Fuente: Rolling Stone
A un año de la muerte de Andrew Fletcher, Martin Gore y Dave Gahan entregan un gran álbum con el eje puesto en los finales y las despedidas: 'Memento Mori'.
Y entonces quedaron dos. Martin Gore y Dave Gahan acaban de editar el décimo quinto álbum de estudio de Depeche Mode, 'Memento Mori', a casi un año de la muerte de uno de sus fundadores, Andrew Fletcher. De allí que desde el título mismo del álbum nos recuerden aquello de que nadie puede, ni debe, escaparle a la muerte. De allí que, como nos venimos acostumbrando en los últimos tiempos, el disco suene a “last dance”, a despedida, a último acto, como lo hicieran magistralmente David Bowie o Leonard Cohen en sus obras finales. “No sabemos si volveremos a pasar por todo esto otra vez, así que lo último que quería hacer era un disco que no sintiera relevante”, dijo Gahan días atrás. Y, en rigor, habrá que decir que junto a su socio y amigo Gore lograron lo que se propusieron y, probablemente, 'Memento Mori' sea uno de los mejores discos de Depeche Mode en años, quizá décadas.
Es cierto, la muerte (y los fantasmas y el problema existencial del más allá) sobrevuela las doce canciones del álbum, pero también lo es que la sensibilidad espiritual y emocional con la que DM construyó su carrera durante más de cuarenta años hace que el viaje sea más placentero y, en algún momento, hasta se pueda tirar un paso en la pista con la parca siempre detrás.
El inicio con “My Cosmos Is Mine” no resulta demasiado esperanzador, incluso por momentos Gahan suena opresivo, mientras de fondo golpea una base tecno-industrial. Pero enseguida llega “Wagging Tongue”, guiado ahora sí por los sintetizadores, para regalar la versión probablemente más pop que este dúo se puede permitir hoy (con reminiscencias de Kraftwerk), más allá de sus versos de despedida.
En “Ghosts Again” se puede escuchar la influencia de Richard Butler, el líder de The Psychedelic Furs que colaboró con Gore en cuatro temas (la primera vez que lo hace con una persona ajena a la crew DM). La balada “Don’t Say You Love Me” trae cuerdas y un beat mántrico para prepararle el terreno a un futuro clásico de la banda, “My Favourite Stranger” y a “Soul with Me”, tema central del disco (otra vez con Gore como compositor), con guiños ochentosos, influencia góspel y el mismo guitarrista y tecladista que canta: “Estoy listo para las etapas finales”.
Hay más synth-pop en “Caroline’s Monkey”, ánimos espectrales en “Before We Drown” y el choque de guitarras góticas en “Never Let Me Go”, antes del cierre cinematográfico de “Speak to Me”, en el que Gahan parece hablarle directamente a su amigo Fletcher (“necesito saber que me escuchás”, canta) antes de un finale in crescendo de cuerdas a lo “A Day in the Life” de The Beatles. ¿The End?
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