sábado, 5 de noviembre de 2022

Jerry Lee Lewis fue un titán del rock & roll. Eso no justifica lo que hizo fuera del escenario

Fuente: Rolling Stone

El cantante vivió de manera extrema la audacia del rock, convirtiéndose así en uno de los intérpretes más icónicos de la época. También hizo cosas horribles, una y otra vez.

Jerry Lee Lewis fue el hijo pródigo original del rock & roll. Cuando más brilló, entre mediados y finales de los 1950, era intocable. Después, cuando perdió la gracia, se volvió intocable en otro sentido, pero era obstinado. Siguió grabando música —mucha de ella no fue escuchada— y manejó por Estados Unidos, tocando para quienes lo recibieran, viviendo intensamente. Quienes lo recibieron vieron a alguien sin igual.

Quienes no lo hicieron tenían buenas razones para ello. Lewis —que murió el 28 de octubre en su casa en el condado de DeSoto, Mississippi— hizo cosas terribles, en repetidas ocasiones, a lo largo de diferentes décadas. Se casó con una adolescente de 13 años, Myra Gale Brown, quien posteriormente diría haber sido “sujeta a todo tipo de abuso físico y mental imaginable”. Le disparó a su bajista, fue un adúltero serial, abusó de las drogas, el alcohol, y muchas otras de sus siete esposas; y eso es solo una parte de sus transgresiones.

El rock & roll es música agresiva y corruptora, dijo Jerry Lee, quien fue criado como alguien profundamente religioso en Louisiana (su primo era el teleevangelista Jimmy Swaggart). Para tocar su música, tuvo que abandonar muchas esperanzas y algunas creencias, viviendo y hablando como un hombre que había perdido su alma. En 1957, Lewis grabó dos hits titánicos del rock & roll, ‘Whole Lot of Shakin’ Going On’ y ‘Great Balls of Fire’. En una de las sesiones para esta última, Lewis le dijo a Sam Phillips —el dueño y operador de Memphis’ Sun Records, donde grababa Lewis— que la música que estaba grabando, “música terrenal … rock & roll”, significaba que se había alejado de Dios. “¡Tengo al diablo dentro de mí!”, gritó. “¡Si no lo tuviera, sería cristiano!”. (Greil Marcus transcribió la sorprendente conversación en su totalidad para su libro de 1975, Mystery Train: Images of America in Rock ‘n’ Roll Music).

Lewis, sin embargo, no planeaba dejar el rock & roll. Tomó una postura bastante distinta: “Arrastraré a la audiencia al infierno conmigo”. Podría decirse que eso toma mucha valentía, si crees que al hacer “música terrenal” pones en riesgo tu alma. Por este tipo de acciones, los existencialistas llamaban a Jerry Lee Lewis un rebelde, aunque sus admiradores simplemente lo llamaban The Killer [“el asesino”].

Lewis vivió de manera extrema la audacia sexual e impulsiva del rock & roll. Por esa distinción, así como por la asombrosa profundidad y la prueba de su talento, algunos cronistas del rock & roll lo veían como el intérprete más ejemplar de su época: menos reprimido que Elvis Presley, más enérgico que Chuck Berry, más insolente que Little Richard. Y mucho más problemático que todos ellos.

En mayo de 1958 —en el punto más alto de una carrera que muchos pensaban que iba a superar la de Presley—, salió a un tour de 37 conciertos en Reino Unido. Cuando desembarcó en Heathrow Airport, un reportero del Daily Mail lo recibió en la pista y se dio cuenta de que una chica muy joven acompañaba a Lewis. “¿Quién eres?”, preguntó el reportero. “Soy Myra”, contestó la chica. “La esposa de Jerry”. El reportero se asustó. “Y ¿cuántos años tiene Myra?”, le preguntó a Lewis. “Quince”, respondió el músico, con una sonrisa arrogante. Creyó que esa edad era lo suficientemente mayor para despejar cualquier preocupación del reportero, pero no fue así. Con 15 años, Myra aún no alcanzaba la edad de consentimiento en Reino Unido. La prensa británica reaccionó escandalizada. Llamaron a Lewis un “asaltacunas”.

