

En el disco predominan canciones amables, afectuosas y afables para el oído. El álbum ha vendido más de 8 millones de copias, consiguiendo su mayor éxito en los Estados Unidos, donde alcanzó el disco de platino en cinco ocasiones. De él forman parte dos de las canciones más famosas del grupo, Dreams y Linger, incluidas en Something Else, el último álbum de la banda, donde reinterpretan sus temas de siempre con sonido orquestal.

El juego de los Grammy: la carrera salvaje por un premio

Campañas en los medios, shows íntimos y recursos dudosos para llegar a los votantes: cómo los artistas buscan ser protagonistas en la noche más importante para la industria musical.

Fuente: Rolling Stone

Lorde, Harry Styles y Kendrick Lamar eran posibles nominados para 2018. Las campañas por los premios son tan agresivas que "se borarron las fronteras del decoro", dice Daniel Glass, de Glassnote. 

Cuando Harry Styles fue invitado al programa de televisión CBS This Morning el 15 de octubre pasado, su debut solista ya tenía cinco meses y, además, el cantante no estaba de gira; es decir, no había nada para publicitar. Pero, para los expertos, la sincronización fue perfecta: la Recording Academy acababa de enviar las boletas a los 12,000 votantes de los Grammy para que eligieran a los nominados para la ceremonia de este mes. "Harry Styles estaba entre los que se rumoreaba que podían ganar Disco del Año, así que su presencia en el programa le daba visibilidad durante el período de votación", dice una fuente de un sello discográfico. (Finalmente, Styles no fue nominado.) Otro agrega: "Que Harry haga algo para un público más adulto, como el de CBS This Morning, es exactamente lo que aconsejaría un buen RRPP: 'Queremos que los votantes sepan que no sos sólo un ex integrante de una boy band, sino que sos un artista serio'".

En años recientes, los candidatos a los Grammy han hecho campañas más agresivas para llevarse el premio, que puede ser una buena inyección para incrementar las ventas y las escuchas en servicios de streaming. Antes de los Grammy de 2016, por ejemplo, Kendrick Lamar fue al programa Austin City Limits de la cadena PBS e hizo una larga entrevista con el sitio NPR. "Quiero ganarlos todos", le dijo a un periodista (finalmente ganó Mejor Disco de Rap). Algunos incluso pagan para acceder a listas de mails en las que se dice que hay votantes secretos de los Grammy. "Cada año se pone más intenso", dice Daniel Glass, presidente de Glassnote Records, que está intentando que Childish Gambino gane un Grammy. "Personalmente, como votante, me están llegando emails de 'Para su consideración: ¡vote por mí!', que es algo que nunca vi en este nivel. Se están borrando los límites del decoro y la clase."



Los comités de votantes de los Grammy cambian cada año; para ser votante, tenés que haber contribuido con al menos seis temas comerciales. Para estar frente a los votantes, algunos artistas participan de charlas en el Grammy Museum. Styles, Julia Michaels, Zac Brown Band, Steve Martin, y Lindsey Buckingham y Christine McVie, de Fleetwood Mac, participaron de estas entrevistas el año pasado, y todos eran posibles nominados. "Estas cosas aumentan la visibilidad de tu grupo", dice Bob McLynn, manager de Lorde, Sia, Green Day y otros. "Vas a eventos todo el año para generar simpatía, del mismo modo que un actor que quiere un Oscar y participa de eventos para la Academia." Algunos artistas están haciendo jugadas incluso más largas. El grupo indie The Head and the Heart visitó las oficinas de los Grammy y tocó en el evento de MusiCares Person of the Year para Tom Petty. Si bien el grupo lo consideró meramente como una forma de homenajear a un héroe, el evento es una gran vía para llegar a posibles votantes.

También hay métodos más oblicuos. Monique Grimme, una de las dueñas del sello independiente de Nueva Jersey Bongo Boy Records, hizo contactos y logró acceder a un foro sólo para votantes y a varios grupos secretos de Facebook, y compiló una lista de 8.000 posibles votantes. Los clientes llegan a pagar hasta 125 dólares para que ella le mande un email a su lista, subrayando a un grupo o artista. Dice que entre sus éxitos está Fantastic Negrito, el cantante de Oakland que ganó el Mejor Disco de Blues Contemporáneo en 2017. "Estábamos tratando de ver cómo diferenciarnos", dice el comanager de Negrito, Philip Green, y agrega que los emails fueron sólo parte de una campaña más larga. Pero una fuente de un sello prominente advierte que esas listas no son confiables: "Me siento muy mal cuando la gente contrata a esas personas, porque sus listas no llegan a nuestros miembros".

Portugal. The Man acaba de sumarse a la campaña de los Grammy, ocupando publicidades de página completa en algunos diarios importantes. "Tenés que tener un perfil durante el período de votación, porque, si no, la gente no se acuerda de tu disco", dice su manager, Rich Holtzman. Chance the Rapper hizo lo mismo en 2016, pagando mucho por una publicidad de una página en Billboard sólo para llegar a ese pequeño segmento de votantes. "Al principio, yo pensaba: 'La gente saca publicidades para los Grammy, ¿por qué? Me parece triste'", twitteó Chance. "Después, pensé: 'Voy a sacar un montón yo también'."

El recuerdo de Tom Petty en diez canciones mayúsculas

Apenas tres meses después de la muerte de Tom Petty, los homenajes en directo se suceden en varios países. Para sumarnos a ello, una decena de las grandes canciones que nos dejó el jefe de los Heartbreakers.

Fuente: EFEEME

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Echamos la vista atrás y recuperamos diez canciones indispensables del rockero de Florida. Una más entre las muchas selecciones que podrían hacerse de su brillante repertorio.

1. ‘American Girl’ (1976).
Imbatible riff de guitarra y estribillo rutilante sostienen su composición más emblemática, retorno al inagotable sueño americano que fue extraído de su álbum de debut, el homónimo “Tom Petty and The Heartbreakers” (Shelter Records, 1976). Influyente sobre cientos de bandas de power pop, jangle pop y hechuras nuevaoleras en años venideros. En una amarga muesca del destino, fue también la última canción que tuvo tiempo de acometer sobre un escenario, el 25 de septiembre de 2017, una semana antes de su fallecimiento.




2. ‘Free Fallin'’’ (1989).
Aún pone la piel de gallina el vídeo en el que el abarrotado estadio de los Florida Gators entona ‘I won’t back down’, con mayor o mejor énfasis y fortuna. Ocurrió el 8 de octubre de 2017. También podría haber formado parte de este listado, pero hemos optado por elegir una de sus compañeras de remesa, ‘Free fallin’’ (“Full moon fever”, MCA, 1989). La historia de un joven —no cuesta mucho apreciar a su alter ego— que decide romper amarras con su Florida natal para marcharse a la costa Oeste a buscar fortuna, abandonando a esa chica adorable que está ‘loca por Elvis’. Se convirtió en una de las canciones señeras de su fase de madurez. La sombra de Elvis (junto a los Beatles, su mayor impulso a la hora de intentar ganarse la vida con el rock) sobrevuela sobre este relato rebosante de nostalgia. La cantó por Tom Cruise en el film “Jerry McGuire” (Cameron Crowe, 1996), ilustró una escena de la segunda temporada de la serie “Los Soprano” (John Patterson, 2000), se convirtió en una de las canciones favoritas de Lou Reed en el año de su edición e incluso pasaría a formar parte del videojuego “Lego Rock Band”. Otra conexión con el fútbol americano: fue abordada por Petty en el descanso de la Super Bowl de 2008, ante una audiencia de millones de personas.




