Su voz, tímida todavía, resuena en las armonías de fondo; ya apunta maneras, pero aun no es potente, ni hechicera.
Antes de romper al frente de Blondie, Debbie Harry formó parte de Wind in the Willows, la banda en la que debutó con un estilo más folk. Una historia que duró un solo disco.
Fue hace mucho tiempo. Antes de convertirse en reina de la new wave en los ochenta al frente de Blondie, antes de alzarse como primera dama del punk deambulando por las noches setenteras del CBGB con la crème del underground neoyorquino, y antes incluso de corear en The Stilettos, la banda donde conoció a su consorte Chris Stein en 1974, con quien engendraría todo lo que son hoy.
Corrían los años sesenta en Nueva York y el verano del amor también abrasaba la Gran Manzana con quimeras libertarias y mantras de flower power que sembraron en Debbie la pasión por el arte, la cultura y la música, encontrando en ella una salida a su rutina de trabajos inciertos como camarera. Entonces apenas superaba la veintena y todavía era morena; ni siquiera había descubierto sus dotes escénicas, su personalidad cantando; pero surgió la oportunidad de unirse a una recién nacida banda de folk como vocalista de respaldo y no lo dudó.
Se llamaban Wind in the Willows.
Desapercibida naturaleza folkie
El grupo, integrado por siete jóvenes —muchos de ellos multiinstrumentistas y casi todos amateur— estaba liderado por Wayne Kirby (voz, contrabajo y piano), Peter Brittain (guitarra solista y voz) y Paul Klein (también voz y guitarra). Habían tomado su nombre de la novela homónima escrita por Kenneth Graham en 1908, un clásico de literatura infantil inglesa donde la mística y la camaradería se dan la mano en una fábula protagonizada por animalitos en plena naturaleza. Con esta declaración de intenciones, al tiempo que acólitos de las corrientes estilísticas del movimiento contracultural del momento y una clara influencia de la obra de The Mamas & The Papas, en 1968 se lanzaron a grabar y publicar el que sería su primer y único disco.
Decidieron bautizarlo de forma homónima a modo de carta de presentación y a su lista de nueve canciones propias sumaron una versión del "So sad" de Everly Brothers (1960) y otra del "My uncle used to love me, but she died" de Roger Miller (1966). Quizá los dos puntos álgidos del álbum, al atreverse con melodías que difieren en buena parte de las originales, aportando además ese plus de coral en la sección vocal que podían permitirse como septeto.
Sin embargo, la matriz de este Wind in the willows, el contenido que nació directamente del grupo a excepción de dos o tres pistas notables como el canto hipnótico de "There is but one truth, daddy" y los sencillos "Moments spent" y "Uptown girl", pasó bastante inadvertido en la época. De hecho, y aunque contaban con el respaldo de Capitol Records, el disco no logró superar el puesto 195 de las listas aquel año y al poco tiempo de su lanzamiento el grupo se disolvió.
Sus miembros tomaron caminos diferentes, destacando por encima de ellos el del productor del álbum, Artie Kornfold, que pasaría a convertirse en el productor del festival Woodstock en 1969 y, por supuesto, el de Debbie que, ya infectada por el gusanillo de escenario, encararía su vida a futuras formaciones. A los pocos años de esta separación entraría a formar parte de The Stilettos y de ahí se encaminaría hacia el éxito rotundo con Blondie.
Su primera vez
Con todo y con eso, estas canciones que pasaron sin pena ni gloria en su día, cuya huella permanece tenue hoy a pesar de haber sido reeditadas en dos ocasiones (en el año 2000 por Edsel Records y en 2007 por Fallout Records), atesoran la valía exclusiva — y también el factor curioso— del estreno musical de Deborah Harry.
Su primera vez ante el micrófono, sus primeros falsetes. Su voz, tímida todavía, resuena en las armonías de fondo; ya es agradable y apunta maneras, pero aun no es potente, ni hechicera. En la mayoría de ocasiones lo hace desde el coro, como la suave "Wheel of changes", pero en "Djini Judy" y "She’s fantastic and she is yours" ya se atreve a salir a la palestra con la fuerza de ese tono que iría perfeccionando hasta ganarse el aplauso mundial al frente de Blondie.
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