Todo empeoró cuando llegó nueva información desde Estados Unidos: Myra en realidad tenía 13 años, no 15. Lewis, que en ese entonces tenía 22, había mentido sobre la edad de ella para que el matrimonio ocurriera, y no se había divorciado todavía de su segunda esposa cuando se casó con Myra. La prensa también se enteró de que Myra era prima de Jerry Lee.

Los periódicos pidieron un boicot a sus conciertos. En Inglaterra, Lewis terminó tocando en clubs y teatros con audiencias mucho más pequeñas de las que esperaba, y entre esos que acudieron a verlo, algunos lo interrumpían e insultaban. Un periódico pidió que lo deportaran.

Dos días después de que el tour había iniciado, Lewis lo canceló. Voló junto con Myra de regreso a Estados Unidos, donde esperaba un trato más favorable. Pero cuando aterrizaron en Nueva York, la recepción fue igual de negativa. Jerry Lee parecía no entender la gravedad de sus acciones. “Pero me casé con ella, ¿no?”, le dijo a un reportero. De acuerdo a Jerry Lee Lewis: Lost and Found, del autor Joe Bonobo, Lewis después dijo “Era un chico de 21 años, y no sabía si iba o venía. Simplemente éramos niños enamorados. A mí no me importaba. Estaba vendiendo más discos que Elvis. Él estaba en el ejército y yo estaba teniendo éxito, pero había mucha gente de mente cerrada que creía que yo corrompía a la juventud. Había encontrado mi estilo, hecho las cosas a mi manera, y era muy testarudo”.

Todo cambió. Pasó de cobrar $10 000 por concierto a $250. Sun [Records] dejó de promoverlo, la radio dejó de tocar sus canciones. Intentó casarse con Myra una segunda vez para hacer las cosas de manera correcta frente a la opinión pública, y escribió una carta abierta a Billboard. Todo sin éxito. Myra lo acompañaría en sus giras por Estados Unidos, pasearía con él en el auto, y llegarían juntos a recintos donde él tocaría sin promoción previa. Nadie sabía que Jerry Lee Lewis iba al pueblo, y a pocos les hubiera importado.

Al inicio de los 1960, se pasó a Smash Records, una subsidiaria de Mercury. La disquera esperaba, en 1964, tener un éxito seguro que lo regresaría a la cima, ‘I’m on Fire’. En vez de eso, la canción era como una parodia del estilo que Jerry Lee tenía en sus inicios. Una parodia que no era graciosa. Apenas llegó al top 100. Además, para cuando Lewis intentaba restablecer su posición en el rock & roll en Estados Unidos, los Beatles ya estaban expandiendo las posibilidades de la música que Jerry Lee, Carl Perkins, Chuck Berry, Elvis Presley y Little Richard habían iniciado, creando nuevos estilos y dimensiones sin precedentes con las que los artistas de rock y sus audiencias revolucionarían el mundo.


Lewis no encajaba con el nuevo mundo, pero aún podía ser una figura brillante como intérprete de rock & roll; lo probó en un álbum en vivo grabado en el Star-Club, el recinto en Hamburgo, Alemania en el que los Beatles tuvieron conciertos legendarios en 1962. En uno de los puntos más bajos de su carrera, Jerry Lee Lewis tocó parte de la música más impresionante de su vida. Rugió, gruñó, golpeó; él y su banda eran una cacofonía, y él desgarraba canciones como ‘Money’, ‘Great Balls of Fire’, ‘Long Tall Sally’, ‘Whole Lotta Shakin’ Going On’  y ‘Good Golly, Miss Molly’.

Esa última pieza la cantó como un lunático. Después de un largo desarrollo, cuando llega a las declaraciones finales de “You know what I want / You know what I got to have” [“Sabes lo que quiero / Sabes lo que debo tener”], su voz se convierte en una risa provocadora que es lasciva y amenazante. Efectivamente sabes lo que quiere, y no es dinero. En su reseña del 2002 para Rolling Stone, Milo Miles escribió: “Live at the Star Club, Hamburg no es un álbum, es una escena del crimen: Jerry Lee Lewis asesina a sus rivales en un set de 13 canciones que se siente como una larga convulsión”.

