viernes, 21 de octubre de 2022

Ozzy ha vuelto del infierno

Fuente: Rolling Stone 

Graves problemas de salud tenían al Príncipe de las Tinieblas preocupado por no poder volver a subir a un escenario. Este es un vistazo a su último regreso.

Tan pronto un par de zapatillas deportivas plateadas pisan la entrada VIP del Alexander Stadium de Birmingham, Inglaterra, comienzan los murmullos. “¿Es Sharon Osbourne?”, un guardia de seguridad le pregunta a otro. “Eso creo”, le responde. “¿Eso significa que…?”.

Los conductores mantienen a los de seguridad –literalmente– en la oscuridad al apagar las luces del domo mientras el Príncipe Eduardo termina su discurso en una ceremonia de clausura de los Juegos del Commonwealth, un evento deportivo parecido a los Juegos Olímpicos que se da a comienzos de agosto. Las zapatillas se acercan al escenario, cuando el público de 30 mil personas escucha un bombo: pum, pum, pum, pum.

“I am Iron Man!”, se escucha una voz familiar desde el éter, mientras Tony Iommi de Black Sabbath se pavonea por el escenario. Cincuenta y cinco años atrás, los miembros de Sabbath –que crecieron en Birmingham– se negaron al casi inevitable destino como trabajadores siderúrgicos para forjar su propio tipo de metal.

Una trampilla se abre en el suelo y una pequeña silueta con los brazos estirados levita hasta la altura de Iommi. “¡Vamos, Birmingham, déjennos escucharlos!”, ordena el personaje mientras los reflectores revelan al frontman fundador de la banda, Ozzy Osbourne, con una sonrisa gatuna.

Es en este momento cuando la audiencia reconoce al héroe local, y su asombro se vuelve ensordecedor cuando Sabbath pasa de ‘Iron Man’ a su mayor éxito, ‘Paranoid’. Resulta que la presentación era tan secreta, que el hijo de Ozzy, Louis, quien también está en el público, no lo puede creer al ver a su papá en el escenario.

Me encuentro con Sharon y Kelly Osbourne en la primera fila, entre los atletas. Parecen muy felices, y por buena razón, este es el primer concierto de Ozzy en casi tres años, después de una serie de lesiones y cirugías que lo hicieron pensar que quizá nunca se presentaría de nuevo.

La salud del artista estuvo grave por un tiempo, pero aquí lo vemos diciendo frases como “¡Vamos a volvernos locos!” y “¡Dios los bendiga a todos!”, sin perder el ritmo. A medida que la canción termina y la pirotecnia explota a su alrededor, grita: “¡Birmingham para siempre!”.

Y tan pronto apagaron las luces, Ozzy y su familia escaparon en camionetas para evitar el cierre de calles al que los británicos están acostumbrados cada que un miembro de la realeza hace una aparición pública; olvida al Príncipe Eduardo, abran paso al Príncipe de las Tinieblas.

Cuando me encontré con Osbourne la tarde siguiente, en una elegante habitación de hotel en Londres, recién se despertaba. “Debo haber estado putamente exhausto, porque nunca me levanto tan tarde”, dice, dejándose caer en un sofá. Se pone cómodo y pide una Coca-Cola Light.

Va vestido muy casual con una camisa negra y unos pantalones de sudadera del mismo color. Ozzy, de 73 años, dejó de tinturarse el pelo durante la pandemia y ahora lo tiene recogido en una coleta. Lleva unos lentes de sol morados al estilo de Lennon, pero cuando se los quita, sus ojos azules penetran con mayor intensidad. De vez en cuando juega con sus auxiliares auditivos, y aunque usa un bastón para moverse y parece como si le doliera algo mientras está sentado durante nuestra entrevista de dos horas y media, la presentación de Birmingham lo ha animado visiblemente.

Está entusiasmado cambiando los cojines de lugar y hace contacto visual para enfatizar algún punto. “Fuck” sigue siendo su palabra favorita y la usa exactamente 540 veces en el tiempo que pasamos juntos, aproximadamente dos veces y media por minuto, además de usarla en una variedad de maneras e inflexiones impresionante. “Hasta anoche estaba semiretirado”, afirma. “Por tres años he estado pensando que no voy a volver a un escenario. Casi que me autoconvencí de que mi carrera artística se había terminado”.

