domingo, 2 de junio de 2019

Jenny Lewis habla de su nuevo rumbo creativo

Fuente: Rolling Stone

Tras decirle adiós a su madre y separarse; la cantautora encontró una nueva claridad en el arte y la vida.

Tras decirle adiós a su madre y separarse; la cantautora encontró una nueva claridad en el arte y la vida

Hay 19 etiquetas blancas en el refrigerador de Jenny Lewis. Cada una lleva sellada una fecha, el logotipo del centro médico Providence Holy Cross, la palabra "visitante" y, en la letra de Lewis, una pequeña frase diferente: "Le enseñé a bailar two step"; "Sos un rayo de sol en una fruta". "Todos los días que visité a mi madre en el hospital", dice Lewis, "conseguía una de estas y escribía algo que ella me decía. Se volvió más y más lisérgica a medida que aumentábamos las dosis de medicación y decía las cosas más increíbles". Lewis señala una -"Pegame al techo para que nunca te vayas"- y suspira. "Tenía cáncer de hígado por una hepatitis C no tratada. Fue adicta a la heroína toda la vida y estaba enferma mentalmente. Una situación muy triste."

Es una noche lluviosa a principios de enero, y Lewis está en su casa en Los Ángeles, tomando vino de gamay y hablando de cosas que nunca ha comentado públicamente. Algunos fans a lo largo de los años pueden haber notado en sus canciones algunas alusiones a los problemas con su madre. En 2002, en un álbum de su primera banda, Rilo Kiley, describió a una madre "demente y volada". En 2006, en su debut como solista, Rabbit Fur Coat, cantó: "Dónde está mi mamá/ Yo no lo sé/ Estaba viviendo en su auto, y yo viviendo de gira/ Y escuché que se anda poniendo esa cosa en la nariz". Pero Lewis siempre ha tenido cuidado de dejar que estas letras hablen por sí mismas. Cuando las personas preguntan por ellas, ella enfatiza que en su escritura la línea entre lo autobiográfico y lo ficcionado es confusa. "A veces ni siquiera recuerdo lo que realmente sucedió", dice ahora, "y la canción adquiere su propia vida".

En el nuevo disco de Lewis, On the Line, su madre aparece de nuevo. Esta vez ella está en una cama de hospital "debajo de una fría sábana blanca", y no hay nada de ficción. La primera etiqueta del refrigerador está fechada el 20 de agosto de 2017 y, a fines de octubre, a los 70 años, Linda Lewis falleció. "Estuvimos 20 años separadas, por lo que esta fue la primera vez que convivimos en dos décadas", continúa la cantautora de 43 años. "Estaba muy enferma, pero creo que aguantó para que pudiéramos reconciliarnos, y eso creó una oportunidad para el perdón. No tuvo que decir 'Lo siento', lo expresó diciendo: 'Sos un rayo de sol en una fruta'. Esa era su manera de decir 'Te amo'."

Lewis comenzó su carrera como actriz infantil, apareciendo en comedias de la década de los ochenta como Life with Lucy, junto a Lucille Ball, y en películas como La tropa de Beverly Hills y The Wizard, junto a Fred Savage. A los veinte años, casi había dejado de actuar y se había convertido en una figura del rock indie, conocida por su voz, su increíble oído para la melodía y su habilidad para contar historias. Mientras que el último proyecto musical de Lewis, una colaboración ad hoc de 2016 llamada Nice as Fuck, fue simple y optimista, On the Line contiene la música más exuberante y melancólica que jamás haya hecho. El álbum suena a rock grandilocuente: pianos majestuosos, cuerdas imponentes y guitarras distorsionadas. Lewis lo grabó en Los Ángeles durante unos pocos días el año pasado, pero comenzó a escribirlas en esta casa en 2014, mientras se acababa su relación de 12 años con el músico Johnathan Rice. Y terminó de escribirlas después de la reconciliación con su madre en el hospital. Lewis mira al refrigerador antes de salir de la cocina. "Me pregunto cuánto tiempo voy a dejar esto acá", dice.

La adicción, la sobriedad y la automedicación son temas recurrentes en On the Line. Hay referencias a todo tipo de vicios: vino tinto, marihuana, granadina, heroína, antidepresivos, cigarros, coñac, Candy Crush y, en la canción "Party Clown", una manzana Fuji alucinógena. "De alguna manera creo que la peor de todas es el Candy Crush", dice Lewis con una sonrisa. "Mi mamá comenzó a consumir heroína cuando yo tenía dos o tres años. Entonces, al crecer así, te das cuenta de que nada es gratis y todo tiene consecuencias. Si intentás bloquearlo, al final vas a tener que enfrentar lo que sea de lo que estés huyendo". Hace una pausa. "No tengo ningún juicio al respecto. Incluso con mi mamá: hizo lo que tenía que hacer y no pudo superarlo. La mayoría no sale de la adicción a la heroína. Realmente no la culpo por eso".