3. ‘Even The Losers’ (1979).
La revancha del perdedor casi vocacional, expuesta en esta remembranza de sus años de instituto, apuntalada por el ardiente solo de guitarra de Mike Campbell. Uno de sus estribillos más certeros, de “Damn the torpedoes” (MCA, 1979).




4. ‘Breakdown’ (1976).
Deudora de la cadencia del rythmn and blues pero con un contorno nocturno muy propio, fue el primer single de su debut homónimo, “Tom Petty and The Heartbreakers” (Shelter Records, 1976). De perfil sinuoso, Grace Jones la reinterpretó en “Warm leatherette” (Island Records, 1980).




5. ‘Learning to Fly’ (1991).
Uno de los mejores frutos de su alianza con Jeff Lynne, tan denostada por los puristas como bendecida por las listas de éxitos. Barniz contemporáneo para una de esas melodías reconocibles al momento, ejemplar modelo de clasicismo rock radio friendly. De “Into the great wide open” (MCA, 1991).




6. ‘Don’t Do Me Like That’ (1979).
Estuvo pensando seriamente en cedérsela a la J. Geils Band (ese piano y esa melodía jovial), pero finalmente optó por quedársela en el zurrón. Y fue un acierto, porque se convirtió en un éxito, su primera canción en ingresar al Top 10. Extraído del sobresaliente “Damn the torpedoes” (MCA, 1979).




7. ‘You Wreck Me’ (1994).
Expeditivo e inapelable trallazo de rock and roll acerado, como los que facturaba a finales de los setenta, para certificar que el retorno al esencialismo que proponía “Wildflowers” (Warner Bros, 1994), junto al mago Rick Rubin, marcaba una de las mejores cotas de su carrera.




8. ‘Refugee’ (1979).
Perdigonazo de rock and roll clásico pero insolente, despachado en pleno fragor del post punk y con el synth pop en ciernes. Algo así como una herejía, haciendo oídos sordos a los vientos de vanguardia. Es otro de los grandes himnos de su tercer álbum, “Damn the torpedoes” (MCA, 1979).




9. ‘Mary Jane’s Last Dance’ (1993).
Se coló prácticamente de refilón en medio de un temario que ya bordeaba lo antológico, como tema teóricamente de relleno (aunque utilizado como señuelo en forma de single) en aquel multivendedor recopilatorio llamado “Greatest hits” (MCA, 1993), junto a una reverencial versión del ‘Something in the air’ de Thunderclap Newman. Fue un acierto. Pocas veces conjugó con mayor maestría los influjos de su amigo Bob Dylan (estrofas) y de la psicodelia de los sesenta (estribillo).




10. ‘The Waiting’ (1981).
Si hubiera que explicarle a cualquier neófito qué diantres es eso del jangle pop, esta canónica muestra, primer single del álbum “Hard promises” (Backstreet Records, 1981), vendría como anillo al dedo. Así de presente es la sombra de Roger McGuinn y sus Byrds.

La noche que nació Joy Division (y cinco claves para entender su obra)

Tal semana como esta, hace cuarenta años, Joy Division se subían por primera vez al escenario de Pips, en su Manchester natal. 

Fuente: EFEEME

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“La culpa, la vergüenza y la ira son sentimientos que Curtis asocia a las gentes de a pie que deben diseñar sus vidas al amparo de un sistema corrupto y egoísta”

El 25 de enero se cumplieron cuarenta años del primer concierto de Ian Curtis, Bernard Sumner, Peter Hook y Steve Morris como Joy Division. Fue en Pips, el garito referencial de Manchester años antes de que la mítica The Hacienda abriera sus puertas, situado en un sótano debajo de Fennel Street (tras la catedral) y donde cada noche acudía la flor y nata de la cultura subterránea y alternativa de la ciudad, hasta que cerró en 1982.

Hacía solo unos días que el cuarteto de Salford, con varios conciertos ya a sus espaldas, se había bautizado como Joy Division. De hecho, en el cartel de aquel bolo, impreso y distribuido con semanas de antelación y sin tiempo para rectificar, el grupo figuraba todavía como Warsaw, nombre que eligieron en 1977 —tras descartar el inicial Stiff Kittens— en honor a la canción de Bowie y Brian Eno, ‘Warszawa’. Pero el temor a ser confundidos con una banda de Londres llamada Warsaw Pakt les llevó a principios de 1978 a decantarse definitivamente por Joy Division: así se presentaron ante el público por primera vez aquella noche en el Pips, y así pasarían a formar parte del Olimpo de mitos del rock.

Aquel 25 de enero de 1978 su repertorio todavía era escaso. Orbitaba alrededor del epé debut de siete pulgadas —”An ideal for living”— que habían grabado a finales de 1977 en los Pennine Sound Studios de Oldham, con canciones como ‘Warsaw’, ‘No love lost’, ‘Leaders of men’ y ‘Failures’ y algún tema suelto que más adelante formaría parte del tracklist de “Unknown pleasures”, su primer disco.

Se dice que ese día ha quedado grabado en la historia urbana y cultural de Manchester porque fue el nacimiento oficial de una de sus bandas predilectas, tal y como hoy la conocemos, Joy Division. Se escribía así la primera página de una leyenda protagonizada por cuatro tipos corrientes que crearon una obra plagada de canciones capaces de salvar la barrera de las clases y las generaciones. Una obra a la que hoy nos acercamos a través de cinco claves conceptuales que nos ayudan a comprenderla.


1.Reconversión del punk

“Ando por ahí con vuestra banda sonora
para reflejar lo que habéis hecho,
para hallar el lado justo de la razón,
para matar las tres mentiras en una”
‘Warsaw’, “An ideal for living” (Enigma, 1978).

Cuando Peter Hook y Bernard Sumner salieron del mítico concierto de los Sex Pistols en el Manchester Lesser Free Trade Hall, el 20 de julio de 1976, lo tenían claro: querían montar su propia banda. Aquella noche, Ian Curtis, que también había acudido a la cita pero por su cuenta, quedó enganchado al azote en directo de ese sonido esquizoide que cantaba a la rebelión con descaro, escupiendo con rabia encima de los cánones establecidos. Él también tenía la necesidad de canalizar su complejo mundo interior a través de la música, que ya formaba parte importante de su vida desde la soledad de su habitación en Macclesfield como devoto de Bowie, The Stooges y MC5.

Corrían los años dorados del punk en Reino Unido, también a la otra orilla del Atlántico. Ante el conservadurismo de la época, el cuerpo de los jóvenes culturalmente inquietos pedía moverse, el alma imploraba gritar y los cuatro de Manchester solo tuvieron que reunirse (Ian a través de un anuncio que puso Bernard en un periódico y Steve Morris algo después sustituyendo al batería inicial, Steve Brotherdale) para continuar juntos —como Warsaw al principio y Joy Division después—, la historia del género más irreverente de la música.