El problema era que no se podía escuchar: No estuvo disponible en Estados Unidos hasta que fue lanzado en 1994 por Rhino. Quizá durante lo que Miles llamó los “años salvajes”, Lewis tocó con esa ferocidad en sabrá Dios cuántas noches. En algunas de esas ocasiones vio a la audiencia empezar a responderle. En otras, debió de ser como tocar ante el vacío.

Y el vacío era algo que él conocía. En 1959, Myra y él habían tenido a su primer hijo, Steven Allen Lewis. El Domingo de Pascua, Jerry Lee estaba en Minnesota debido a un concierto. Myra llevó a Steven a la iglesia por primera vez. De regreso a casa, su hijo estaba feliz, comiendo dulces y grageas. Myra lo tenía a su lado un momento, y al siguiente ya no estaba ahí. Corrió afuera gritando su nombre.

Un vecino encontró a Steven bocabajo en la alberca de los Lewis. El músico recibió la noticia y se dirigió a casa. Después dijo “Me tumbó a mis rodillas, pero no me ves llorando, no me ves seguir así. Lo acepté. ¿Qué puedes hacer además de aceptarlo? Vivo con ello. No cuestiono a Dios”.

Se suponía que viajaría a Inglaterra en pocos días, su primer viaje a ese país desde que fue humillado. “Había bebido y peleado y pecado a lo largo del mundo, persiguiendo algo, y sería noble decir que todo lo que deseaba se había reducido a la intrascendencia tras la muerte de su hijo, pero sería una mentira”, escribió Rick Bragg en su biografía autorizada del 2014, Jerry Lee Lewis: His Own Story. “En cambio, parado frente a esa pequeña tumba, se dio cuenta de que su ímpetu era lo único que podía salvarlo”.

Para finales de la década de 1960, había vivido una vida dura, bebiendo y tomando pastillas constantemente y pasando noches sin dormir mientras lo hacía. Era como si estar en el escenario ya no lo salvara como antes; simplemente era un medio para seguir de viaje con músicos con los cuales enfiestarse. A las mujeres que conocía les parecía herido, y a veces se acostaban con él solo por ser compasivas con él.

Las cosas habían cambiado para mal en su matrimonio. Myra sabía lo que él hacía, y le decía que lo dejaría. En respuesta, él la acusó a ella de ser la infiel. Podía ser inmisericorde y abusivo. En su libro de 1982 sobre su matrimonio con Lewis, Great Balls of Fire, Myra escribió que su esposo la atormentaba diciéndole “Dios te castigó. O ¿no, niña? Te quitó a tu hijo”.

En 1970, Myra pidió el divorcio argumentando adulterio y abuso. En Great Balls of Fire, cuenta la historia de una noche hacia el final de su relación en la que Jerry llegó a casa y la despertó, exigiendo sexo. Ella se rehusó, tomó rápido su bata y se subió a su coche, pero Jerry la siguió, aventándole rocas mientras se iba. La persiguió en el coche y la obligó a orillarse. De regreso a casa, le dijo “Si alguna vez me dejas, te tiraré ácido a la cara”, y luego la besó. “Me dejas y te mato”.

En otra ocasión, de acuerdo a Great Balls of Fire, llegó sin avisar a las 3:00 am, hora en la que se suponía que estaba fuera de la ciudad, y se quejó de que no hubiera comida esperándolo en la estufa. Se hizo un sándwich, la encontró en el cuarto y, cuenta ella, la golpeó en la cabeza. Cuando intentó quitárselo de encima, él la tomó de sus manos y empezó a golpearla con sus propios puños hasta que quedó con la cara morada. Le dijo a Phoebe, su hija de siete años que era testigo de todo eso, “Mira, Phoebe, tu mamá se volvió loca. Se está golpeando ella misma en la cara”.