Con una copa de vino en la mano, Lewis me muestra su casa. Situada cerca del frondoso Laurel Canyon, fue construida por un animador de Disney en los años cuarenta, y su toque está en todas partes. En la sala, un proyector está reproduciendo la película La chica de la motocicleta de 1968. Fuera de la sala está la habitación con paneles de madera donde Lewis ensaya y escribe. Hay un set de batería, un órgano Wurlitzer y una pequeña estufa de gas en la esquina. Afuera, cerca de la piscina, hay un estanque koi y un jardín de rosas, todo instalado por el animador. Al final del pasillo, hay una máquina de pinball con temática de roller derby de 1990 en la que destellan periódicamente las palabras "Los ganadores no consumen drogas" en luces LED. Frente al pinball hay un afiche enorme y antiguo para The Wizard, que muestra a una Lewis adolescente en un enterito de denim. "Esto fue en el cine en Van Nuys donde crecí, mi madre me hizo entrar y pedirlo", dice Lewis. "Mi hermana lo tenía guardado, luego lo enmarcó para mí y alquiló un camión para traerlo acá. No estuve de acuerdo con esto durante muchos años, porque desde el principio en la historia de mi banda, la gente en el público me gritaba referencias de videojuegos. Hoy no puedo creer que esto sea parte de mi historia."

Ella cuenta que le encantaba estar en los sets de Hollywood cuando era niña, por razones complicadas. "Supongo que me gustaba estar en ese ambiente porque era una vibra familiar. Mi papá no estaba cerca, así que cada vez que conseguía un trabajo me enamoraba de 'mi padre' de la ficción. Solo quería esa relación." (Su padre de la vida real, un músico llamado Eddie Gordon, estuvo ausente casi toda su vida, aunque regresó a la órbita de Lewis poco antes de morir, tocando la armónica en Acid Tongue de 2008.) La vida de Lewis fuera del set era consistentemente caótica: "Creo que mi mamá estaba vendiendo cocaína a principios de los años ochenta", dice. "Usaba el dinero que yo ganaba y lo ponía en su negocio. Regresaba a casa de la escuela y había abrigos de piel y gafas de sol Vuarnet. Todos estos artículos al por mayor en la casa, drogas cocinándose en la hornalla, gente entrando y saliendo. Personajes muy curiosos. Recuerdo que teníamos un Honda Civic, y un día desapareció. Años más tarde, supe que lo habían incendiado como amenaza. Pasaban cosas muy locas."

Lewis dice que su hermana mayor, Leslie, se convirtió en algo así como una madre sustituta, y cuando Jenny cofundó Rilo Kiley con algunos amigos de Los Ángeles a finales de los 90, "esa fue mi primera familia elegida". A lo largo de los años organizó sesiones improvisadas con músicos afines como Haim, Dawes y Conor Oberst, en su casa y otros lugares de Los Ángeles. "Siempre he traído esa vibra conmigo donde quiera que vaya", Lewis dice. "Me siento obligada a tocar música, a tocar con gente, o me vuelvo loca."

En 2015, después de separarse de Rice, Lewis se fue a Nueva York y se quedó en el departamento vacío de su amiga Annie Clark (St. Vincent). "No podía quedarme en esta casa", dice Lewis. "Johnathan y yo estábamos básicamente casados. Cuando estás con alguien tanto tiempo, compartís la misma conciencia. No terminaba ninguna de mis historias, Johnathan acababa todas las historias por mí. Así que parte de la razón por la que fui a Nueva York fue para encontrar mi monólogo interior. Quería saber cómo era esa voz."

El resultado, unos tres años más tarde, es On the Line. Lewis lo hizo con una impresionante familia sustituta cuyos miembros incluían no solo a Bryan Adams y Beck, con los que había trabajado antes, sino también a una generación anterior de profesionales del estudio: el productor de The Rolling Stones, Don Was, el teclista de The Heartbreakers, Benmont Tench, el baterista Jim Keltner (músico acompañante de John Lennon, Bob Dylan y Steely Dan) y, para su alegría y sorpresa, Ringo Starr. "Fue genial, solo apareció un día con un smoothie e hizo una doble batería con Jim en dos canciones", dice Lewis, y agrega que no está segura de por qué el ex Beatle se incorporó al proyecto. "Creo que Don Was le mostró algunas canciones, lo invitó a que viniera y le interesó la propuesta."

Una década después de emprender su carrera en solitario, Lewis se encontró probando cosas nuevas. Grabó sus pistas vocales en vivo mientras tocaba sus instrumentos, en lugar de grabarlas por separado. Mantener las cosas espontáneas era una prioridad: cuando Beck puso un poco de Auto-Tune en "Little White Dove", Lewis decidió que le encantaba y la mantuvo sin cambios. En lo que se refiere a la mezcla, dice que se inspiró en Ye de Kanye West, despejando el rango medio, centrándose en el extremo grave y los agudos.

En estos días, divide su tiempo entre Los Ángeles y Nashville, donde toca con amigos, incluida Karen Elson. Tres años después de su separación, Lewis dice: "Sé cómo cuidarme. Ha sido un camino solitario, y muy difícil, y pasar por esa situación con mi mamá...". Comienza a llorar. "Es por eso que llevo un pañuelo en el cuello", bromea. "Pero ese es el asunto: tenía que ir a visitarla, luego volver a casa y estar sola y procesar mi vida con ella. La vida es una locura, pero es increíble", continúa. "Qué sorprendente es ver a alguien irse de este mundo. Es mágico. Es lo más íntimo. Es como un poema, y no conocés la última línea hasta que llegás ahí. Pero llegás."

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