Cuando comenzaron a crear sus primeros temas, el ritmo corrosivo del punk estaba en pleno apogeo; por eso, entre las grabaciones primigenias de Joy Division encontramos canciones con tintes hardcore como ‘Warsaw’, del epé “An ideal for living” (1978). Poco a poco, fueron convirtiendo el nervio del género en un relámpago poético y modernista de sensibilidad y oscuridad, principalmente por la sombría pluma de Curtis que perfilaba letras apocalípticas y agónicas, que con el tiempo fueron a más. También porque, a finales de 1978, la explosión del punk en la calle comenzaba a decaer convirtiéndose en resaca, desgana y choque frontal contra la realidad. Y en tercer y último lugar, porque el grupo era amante de los sonidos industriales y comenzó a experimentar con su sonido. Aun así, canciones más tardías como ‘Interzone’, de “Unknown pleasures” (Factory Records, 1979), demuestran que las raíces punk de Joy Division siempre estuvieron ahí.


2. Manchester, la ciudad distópica

“Esperándote de noche en el centro de la ciudad,
donde todas las carreteras se unen.
Buscándote en las profundidades del océano,
donde se hunden las esperanzas.
Esperándote, me movía impedido a través del silencio”
‘Shadowplay’, “Unknown pleasures” (Factory Records, 1979).

El entorno en el que nació, creció y murió Joy Division era el de un Manchester postindustrial, con buena parte de sus edificios en ruinas y avenidas solitarias que respiraban el humo gris de las fábricas. Ese ambiente asfixiante y degradado por el frío hormigón y las rutinas autómatas de sus gentes, influyó directamente en el seno conceptual de la banda al que daba vida Ian Curtis con sus letras, desde su personal y nada alentador modo de ver la vida.

Ciudades que se convierten en laberintos sin salida, luces artificiales de neón iluminando las calles y las vidas de sus vecinos, ciudadanos convertidos en muertos vivientes vagando por los rincones, almas mecánicas y alienadas… Todo ello, sumado a la pérdida de fe en el progreso por exceso de este y la soledad el individuo frente a la masa obsesionaron a Curtis y los suyos. Además de reflejarlo en la lírica de varios temas como ‘Shadowplay’ o ‘Disorder’, quedó grabado para siempre en la evolución de su sonido hacia cotas de experimentalismo industrial. La introducción de sintes escalofriantes y la utilización de artefactos inusuales con los efectos marcianos e innovadores de Martin Hannett en la producción de sus dos discos, dieron lugar a instrumentales cortantes y desoladoras como las de ‘Digital’ o ‘Insight’.



3. Descontento y frustración

“Que alguien se lleve estos sueños de aquí,
que me señalan otro día.
Un duelo de personalidades,
que alarga las posibilidades”
‘Dead souls’, “Closer” (Factory Records, 1980).

El grueso de las canciones del grupo rezuman ese halo de desesperación, insatisfacción y melancolía que definen la ética y la estética de Joy Division, contagiadas por la personalidad de su líder, gran aficionado a la literatura de Kafka, a los textos del escritor beat William Burroughs, Sartre, Herman Hesse y la negación de Nietzsche.

La culpa, la vergüenza y la ira son sentimientos que Curtis asocia a las gentes de a pie que deben diseñar sus vidas al amparo de un sistema corrupto y egoísta falto de empatía y compasión que deja en la más absoluta soledad al individuo. Y con ello, no se refería solo al orden político del cariz ideológico que fuera, sino al abuso de poder ejercido por cualquiera de las jerarquías humanas que se establecen en la sociedad. Sus canciones dejan patente la frustración de una realidad que nunca le convenció y unas reglas del juego de las que no quiso participar, entre ellas ‘No love lost’ (“Has visto cosas en la oscuridad, no en el conocimiento, deseando que triunfase la verdad”) o ‘The eternal’ (“Cansado por dentro, nuestro corazón se ha perdido para siempre. No podemos reemplazar el temor, ni la emoción de la caza. Cada ritual muestra la puerta de nuestros delirios, abren lo cerrado para luego cerrárnosla en la cara”).



4. El desafío de la enfermedad

“Rendidos al instinto de conservación,
de los que se cuidan a sí mismos.
Una ceguera que roza la perfección,
pero que duele como cualquier otra cosa”
‘Isolation’, “Closer” (Factory Records, 1980).

Que Ian Curtis padecía depresión crónica es algo sabido y comprendido por todos, hoy que se tienen en cuenta y se naturalizan las enfermedades del alma como cualquier otras. En su día, debió enfrentarse a la soledad y a la incomprensión. Nadie, ni siquiera sus propios compañeros —a excepción de Bernard Sumner—, supieron comprender lo que pasaba por su cabeza.

Pertenecer a un grupo de música y encarar el papel de líder le fue quedando grande cuando el grupo comenzaba a despegar. Deborah Curtis, su viuda, recuerda en las biografías del músico que, antes de morir, él le dijo varias veces que su trabajo en el grupo ya había terminado. Un mundo de frivolidades y apariencias para el que no estaba preparado y dejó plasmado en temas como ‘Dead souls’, ‘The kill’ o ‘Atmosphere’. La muerte, la nostalgia de tiempos pasados menos agresivos y su carácter enigmático crearon un universo de nihilismo que sustentó el concepto literario y artístico de Joy Division.

Con la emblemática ‘She’s lost control’, la banda verbalizó la otra enfermedad de Ian Curtis, la visible, la que sí se tuvo en cuenta: la epilepsia. Un trauma con el que debió aprender a vivir desde que le fuera diagnosticada a finales de 1978, y que intentaba banalizar e integrar en su realidad con aquellos bailes convulsivos e imposibles sobre el escenario que recreaban ataques epilépticos. Una lucha diaria contra sus complejos e inseguridades.



5. La tragedia del amor

“Gritas cuando duermes,
se destapan todos mis fallos.
Y queda este sabor en mi boca,
mientras la desesperación se agarra.
Algo tan bueno no puede seguir funcionando.
El amor nos destrozará de nuevo”
‘Love will tear us apart-Single 7’, “Love will tear us apart” (Factory Records, 1980).

El drama personal de Ian durante la última etapa de su vida, casado con Deborah pero enamorado de Annik Honoré, protagonizó buena parte de sus últimos escritos y, a consecuencia, de las últimas canciones de Joy Division. El sentimiento de culpa, de responsabilidad por el sufrimiento de la que era su mujer y su hija recién nacida, y el desconcierto de embarcarse en una nueva relación terminó de tambalear la débil y angustiosa existencia del cantante.

Esta canción, el emblema melódico de Joy Division, revela el abismo al que se acercaba Curtis a causa del enredo amoroso que protagonizaba, aunque en realidad su visión del amor siempre contuvo una perspectiva trágica. Por eso, este tema, compuesto en el verano de 1979 cuando conoció a Annik y que consiste en una declaración de desamor, tristeza y errores a su todavía mujer, no es el único que encontramos en el repertorio de Joy Division sobre este asunto, tengan o no connotaciones autobiográficas. Es el caso de temas como ‘The kill’, ‘Digital’, ‘Transmission’ o ‘I remember nothing’, entre otras muchas.