Otra noche, después de haber tirado sus pastillas por el inodoro por miedo a que se suicidara, él enfureció y la aventó al suelo. Salió a un club nocturno y después llamó a la casa a las 3:00 am. Myra dice que tomó una pistola del buró, se la puso en la cabeza y le dijo a Jerry Lee lo que estaba dispuesta a hacer. “Entonces, muy suavemente, me dijo ‘Acerca el teléfono para que oiga el disparo’”.

Cuando finalmente llegó con los papeles del divorcio, él le rogó que no se fuera, pero igual lo hizo. En 2016, Myra Lewis escribió un segundo libro, The Spark That Survived. “Después de mi divorcio”, le dijo al L.A. Times en 1989, “tuve que ir con un psiquiatra porque pensé ‘Seguramente enloquecí. No puedes pasar por algo así y salir intacta. Debo de estar loca’. Pero ninguno de los psiquiatras me dijo que lo estaba. Me decían ‘Estás bien, estás bien’. Pero yo nunca me sentí bien… Verás, Myra no sobrevivió ese matrimonio. Esa pequeña niña que solía ser murió. Simplemente se disolvió en cualquier cosa”. Por años, su hija trabajó para Jerry Lee. “Cuando la visitaba”, Myra le dijo al L.A. Times este año, “lo seguía viendo… Phoebe renunció a su empleo con él y desde entonces no lo he visto. He descubierto que la vida es más buena y tranquila de esa manera”.

Aun así, por alguna razón, Jerry Lee tuvo segundas oportunidades, aunque de maneras inesperadas. Un músico que había trabajado con el cantante de country Mickey Gilley le preguntó a Jerry Lee si consideraría ir a Nashville a grabar una canción. No era fácil persuadir a autores de country para que escribieran para alguien que consideraban un pianista exaltado de rock & roll, pero eventualmente Jerry tuvo una canción frente a sí, ‘Another Place Another Time’, y creyó que le hablaba. Era sobre estar con alguien que no podías evitar que se fuera: “I just put in my last dime / Heard you whisper we’d meet again / Another place, another time” [“Puse mi última moneda / Te oí susurrar que nos veríamos de nuevo / En otro lugar, en otro momento”]. La cantó. Tendría que esperar para ver cómo resultaba.

La otra oportunidad que llegó a su vida fue una completamente inesperada. Jack Good, quien había producido el programa de TV Shindig!, quería adaptar Othello de Shakespeare a una ópera rock, y tenía a una sola persona para el papel de Iago: Jerry Lee Lewis. “Eres la única persona que conozco tan malvada como él”, dijo Good.

Fue un llamado inspirado. Iago es uno de los personajes más formidables e intimidantes en la historia del teatro; es un misterio, un vacío: La vida lo ha lastimado, y él quiere lastimar a los demás. Lewis haría la voz del personaje, sentado en el piano, y mezclaría la cadencia del blues con la lírica lúgubre de Shakespeare. Lewis aceptó la oferta. Fue a Los Ángeles, donde se presentaría el musical Catch My Soul en el Ahmanson Theatre.

Jerry Lee amó interpretar a Iago. Respetaba su malicia. El misterio de Iago es el más grande de todos los misterios de Shakespeare: ¿Por qué diseñó un plan para cambiar el corazón de Othello tan terriblemente en contra de la mujer que amaba, al punto de terminar ahorcándola hasta matarla? Algunos han argumentado que Iago se sentía despreciado. Quería ser el nuevo teniente de Othello, pero lo habían ignorado. Otros, que sospechaba que Othello se había acostado con su propia esposa. Otra versión: Iago es simplemente un sociópata. Quería herir. Pero como nunca se explica por completo, Iago es un vacío —un vacío encarnado—. Jerry Lee Lewis sabía cómo interpretar ese papel.

Las reseñas fueron buenas, y Catch My Soul fue un éxito. Jack Good tenía planes de llevarla a Broadway, pero Lewis no aceptó. Quería volver a ser Jerry Lee Lewis. Rick Bragg relató que meses después, tocando en un programa de TV en Londres, “interrumpió una abrasadora interpretación de ‘Whole Lotta Shakin’’ para darle a la audiencia un poco de Shakespeare: ‘Divinity of hell! / When devils will the blackest sins put on / They do suggest at first with heavenly shows / As I do now’ [‘¡Diabólica deidad! / Cuando el demonio quiere lograr sus más perversos fines / Empieza seduciendo al alma incauta con gracia celestial / Cual yo hago ahora’]”. La audiencia lo amó.


