Rolling Stone, habla del especial dedicado al género que hace 25 años transformó la escena musical.
El 11 de abril de 1994, apenas 72 horas después del hallazgo del cuerpo de Kurt Cobain, Oasis lanzó al mundo su primer single, "Supersonic". Era difícil sospecharlo en ese entonces, pero el rock tal como lo había entendido Nirvana -una forma de arte visceral en tensión con su constitutivo anhelo de éxito- había muerto. Cobain sería la última gran tragedia del rock del siglo XX y el último ídolo de una cultura que se transformaría para siempre. Los hermanos Gallagher encarnaban la naturaleza de un ciclo que tampoco iba a durar demasiado: una restauración fresca y a la vez cínica de las tradiciones del rock & roll.
Muchos de los que tenemos edad suficiente recordamos dónde estábamos cuando supimos de la muerte de Cobain, y también el momento en que escuchamos Nevermind por primera vez. Un amigo me lo había grabado en casete y yo iba en el asiento de atrás del auto de mi viejo, con el walkman puesto en la noche de una ruta bonaerense. Eran canciones tan directas y pegadizas que en mi ignorancia las di por versiones feroces de viejos clásicos. Y quizás había algo de eso en el disco de conquista de Nirvana, así como en buena parte de la generación que cuestionó los patrones de la estelaridad rockera desde la pantalla de MTV. "El rock se había vuelto hedonista", le dijo Chris Cornell a Rolling Stone en 2014. "Tipos de 35 años tomándose un helicóptero para subir al escenario y saliendo con modelos, separándose cada vez más de su público. Los Nirvana sonaban más potentes que nadie y lucían como tus compañeros de colegio. Creo que ese fue el secreto. Esa inclusión tan postergada; se suponía que eso era el rock."
Revisar la historia del grunge a 25 años de su última temporada de dominio cultural tiene algo de redescubrimiento: nuestra lista de 50 discos no solo reflexiona sobre los grandes nombres de la escena; también bucea en sus raíces y derivaciones ocultas. El streaming facilita la posibilidad de experimentar la música de todos los tiempos en un mismo plano, y los himnos descarnados del grunge vibran tan fuerte como hace dos décadas.
Para coronar, la foto de Michael Lavine que ilustra nuestra tapa es un raro símbolo luminoso de esa historia que suele leerse desde el sufrimiento.
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