Video del día: U2 - Where The Streets Have No Name

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U2 - Where The Streets Have No Name

Where The Streets Have No Name (31-Ago-1987) es una canción de la banda irlandesa de rock U2. Es la primera pista de su quinto álbum de estudio de titulo The Joshua Tree (09-Mar-1987) y se lanzó como el tercer sencillo del mismo en agosto de dicho año. 

Su gancho consiste en un arpegio de guitarra eléctrica repetitivo que posee un efecto de delay que se escucha en la introducción y otra vez hacia el final.​ Los miembros de la banda escribieron la letra en respuesta a la concepción de que es posible identificar la religión de una persona y su procedencia tomando como base la calle en que vive, particularmente en Belfast.​ Debido a las dificultades de la banda para grabar el tema, el productor Brian Eno consideró eliminar las cintas de la canción para comenzar el proceso de nuevo.​

Where The Streets Have No Name recibió elogios de la crítica y tuvo éxito comercial. Llegó al puesto 13 en Estados Unidos,​ al 14 en Canadá,​ al 10 en los Países Bajos y al 4 en el Reino Unido.​ La canción se ha convertido en una de las más populares de la banda y permaneció como una constante en sus presentaciones en directo desde su debut en la gira The Joshua Tree Tour.​ Su video promocional consiste en una interpretación en directo llevada a cabo en una terraza de Los Ángeles y ganó un premio Grammy en la categoría de mejor interpretación en un video musical.

La música de Where The Streets Have No Name se originó a partir de un demo que el guitarrista The Edge compuso la noche anterior a que el grupo retomase las sesiones para The Joshua Tree. En una habitación superior de Melbeach House —la casa que había adquirido hacía poco— The Edge usó un grabador de cuatro pistas para registrar un arreglo de teclado, bajo eléctrico, guitarra eléctrica y batería. Al tomar conciencia de que las sesiones para el álbum estaban llegando a su fin y la banda tenía pocas canciones que sonaran excepcionales en directo, el guitarrista quiso "crear la última canción en directo de U2", por lo que se imaginó lo que sería escuchar un concierto futuro del grupo si fuese un fan.​ Tras finalizar la mezcla general, sintió que había encontrado "la parte de guitarra y la canción más asombrosas de [su] vida". Sin nadie en la casa con quien compartir el demo, The Edge recuerda haber bailado y saltado en el aire a modo de celebración.​

Aunque a la banda le gustó el demo, le fue difícil grabar la canción. El bajista Adam Clayton comentó: "En aquel entonces sonaba como un idioma extranjero, mientras que ahora entendemos cómo funciona".​ El arreglo, con dos tipos de compás diferentes y frecuentes cambios de acordes, se practicó muchas veces, pero el grupo tuvo que luchar para llegar a una interpretación que les gustara.​ Según el coproductor Daniel Lanois: "Esta canción fue un proyecto de ciencias. Recuerdo este enorme pizarrón escolar, como lo llamamos. Sostenía un puntero, como un profesor universitario y enseñaba a la banda los cambios de acordes, como un maldito idiota, fue ridículo".​ El coproductor Brian Eno estimó que la mitad de las sesiones para el álbum se pasaron en tratar de grabar una versión adecuada de Where The Streets Have No Name.​ La banda trabajó en una sola toma durante semanas, pero como Eno explicó, esa versión particular tenía un montón de problemas y el grupo continuó tratando de arreglarla.​ A lo largo de su trabajo, fueron reemplazando gradualmente cada toma instrumental hasta que no quedó nada de la interpretación original.​

Había pasado tanto tiempo con el "trabajo demoledor" que Eno pensó que sería mejor comenzar desde el principio. Su idea era "simular un accidente" y borrar todas las cintas de la canción.​ Dijo que no quería obligarlos a dejar de lado la canción, pero consideró que sería más eficaz comenzar de nuevo con una interpretación fresca.​ En un determinado momento, Eno tuvo las cintas listas para volverlas a grabar, pero nunca se borraron; según el ingeniero de sonido Flood, su compañero Pat McCarthy regresó a la sala de control y al encontrarse con Eno a punto de borrarlas, le arrojó el té que estaba tomando para impedir que lo hiciera.​

La versión de estudio de la canción es una compilación de varias tomas diferentes.​ Es una de las numerosas canciones mezcladas por Steve Lillywhite en los últimos meses de la grabación de The Joshua Tree.​ El baterista Larry Mullen Jr. afirmó sobre el tema: "Nos llevó tanto tiempo hacer la canción bien, fue muy difícil para nosotros entenderla. Sólo se convirtió en una canción auténticamente genial cuando la fuimos tocando en directo. En la grabación, musicalmente, no es ni la mitad de lo que es en directo".​ El cantante Bono escribió la letra durante una visita humanitaria a Etiopía con su esposa Ali Hewson. El vocalista recuerda haberla anotado en una bolsa para vómito de Air India durante una parada en un pueblo.

La letra está inspirada en una historia que Bono escuchó sobre las calles de Belfast, Irlanda del Norte, donde la religión y procedencia de una persona se hacen evidentes al saber la calle en la que vive. El cantante recuerda: "Eso me dijo algo, así comencé a escribir sobre un lugar donde las calles no tienen nombre".​ Según él, la canción trata aparentemente sobre "la trascendencia, la elevación, como quieras llamarlo".​ Bono, quien comparó muchas de sus letras anteriores a las de The Joshua Tree con "bocetos", comentó que "Where The Streets Have No Name es más similar al U2 de antes que cualquier otra canción del álbum porque es un boceto. Estaba simplemente tratando de dibujar un lugar, tal vez un lugar espiritual, tal vez un lugar romántico. Estaba tratando de dibujar un sentimiento".​

El final abierto de la letra ha dado lugar a muchas interpretaciones. El periodista Michael Campbell consideró que transmitía un "mensaje de esperanza" y el deseo de "un mundo que no está dividido en clases, nivel económico, raza u otro criterio arbitrario".​ En cuanto al lugar al que Bono alude en la canción, afirmó: "No estoy seguro, realmente, acerca de eso. Solía pensar que era Belfast...".​ El periodista Niall Stokes cree que el título está influenciado por la visita de Bono y su esposa Ali a Etiopía con motivo de brindar ayuda humanitaria voluntaria. Bono expresó opiniones contradictorias sobre el final abierto de la letra: "La veo ahora y reconozco que [la canción] tiene uno de los versos más banales de la historia de la música pop. Pero también contiene algunas de las ideas más grandes. En forma curiosa, esto parece funcionar. Si te vuelves pesado con estas cosas, no te comunicas. Pero si eres superficial y poco cuidadoso, entonces sí. Esta es una de las paradojas con las que llegué a término".