Jerry Lee Lewis seguiría siendo una mezcla de buenas y malas noticias hasta que fue demasiado viejo para causarle muchos problemas a alguien, pero eso fue mucho tiempo y muchos problemas después. Con ‘Another Place Another Time’, regresó a los puestos más altos de las listas. El álbum homónimo resultó ser no solo uno de sus mejores, sino también uno de los mejores álbumes country de la época. Era un cantante de bar completamente convincente y conmovedor, como Merle Haggard; y como Haggard, tenía un tono y un timing únicos.

Llegó a la música country con respeto por sus verdades, pero no le importaba respetar las de los demás. Su versión de ‘Walking the Floor Over You’ de Wernest Tubb no imita el acento y ritmo  de Tubb; en vez de eso, es casi tan acelerada como su rock & roll. De finales de los 1960 hasta los 1970, tuvo 21 canciones en el top 10 de las listas de Country y Western de Billboard. Lewis renació y se transformó como un artista country, pero siguió tocando rock & roll vertiginoso; y fue de los últimos sobrevivientes de la generación original de ese género que lo hizo.

Además de música esporádicamente brillante, la muerte, la violencia y la enfermedad —muchas de ellas causadas por él mismo— también se volvieron leitmotivs de la vida de Jerry Lee Lewis. Su hijo Jerry Lee Lewis Jr., que era de un matrimonio previo, quería tocar la batería en la banda de su padre y vivir como él, pero no tenía la constitución mental para el uso de drogas. Jerry Lee intentaba detenerlo, pero terminaban peleando. Murió el 13 de noviembre de 1973. Al remolcar un auto con su Jeep, el gancho de remolque se soltó, causando que la Jeep se volteara y el cuello de Jr. se rompiera. “Parecía que siempre iba camino al panteón”, dijo Jerry Lee. “En un punto, parecía enterrar a alguien diferente cada semana”.

En septiembre de 1976, Lewis celebraba su cumpleaños 41 en casa cuando Butch Owens, su bajista, llegó con un amigo. Dicho amigo quería enseñarle a Jerry Lee una mágnum .357. De acuerdo a Rick Bragg en Jerry Lee: His Own Story, Owens le entregó el arma al cantante y le dijo “Ten cuidado. Tiene un gatillo muy sensible”. Bragg cuenta lo que pasó después:

“‘Se disparó’, dice Jerry Lee…

“‘Me-me-me-me dieron’, gritó Owens.

“‘Parece ser, Butch’, dijo Jerry Lee, muy borracho para preocuparse demasiado.

“‘¿Por qué?’, preguntó Butch.

“‘Porque pareces estar sentado en el lugar equivocado’, dijo Jerry Lee”.

Lewis fue multado con un delito menor: disparar un arma dentro de la ciudad. Owens sobrevivió, y demandó exitosamente a Jerry Lee por $50 000.

El 23 de noviembre de 1976, Lewis tuvo otra pistola en su poder, a las 3:00 am, mientras manejaba por el Bulevar Elvis Presley en Memphis, camino a Graceland. Lo que pasó esa noche nunca podría ser separado del mito alrededor de ambos. Elvis y Jerry Lee alguna vez fueron cercanos. Llegaron a pasar noches platicando en Graceland. Pero el rumor decía que Elvis le había ganado resentimiento cuando vio que Jerry Lee empezó a tener más hits. Se volvió distante. Tuvieron una pelea. Lewis llamó a Presley una marioneta de su manager, el coronel Tom Parker. Escribe Rick Bragg: “Si Jerry Lee era tan listo, supuestamente dijo Elvis, ¿por qué es Elvis el que toca en los recintos grandes, y Jerry Lee toca en el lounge?”.