Originalmente, el tercer sencillo de The Joshua Tree sería la canción "Red Hill Mining Town", pero se lanzó en su lugar "Where the Streets Have No Name" en agosto de 1987.​ Se puso a la venta en los formatos 7", 12", casete y CD.​ Se incluyeron tres lados B para acompañar la canción, entre los que se cuentan "Race Against Time", "Silver and Gold" y "Sweetest Thing", excepto en la versión de 7", en la que figuran sólo los últimos temas.​ El sencillo de 12" presenta "Race Against Time" en el lado A del disco (pese a considerarse un "lado B") y en formato casete, el sencillo posee las cuatro pistas en ambos lados de la cinta.​ Aunque no fue exitosa como los dos primeros sencillos del álbum, la canción logró ingresar en las listas de venta. En los Estados Unidos, alcanzó el puesto 13 en el Billboard Hot 100 y el número 11 en la lista Album Rock Tracks.​ Alcanzó el número 4 de la UK Singles Chart y el primer lugar de la Irish Singles Chart.​

El video comienza con un plano general de una cuadra de Los Ángeles con una parte de "Bullet The Blue Sky" que se escucha desde una transmisión de radio. Se escuchan fragmentos del tema junto a voces de disc jockeys que afirman que U2 planea tocar a las 15:30 entre las calles séptima y principal y se estima que habrá un público de treinta mil personas. La policía se dirige a donde se encuentra la banda e informa a su equipo de seguridad de los efectos que está causando la filmación del video; un gran número de personas están reuniéndose para escuchar al grupo. Dos minutos más tarde, se ve a U2 en la terraza de un negocio de licores, tocando Where The Streets Have No Name para un gran público ubicado en las calles que rodean al edificio. Hacia el final de la canción, la policía informa que la filmación se suspenderá. Bono informa al público que el rodaje les será cancelado y los oficiales suben hasta la terraza, mientras la multitud los abuchea. Se editó y sobregrabó el video en muchas ocasiones para que pareciese que la banda siguió tocando desafiantemente después de que la filmación se cancelara, cuando en realidad, se detuvieron en el momento en que la policía les advirtió.​ El video fue dirigido por Meiert Avis y producido por Michael Hamlyn y Ben Dossett. La banda atrajo cerca de mil personas durante el rodaje, que se llevó a cabo en la terraza del Republic Liquor Store en la calle séptima y la principal en Los Ángeles el 27 de marzo de 1987.​ La interpretación en la terraza de un espacio público fue una referencia al último concierto de The Beatles, como puede verse en la película Let It Be.

sábado, 27 de enero de 2018

Efemérides musicales

UN DÍA COMO HOY, 28 DE ENERO EN EL AÑO…

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1985
Se graba el sencillo ‘We Are The World’
Artistas norteamericanos como Bruce Springsteen, Bob Dylan, Ray Charles, Paul Simon, Kenny Rogers, Cyndi Lauper o Stevie Wonder, entre muchos otros (45 en total), grabaron el sencillo 'We are the world' en los estudios de A&M Recording Studio de Hollywood.

El tema, escrito por Michael Jackson y Lionel Richie (quienes también cantaban en él), fue la respuesta estadounidense a Band Aid, el proyecto de ayuda humanitaria montado en el Reino Unido por diversos cantantes como Bono, George Michael, Bananarama, Boy George, por citar algunos. Juntos interpretaron un año antes la canción Do they know it’s Christmas?. 

Los estadounidenses, liderados por Jackson y Richie, y bajo la supervisión y producción de Quincy Jones, grabaron 'We are the world', un tema que pronto se convirtió en todo un número uno y cuyos beneficios se destinaron a luchar contra la hambruna en el mundo. Posteriormente se incluyó en el álbum 'USA for Africa: We are the world', que atesoraba composiciones inéditas de Prince, Springsteen y Tina Turner, entre otros. Para asegurarse que todos esos artistas pudieran participar en la grabación, ésta se realizó el día después de la entrega de los American Music Awards.





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1968
Nace Sarah McLachlan
50 años cumple hoy la cantautora canadiense Sarah McLachlan, nacida en Halifax. Desde 1988 ha publicado nueve álbumes  de estudio y ha recibido dos premios Grammy y cuatro Junos por su álbum 'Surfacing' (1997).

Sarah es adoptada y con diecisiete años ya formaba parte del grupo canadiense de new wave October Game. En 1988 firmó un contrato con el sello independiente Nettwerk y se trasladó a Vancouver, donde publicó su primer álbum, 'Touch'. Con su siguiente obra, 'Solace' (1991) se ganó el reconocimiento de sus compatriotas y desde la aparición de 'Surfacing' (1997), también es visitante habitual del Top10 americano. Sarah es fundadora además de los conciertos Lilith Fair, en los que participaban solamente cantantes femeninas, entre otras, Meredith Brooks, Sheryl Crow, Emmylou Harris, Dar Williams y Suzanne Vega.

Entre 1997 y 1999 se celebraron en Canadá y EE.UU más de cien conciertos y parte de los beneficios fueron donados a organizaciones benéficas para mujeres. En 1999 fue nombrada Oficial de la Orden de Canadá, por el éxito de su carrera, su papel en Lilith Fair y sus donaciones a los albergues de mujeres en Canadá. Su mayor audiencia la tuvo cuando actuó en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno, celebrados en Vancouver en febrero de 2010, cantando su canción 'Ordinary miracle', ante varios millones de espectadores en todo el mundo.

El mismo año apareció su más reciente trabajo, 'Laws of Illusion' y ese verano se recuperó el proyecto de Lilith Fair, en el que tomaron parte más de 70 artistas en 22 conciertos, entre ellas The Bangles, Beth Orton, Cat Power, Emmylou Harris, Erykah Badu, Mary J. Blige, Tegan & Sara y Gossip. Una prevista gira europea nunca se materializó. En mayo de 2014 apareció 'Shine On', su primer trabajo con el sello Verve Records y su publicación más reciente fue el disco navideño 'Wonderland', aparecido en octubre de 2016.





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1956
Nace Peter Schilling
Peter Schilling es originario de Stuttgart Alemania, es un músico alemán cuyas canciones solían versar sobre temas de ciencia ficción, la exploración espacial, o el holocausto nuclear. Había surgido junto al movimiento musical de la Nueva Ola Alemana (Neue Deutsche Welle) a principios de los años 80.

Antes de publicar su primer álbum, el cantante ya había editado unos cuantos sencillos bajo el nombre de Pierre Schilling. En 1982 publicó su primer álbum, titulado 'Fehler im System', del cual se extraería el sencillo 'Major Tom (Völlig losgelöst)'. Esta canción había retomado el argumento del clásico de David Bowie 'Space Oddity', de 1969. La canción fue todo un éxito en Alemania, donde alcanzó el Nº 1 en la lista musical, llegando también a los primeros puestos en las demás listas musicales europeas. El tema se versionaría al idioma inglés, junto a las demás canciones del álbum, para ser publicado en los países anglosajones como sencillo. Con el título de 'Major Tom (Coming Home)', el tema llegaría al Nº 14 en el Billboard Hot 100 estadounidense, convirtiéndose en un éxito también en los demás países.

En 1984 y 1985 se publicaron los discos '120 Grad' y su versión en inglés 'Things to Come', respectivamente, con relativo éxito.

Peter Schilling aún editaría cuatro sencillos más, antes de que saliese al mercado internacional, en 1989, el álbum recopilatorio 'The Different Story (World of Lust and Crime)' (en Alemania se publicaría tres años más tarde). Este disco incluía varias canciones de su primer y segundo álbum, en sus versiones en inglés, y también el último sencillo publicado un año antes y que daba nombre al recopilatorio.

Schilling sufrió de agotamiento en 1990, y al año siguiente se tomó un descanso. En 1994 se casó con su novia Catyana. Durante los años 90, Schilling formó un proyecto musical paralelo llamado Space Pilots, que tuvo un gran éxito en Japón. Incluía a los miembros Catyana Schilling, J. Feifel y P. Magnet. Habían grabado una sola canción, titulada 'Trip to Orion'. Fue lanzada en vinilo y CD en 1995, apareciendo en el CD recopilatorio japonés de música bailable Dancemania 1. La canción estaba basada en la serie de ciencia ficción de la televisión alemana Raumpatrouille - Die phantastischen Abenteuer des Raumschiffes Orion (1966), e incluía samples vocales de la misma.

En 2000, Peter se separó de su esposa Casha Schilling y posteriormente se divorciaron en 2003.


Peter Schilling fue también autor de dos libros: Lust Faktor Wellness (2005) y Emotionen sind männlich (2007).





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1945
Nace Robert Wyatt (Soft Machine)
Hoy cumple 73 años el cantante y multi-instrumentista inglés Robert Wyatt, nacido en Bristol. Fue co-fundador y batería del grupo Soft Machine, uno de los grupos representantes de la escuela Canterbury de rock progresivo. 

En 1965, Robert, que había recibido clases de batería del norteamericano George Niedorf, formó el grupo Wilde Flowers junto con Kevin Ayers, Richard Sinclair y Brian Hopper. Cuando al año siguiente la banda se desintegró, Kevin Ayers y Daevid Allen, invitaron a Wyatt y a Mike Ratledge a formar parte de Soft Machine, donde Robert tocaba la batería además de compartir la voz solista con Ayers. Tras cuatro álbumes y unas giras caóticas, además de crecientes tensiones internas en el grupo, Wyatt abandona la formación en 1972

Un año antes, Wyatt ya había publicado su primer álbum en solitario, 'The end of an ear' y fundado la banda Matching Mole, título que hacía referencia a la traducción francesa de Soft Machine, 'Machine Molle'. Por aquellas fechas, Robert estaba considerado uno de los baterías punteros de la escena jazz-rock y aparecía en numerosos combos con músicos como Jean-Luc Ponty, Michael Urbaniak y Terje Rypdal en Festivales de jazz europeos. Con Matching Mole publica dos álbumes. El segundo, 'Little Red Record' (1972), estuvo producido por Robert Fripp y contó con la colaboración de Brian Eno.

En junio de 1973, cuando estaban preparando el tercero, durante una fiesta en la que el alcohol corrió a raudales, un ebrio Wyatt sufrió una caída desde un tercer piso que lo dejó paralítico de cintura hacia abajo, por lo que tuvo que hacer uso de una silla de ruedas. Todavía en el hospital, recuperándose, comenzó a componer el material de su nuevo álbum 'Rock Bottom', producido por Nick Mason y con la colaboración de Mike Oldfield a la guitarra.

Posteriormente grabó una versión del tema de Neil Diamond 'I'm a believer', que alcanzó el puesto número 29 en las listas de éxitos británicas, lo que le llevó a presentarse en el mítico programa Top of the Pops, a pesar de la negativa inicial de la BBC de mostrarlo en silla de ruedas.

Su continuación pretendía ser otra versión, ésta vez de 'Yesterday man' de Chris Andrews, también producido por Nick Mason, pero en Virgin no llegaron a publicar el tema por considerarlo demasiado 'lúgubre', evitando lo que podía haber sido un nuevo éxito de ventas para Robert. Le siguió el álbum, 'Ruth Is Stranger Than Richard' (1975), que se aproximaba más al free jazz e incluso a la música étnica africana, y tuvo de nuevo como invitado a Brian Eno. Durante el resto de la década de 1970, Wyatt desarrolló un fuerte activismo político en favor del comunismo, y colaboró con músicos como Phil Manzanera, Roxy Music y Henry Cow.

Hasta la fecha, han aparecido diez álbumes de Wyatt, en algunos de los cuales Robert toca todos los instrumentos. En el resto, sin embargo, cuenta con colaboraciones de grandes músicos, entre ellos Brian Eno, Paul Weller y David Gilmour, como fue el caso en sus álbumes 'Shleep' (1997) y 'Cuckooland' (2003). Su último álbum oficial hasta la fecha fue 'Comicopera', publicado en octubre de 2007 y en el que Wyatt volvió a contar con Paul Weller, Phil Manzanera, Dave Sinclair y Brian Eno. 

Recientemente algunos periodistas musicales y blogueros han empezado a usar el verbo 'wyatting', nuevo término que describe el hecho de seleccionar en las juke-box de los pubs temas extraños y disonantes  para desconcertar y molestar al resto de asistentes. Preguntado al respecto por un periodista, Hyatt manifestó: "Creo que es bastante divertido y me siento muy honrado 'convirtiéndome' en un verbo." No obstante, cuando se le preguntó si el 'wyatting' era una práctica habitual en él, respondió: "Oh no. No me gusta desconcertar a la gente. Aunque la mayoría de las veces que trato de actuar con normalidad, ya suelo producir desconcierto en algunas personas".

Bruce Dickinson por fuera del escenario

El cantante lanzó el pasado mes de noviembre su autobiografía What Does This Button Do? y habló con ROLLING STONE sobre la guerra, la muerte y la arrogancia que llega con el estrellato

Fuente: Rolling Stone

Bruce Dickinson habla, entre otros temas, sobre cómo su pelea contra el cáncer le cambió la vida. 

“La verdad, no leo autobiografías”, revela Bruce Dickinson, el líder de Iron Maiden que estuvo promocionando su propio libro en el mes de noviembre. “Así que cuando decidí escribir una, tomé algunas cosas. Iba a una librería y aunque no compraba el libro, lo abría y decía, ‘Bien, esto parece una lista para hacer mercado’ o ‘Esto es ególatra y aburrido. Cuando lees las biografías de toda esa gente famosa solo piensas, ‘Dios, que superficial’”.

Por suerte, Dickinson se ríe tanto de él mismo que su libro, What Does This Button Do?, es profundo y entretenido. Cuenta historias de los mejores días de Iron Maiden y de su época como solista haciendo conciertos en una ciudad destruida por la guerra, como Sarajevo. También hay algunas cosas de su vida por fuera del escenario, como su gusto por la esgrima, ser piloto, tener un programa de radio o las novelas y obras de teatro que ha escrito. Y, en el capítulo más largo, habla sobre su pelea contra el cáncer que casi acaba con su carrera como cantante.

Según él, la gente le ha rogado por más de 10 años que escriba su biografía. Él se negaba y decía, “Es muy temprano, todavía me faltan cosas”. Pero cambió de opinión tras el cáncer. “Cuando salí de eso, pensé, ‘Probablemente es una señal de la naturaleza para que lo haga’”, comenta. “No es un final malo para un libro, pero tampoco es que ya piense en morir. Es el inicio de un capítulo totalmente nuevo para el resto de la vida. Entonces pensé que, si tengo un final, el inicio es bastante fácil”. Y empezó a escribir su historia en algunos cuadernos.