El día anterior a su paso por el Bulevar Elvis Presley, Lewis había volcado su Rolls-Royce con su cuarta esposa, Jaren Pate, en el auto. Ninguno se hirió de gravedad en el accidente, pero a Lewis lo multaron por conducir bajo el efecto del alcohol. El Rolls fue pérdida total, por lo que justo después compró un nuevo Lincoln Continental blanco.

Lewis dijo que Elvis le llamó al día siguiente y lo invitó a Graceland. Esa noche, Jerry Lee fue a un club, bebió champán, y admiró una nueva derringer .38 que el dueño del lugar le dio. Después, llevó su nuevo auto a las puertas de Graceland. Y chocó con ellas. “El frente de ese auto era larguísimo”, dijo en el libro de Bragg. Chocó con la puerta y siguió hacia enfrente, “Porque estaba borracho”.

Salió del auto. “Vine a ver a Elvis”, anunció. Una versión dice que lo vieron sacudir la derringer. Lewis diría posteriormente que la pistola simplemente se había resbalado del tablero al suelo. Dijo que nunca blandió el arma y que obviamente no tenía intenciones de dispararle a Elvis.

Presley vio todo desde una pantalla del circuito cerrado que tenía adentro. Le dijo a sus guardias que le hablaran a la policía. Llegaron y encontraron el arma. Para entonces, Lewis gritaba y amenazaba a la policía. Los oficiales le preguntaron a Presley qué quería que hicieran. “Enciérrenlo”, dijo él.

“Era un cobarde”, le dijo Jerry Lee a Bragg. “Me lastimó. Eso hizo”.

Cuando Lewis no se presentó a su audiencia el día siguiente, un juez de Memphis ordenó que lo arrestaran de nuevo, pero cambió de opinión cuando aprendió que el pianista estaba internado en el hospital con una úlcera péptica. Elvis nunca habló sobre el incidente. Jerry Lee nunca volvió a verlo.

La úlcera péptica era una señal de un problema más grande y recurrente. En 1981, Lewis entró a un hospital de Memphis muy debilitado: el resultado de años de consumo constante de licor y drogas. Estuvo internado por 93 días. En 1984, los doctores lo diagnosticaron con úlceras perforadas, y cortaron un tercio de su estómago. Le dijeron que tenía un 50% de probabilidades de sobrevivir. Y lo hizo. Jerry Lee Lewis no moriría tan fácilmente. Pero otros lo harían.

El 8 de junio de 1982, su matrimonio con Jaren Pate llegaría a su fin. La pareja estaba citada en la corte ese mismo mes para terminar con la unión. Habían tenido una hija, Lori Lee Lewis, en 1972, pero él se había vuelto distante de ambas. Ese día de junio, Jaren estaba bronceándose en la casa de una amiga. Cuando la dueña de la casa no la encontraba, mandó a su hijo a buscarla. La encontró flotando en la alberca, muerta.

“El forense determinó que la muerte fue un accidente”, escribe Bragg. “Jerry Lee nunca aceptaría a la niña como suya y nadie inició nunca un proceso legal para probar el parentesco. Algunas personas con buena memoria en Memphis aún lo llaman un caso de abandono, algo que no pueden perdonar. Pero los amigos de Jerry Lee dirían que el matrimonio solo había existido en papel”.

En los ochenta la leyenda de Jerry Lee Lewis sufrió otra deshonra seria, aunque no fue muy conocida por el público. Se detalló en un artículo de 1984 de Rolling Stone, ‘The Strange and Mysterious Death of Mrs. Jerry Lee Lewis’. Escrito por el ganador del Pulitzer Richard Ben Cramer, se trataba de un recuento minucioso del matrimonio de dos meses y medio de Lewis con su cuarta esposa, Shawn Michelle Stephens, quien murió a los 25 años el 24 de agosto de 1983, y los míticos detalles alrededor del evento: los moretones y la sangre en el cuerpo de ella, las heridas en forma de rasguños en el antebrazo de Lewis, la presencia de gotas frescas de sangre alrededor de la casa de Lewis en Mississippi, y la investigación superficial de la policía y el reporte del coronel.