Dickinson está sentado en una sala de conferencias en la oficina de la editorial que publica What Does This Button Do? Hay copias de su libro sobre la mesa. Mientras habla se inclina hacia adelante y hace contacto visual. Se ve tan relajado que pareciera que no tiene nada que esconder, pero se siente la misma intensidad que muestra cuando grita frente a miles de personas “Scream for me!”. Y a pesar de esa energía, cuando repasa su vida con ROLLING STONE, está en una actitud llena de reflexión.

¿Qué reglas te pusiste cuando empezaste a escribir?
Me alegra revelar algunas cosas sobre mí, pero no me interesa hablar de otras personas ni de las cosas que no quisieran contar. No es su libro. En esta misma línea, dejé afuera esposas, niños y divorcios porque no es el libro de ellos. Es que si eres famoso, así te guste o no, cualquier cosa que digas va a afectar a otras personas. No tengo que escribir cosas sexuales o chismes. No tiene sentido. No es The Dirt [la biografía de Mötley Crüe].


¿Fue extraño escribir sobre tus primeras novias pero no de tu esposa?
Creo que si metes matrimonios, automáticamente tienes que meter los divorcios y todo eso. Es parte de tu vida, pero no tiene relevancia para otras personas. Es crear problemas. El objetivo del libro es contar buenas historias.

Cuando hablas de tu infancia, mencionas que te molestaban en el colegio por ser bajito. Cuando repasas tu vida, ¿hay algo que te impacte?
[Pausa]. He pasado toda la vida olvidando que mido 1,68 metros. Cuando poso para las fotos digo, “Asegúrate de meter la mitad” [risas]. Y lo que pasa con las peleas es que tienes una razón. Peleas para defender lo que crees es correcto y no simplemente por pelear. No soy muy cercano a las personas agresivas. Pasé mucho tiempo en el colegio sintiéndome como un jefe, diciéndole a la gente, “Eres un imbécil”. No deberías decir cosas así, pero simplemente lo haces.

Mi hijo se ha metido en problemas simplemente por decir la verdad. Yo le digo, “No puedes decir eso, así sea verdad.” Y él no entiende. “Es complicado”. Es parte de crecer.

Hablando de eso, en el libro mencionas la vez que dijiste que Iron Maiden era mejor que Metallica. ¿Qué piensas de eso ahora?
Mira, soy consciente que cuando dices cosas en impreso, la gente va a entenderlas a su manera. Lo de Metallica, honestamente, terminó saliendo muy bien. Tenemos una gran relación con ellos. No fue un comentario dirigido a Metallica. Iba al resto del mundo, quería decir, “Hemos vuelto y es en serio. Es tan serio que vamos a decir una locura, así que mejor vengan al concierto y lo comprueban. Los retamos”. Era una apuesta y yo soy el cantante. Es mi trabajo. Eso es lo que hago.

¿Es arrogancia? Sí. Eres el cantante de Iron Maiden y, de vez en cuando, vas a ser arrogante porque va con el trabajo. Mick Jagger, ¿es arrogante? Seguramente, mierda, es Mick Jagger. ¿Hay una diferencia cuando camino por la calle y cuando estoy en el escenario con Iron Maiden? Claro que sí.

¿Cómo describirías esa diferencia, entre estar sobre el escenario y estar por fuera?
Es como tener un globo interno. Normalmente vas por ahí y está desinflado, nadie lo ve. Pero cuando subes al escenario, tienes que inflarlo y tiene que tocar a todo el público. Y entre más grande el lugar, más grande tiene que ser, terminas sacando al Sr. Montgolfier y su globo gigante. Al final del concierto tienes que desinflarlo y seguir tu vida normal con el resto de la humanidad. Pero puede tardar horas.

Hay gente que nunca logra hacerlo y termina metida en la heroína o cualquier otra mierda para ajustarse a esa transición. Es real, entonces siguen andando con este globo todo el tiempo y no pueden tener una conversación normal. “Mírame, mírame”. Es una habilidad.

¿Cuándo aprendiste a manejarla?
Es complicado señalar exactamente cuando fue. Empecé a hacerlo después de la gira de Number of the Beast. Me di cuenta que podía hacerlo. Pensé, “No puedo andar todos los días así”. Y eres joven, entonces empiezas a ser creído, y vas a bares y discotecas, cosas que yo hacía mucho, te tomas unas cervezas y el globo empieza a crecer. Es como Jekyll y Hyde. Mr. Hyde sale y está en el escenario, pero tienes que aprender a bajarlo, ponerlo en su caja y decirle, “Vuelve a tu cama. Tu día acabó”.

Empecé a lidiar con esto al final de la gira. A veces me iba bien y a veces no. Empecé a practicar esgrima y terminé dejando la banda. Al final aprendí a hacerlo una y otra vez. Cuando regresé a Maiden, ya estaba mucho más equilibrado y sabía lo que iba a pasar. Volví e hicimos la gira de Brave New World y pensaba, “Yo sé hacer esto. Puedo inflar esta burbuja y voy a decir que somos mejores que Metallica. Todos se van a poner putamente bravos”. Pero lo hice porque sabía que se iban a poner así. Sabía que los de Metallica no se enojarían. Es Metallica, ¿qué les va a importar?

Iron Maiden en vivo en 1985.
Iron Maiden en vivo en 1985.

Hablando sobre la vez que dejaste la banda, me sorprendió cuando leí lo desilusionado que estabas a mediados de los 80, mucho antes de renunciar. ¿Por qué te sentías así?

Estaba caminando sobre una línea muy delgada entre la autocrítica, mi falta de confianza y la responsabilidad. Estás en una banda muy exitosa y han definido su estilo, además les va muy bien. No importa lo que hagan, se vende. Eso me preocupaba. Yo pensaba, “Si todo el mundo te dice que lo que haces es muy bueno, ¿cómo sabes si en realidad lo es?”. Es lo mismo que el Papa: ¿Cómo puede estar equivocado? Es el Papa, ¿no? Pero, ¿qué tal que sí esté equivocado?

Empecé a sentir que eso es lo que pasaba con Maiden. Y nadie más lo sentía. Todo se acabó cuando hice un álbum solista (Tattooed Millionaire de 1990), que le fue muy bien, pero era todo un pastiche. Había un par de canciones buenas. Estaba bien hecho, pero era un Saturday Night Live en versión rock clásico. Había un sketch de una balada, un sketch más groovy, un sketch parecido a AC/DC. Era literalmente eso. Lo hicimos así porque solo tuvimos dos semanas para sacarlo. Fue exitoso y yo pensaba que era raro. Creía que después tenía que hacer algo diferente. Pero nadie quería que lo hiciera.

Todos decían, “Solo has uno de esos”. Eran felices porque le fue bien, pero yo no estaba satisfecho. Artísticamente, solo había una canción que me parecía realmente buena, era Born in ’58. El resto no hacían temblar la tierra. No vamos a romper los esquemas del panteón del rock, y eso es lo que uno quiere. En cada disco deberías buscar el santo grial, no solo poner arreglos en el altar. Por eso hice otro álbum solista (Balls to Picasso de 1994). Pero no tenía idea dónde buscar el santo grial.

Me di cuenta que al estar en Maiden, estaba metido en toda esa cultura y sentía que, de alguna forma, mi sentido artístico se había debilitado. Mientras tanto, tenía que dejar Iron Maiden. Creo que la gente creía que había un plan y no era así. La canción Tears of Dragon dice, “I throw myself in the sea/Release the wave, let it wash over me” [Me lancé al mar/ suelta la ola, deja que caiga sobre mí], me sentía así. Estaba flotando y pensaba, “Espero terminar en una orilla con pocas rocas”. Eso era todo. Dejé la banda para descubrir qué había más allá. Si me quedaba, nadie me iba a decir la verdad sobre todo lo que hacía.

Hoy en día, ¿cuál es la diferencia?
Cuando regresé, todas las relaciones eran diferentes. Ahora es mucho más real, de alguna forma más adulto. Aceptamos que a veces nos caemos bien y que a veces no nos soportamos, pero seguimos adelante porque tenemos que hacerlo. No somos leales entre nosotros, nuestra lealtad es con Iron Maiden, de ahí salimos todos. Ahora compartimos muchas más cosas que antes, esa es la diferencia. También tenemos mucho más control. Podemos decir que no vamos a hacer una gira de 13 meses porque nos morimos.

Le dije a mi mánager, “Tenemos que hacer shows increíbles. En los 80 no los hacíamos. Hacíamos muchos, y no puedes hacer presentaciones impresionantes si haces demasiados conciertos. Tu cuerpo se agota y tu voz desaparece”. En esa época yo era el que más lo sentía. Antes de la gira Somewhere in Time pensé, “Simplemente voy a ser el cantante, voy a dejar de esforzarme tanto”. Renuncié unos álbumes después.

Volví e hicimos algunas reglas. Decidimos que haríamos tres meses de gira al año. Y nos encanta. En serio me emociona. A todos. Nos gusta trabajar, pero no destruirnos. Me gusta mucho más estar en la banda ahora que en los 80. Es mucho más divertido.

Una de las partes más interesantes del libro es cuando hablas de un concierto como solista en Sarajevo durante la guerra de Bosnia. ¿Cómo cambio esa presentación tu mirada de la humanidad?
La humanidad es increíblemente inspiradora y decepcionante cuando vas a una zona de guerra. Saca lo mejor y lo peor de las personas. Hay actos impresionantes de desinterés y al lado otros brutales y crueles, que te hacen pensar que es impresionante que el ser humano pueda hacerle ese tipo de cosas a otro.

Sarajevo tuvo el asedio más largo de la historia, duró más que el de Stalingrado. Y esta guerra fue en la segunda mitad del siglo XX, en Europa. Todos vivían como ratas. Les quedaba comida para tres días y no tenían luz. Hay un documental buenísimo sobre esa situación (Scream for Me, Sarajevo). El que lo hizo viajó allá y entrevistó a varios chicos que fueron al concierto, les preguntó cómo les cambió la vida. Te rompe el corazón. Había un niño que dijo que tenía 11 años y su mamá lloraba porque no podía alimentarlo, no tenían gas, ni luz y la mitad de su casa había sido destruida. Él dice, “No te preocupes, mamá”. Entonces va y quema los muebles mientras su mamá llora. “Todo va a estar bien. Yo te voy a cuidar”, dice el chico. Y así empieza.

Fue brutal. Estar allá solo tres o cuatro días se sintió como una vida entera. Salir, volver al mundo occidental, la Navidad, todo el consumo, el “compra esto y lo otro”. Yo solo me sentaba a pensar, “Creo que nadie sabe lo afortunados que somos de no estar en esa situación”. Sarajevo era una ciudad hermosa. Llena de cultura. Los Olímpicos de 1984 se hicieron allá. ¿Cómo pasó eso? La gente se mataba a diario. Yo pensaba, “Esto está a un paso de suceder en cualquier lugar”. Entonces empiezas a ser impaciente con la gente egoísta y egocéntrica. “Eres un idiota. ¿Qué tal si te llevamos a la guerra y vemos si puedes hacer tu vida allá?”.

“Me gusta mucho más estar en la banda ahora que en los 80. Es mucho más divertido”, confiesa Dickinson. Iron Maiden 2003
“Me gusta mucho más estar en la banda ahora que en los 80. Es mucho más divertido”, confiesa Dickinson. Iron Maiden 2003

Parece que ese viaje te marcó.
Es que lo hizo. Uno solo puede imaginarse lo que sienten los soldados en ese ambiente, así sea en Irak, Afganistán, Sarajevo, Bosnia, incluso los que intentan mantener la paz. Ves cosas terribles.

Yo solía ir a Sierra Leona como piloto de una aerolínea y me quedaba por tres o cuatro días. Lo chistoso es que íbamos durante la guerra y aterrizábamos y despegábamos durante los toques de queda. Pero no me afectó como cuando estuve en Sarajevo, porque se disparaban, igual en Sierra Leona era horrible. Iba a los campos de amputados y veías personas que los rebeldes les habían cortado un miembro, y seguían viviendo. Mierda. Estaban en un lugar con alcantarillas abiertas, carpas destruidas y este es el campo de Naciones Unidas. No tienen nada y son los más generosos del mundo. Es un lugar muy triste, pero hermoso. Tiene un efecto parecido al de Sarajevo, aunque no tan fuerte.

La otra parte importante del libro es cuando hablas del cáncer que tuviste. ¿Cómo lidiaste con la depresión y la desesperanza?
Cuando me diagnosticaron fue como si me desdoblara, como si hablaran con otra persona. “¿Yo? ¿Tengo cáncer? ¿En serio?”. Después empiezas a pensar que puedes morir. “¿Me siento enfermo? Tal vez es un error”, pero uno sabe que no es así. Entonces llega ese momento. Hay que aceptarlo: “Listo, ¿qué hago? Hagamos un plan y sigamos”.

Pensaba que tenía que estar bravo. Tal vez debería sentarme, meditar y apuñalar esto. Pero después pensé, “Eso es agotador y voy a necesitar de toda mi fuerza para pasar el tratamiento. No puedo gastarla odiando cosas”. Tengo quimioterapia, radiación. Debo intentarlo, vivir mi vida y mirar hacia el futuro. Así es como lidié con eso. Al final, cuando se acabó todo, casi pensé, “¿En serio? Como que me hace falta”. Porque has estado viviendo con eso por tres meses. Es extraño. Es como el síndrome de Estocolmo. Después crees que es putamente estúpido. Prácticamente te daba miedo salir porque has estado entre tres y seis meses encerrado en un lugar oscuro. Luego te preguntas qué vas a hacer. Y ocho, nueve meses más tarde empecé a cantar y me di cuenta que la vida es increíble.

¿Y cómo te ha cambiado?
No ha cambiado mi visión de la muerte. Morir es inevitable, siempre lo ha sido, siempre lo será, pero cambió mi forma de ver la vida. Ya no es un espacio entre nacer y morir. Vivir es vivir ahora [toca la mesa], cada minuto, cada segundo. No porque crea que algo malo va a pasar mañana, sino porque vale la pena celebrar. La vida es putamente increíble. Ese es el pequeño regalo que me dio. Esa es una de las razones por las que escribí el libro. No iba a hacer algo negativo. Mi libro va a decir, “Wow, ¿la vida no es increíble?”.