“Hubo problemas en la casa del matrimonio de Shawn con la leyenda del rock & roll desde el inicio”, escribió Cramer. “‘¿Me tienes miedo?’ le preguntó alguna vez a su hermana. ‘Deberías. ¿Por qué crees que me dicen the Killer?’. Dos meses después Shawn había muerto”.

Aunque inicialmente se concluyó que la muerte fue por una sobredosis de metadona y que no había “indicio alguno de un enfrentamiento”, Cramer reveló mucha evidencia ignorada (y oculta), incluyendo indicaciones claras de que había ocurrido una pelea en la casa de Lewis la noche antes de la muerte de la joven. Cramer no acusó al cantante de asesinato, pero argumentó persuasivamente que el asunto merecía una investigación más cuidadosa. (Lewis negó todo involucramiento en la muerte de Shawn).

Jerry Lee claramente había disfrutado por mucho tiempo su reputación como un tipo de forajido moderno, viviendo con tragedia, violencia y disolución como los frutos de su desgracia causada por él mismo. Esa era una concepción bastante romántica, pero levantó otra pregunta igual de preocupante: ¿A los fanáticos y cronistas de Lewis les importaba si se había casado con una chica de 13 años, si había abusado de sus esposas, o, de hecho, si había jugado un papel en la muerte de Shawn Stephens? O ¿aumentaba todo esto su imagen de antihéroe? Hasta cierto punto, Lewis —y aquellos que lo veneraban— fueron capaces de transformar sus peores cualidades en una especie de leyenda oscura. Incluso en una marca: the Killer.

A pesar de todos sus escándalos y sus delitos terribles, Lewis había formado una reserva de reputación, en parte porque era incansable. Siguió tocando en conciertos, desde 1956 hasta el 2020. Siguió grabando, lanzando más de 40 álbumes entre 1958 y 2014. Se siguió casando: En 1984, un año después de la muerte de Shawn Stepehns, se casó con Kerrie McCarver; se divorciaron en 2015. Su último matrimonio fue con Judith Lewis (cuyo apellido de soltera era Brown, y había sido esposa del hermano de Myra Gale Brown), y se casaron el 9 de marzo de 2012. Judith estaba a su lado cuando Jerry Lee murió.

El establecimiento del rock & roll, siempre dispuesto a ver hacia otro lado, lo acogió. Fue inducido al Salón de la Fama del Rock and Roll en la primera generación, en 1986, junto a Elvis Presley, Chuck Berry, Buddy Holly, The Everly Brothers, Little Richard, Ray Charles, Sam Cooke, Fats Domino y James Brown. Rolling Stone lo incluyó en su lista de ‘Immortals’ (posteriormente llamada ‘100 Greatest Artists’) en 2005.

Sorpresivamente, el Salón de la Fama del Country —el cual ha existido desde 1961— tardó mucho en inducirlo: No fue admitido hasta octubre de 2022, el mes de su muerte. También tuvo que vivir con una película terrible de 1989 sobre la fama y los escándalos de sus inicios, titulada Great Balls of Fire, basada en el libro de Myra y con una actuación caricaturesca del protagonista Dennis Quaid. Quizá fue una clase de retribución no intencional para Mya.

Jerry Lee Lewis no era simplemente complicado; estaba loco. Algunos artistas pueden solo soñar con ser la persona que soñaron ser cuando están en el escenario, frente a una cámara, cantando una canción o escribiendo una página. Después de esos momentos regresan a su locura, y a pesar de que trascienden a través de lo que crearon para nosotros, también es posible que nunca superen el dolor, el enojo o la depresión que les dio algo que superar en un inicio.

Jerry Lee Lewis sabía quién era cuando no hacía música, pero eso no lo salvó a él ni a quienes lo rodeaban de sus peores impulsos. En 1977 dijo “Mira, solo tengo una vida que vivir. No tenemos garantizada otra. Sé lo que soy; un descuidado, ruidoso y pianista hijo de puta.  Un hijo de puta cruel. Pero un hijo de puta grandioso. Una buena persona. Nunca hice daño a nadie a menos que se metiera en mi camino. Tengo un mal carácter… Tengo que dejarlo salir de vez en cuando”.

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