La agonía de Osbourne comenzó en 2018, en lo que se supone sería su última gira mundial. El frontman contrajo una infección potencialmente letal por estafilococos, probablemente por estrechar las manos de los fans en los meet & greets, lo cual le inflamó el pulgar como un balón. Eventualmente se sintió lo suficientemente saludable para encabezar un Ozzfest en Año Nuevo. Pero poco después se cayó a la medianoche en su casa y se agravó una lesión en la columna que había sufrido durante un accidente casi fatal en cuatriciclo en 2003. Después de esa caída en 2019, al Iron Man le pusieron dos placas de metal en el cuello.

Osbourne pospuso meses de gira mientras se sometía a una extensa fisioterapia y tratamiento por lo que él llama “nervios revueltos” en su brazo y pierna. Durante su recuperación, grabó el álbum de 2020, Ordinary Man, que incluye a Elton John, Slash y Post Malone. Mientras lo promocionaba, reveló que los médicos lo habían diagnosticado con la enfermedad de Parkinson. Y entonces, llegó el Covid. El artista logró evitar la peste hasta el pasado abril; sus síntomas fueron leves, pero desde entonces se le ha estado cayendo el pelo y rompiendo las uñas. “No puedo describir lo jodido que me sentía”, dice.

En junio, se sometió a una cirugía correctiva que, según Sharon le dijo a los medios, “definiría el resto de su vida”. Posteriormente, los tornillos de las placas de metal en su cuello se clavaron en su columna vertebral y estaban dejando restos. “Fue una puta pesadilla”, afirmó Sharon. Afortunadamente, desde que el cirujano le quitó las placas, Ozzy se ha sentido mejor.

Eso allanó el camino para la presentación de Birmingham. “No puedo creer que sucediera”, me dice luego Sharon. “Hace seis meses nos preguntaron y tuvimos que decir que no. Luego nos llamaron literalmente unos días antes para decir: ‘Vimos a Ozzy en la Comic-Con, y parece bien. ¿Podría hacerlo?’ Le pregunté a Ozzy y me dijo: ‘Sí, ¿por qué no?’”.

Puede lucir muy confiado en el escenario, pero cuando se baja, es su peor crítico. “Nunca pienso que voy a ganar”, dice. Antes del concierto en su ciudad natal, estaba preocupado: “Estos niños no saben quién carajos soy”. De hecho, Osbourne ha hecho giras de regreso durante toda su vida. Después de que los profesores de la primaria le pusieran un sombrero de burro, se convirtió en el cofundador de Black Sabbath y ayudó a inventar el heavy metal. Cuando Sabbath lo echó, se convirtió en una superestrella en solitario. Se burló de los organizadores del Lollapalooza cuando lo trataron como un dinosaurio, y creó su propio Ozzfest. Incluso sobrevivió a la fama televisiva con The Osbournes, programa que sentó las bases para las familias de reality shows como las Kardashian.

Ahora, con un estupendo nuevo álbum, Patient Number 9, con invitados como Iommi, Eric Clapton y Jeff Beck, así como algunos miembros de Metallica, Guns N’ Roses y los Red Hot Chili Peppers; el tren loco finalmente está en marcha otra vez.

¿Sabías que Winston Churchill se quedaba aquí?”, pregunta Osbourne, admirando la ornamentación con hojas de oro en las paredes de su habitación. Claridge’s abrió sus puertas en 1898, y el hotel sigue siendo el tipo de lugar donde hombres con sombrero de copa y abrigos pesados te abren la puerta del auto. “A Sharon le encanta estar aquí”, señala Ozzy.

Después de su última cirugía, cuando la energía de Osbourne estaba en lo más bajo, le dijo a su esposa: “Lo siento si soy una carga”. Ella le dijo que no fuera tonto. “Mi familia ha sido increíble; mis hijos, mi esposa, han sido muy comprensivos y pacientes”, dice. Al igual que sus amigos.

“Estamos en contacto con frecuencia”, me dijo el año pasado Iommi, quien vive en Inglaterra, a miles de kilómetros de la casa de Los Ángeles de los Osbourne. “Realmente no hablamos mucho, pero porque no servimos para usar el teléfono. Solía llamarme a las dos de la mañana, y yo le decía: ‘Ozz, son las dos de la mañana’. ‘Oh, perdona, está bien. Adiós’. Se le olvida qué hora es en Inglaterra, y por supuesto, cuando suena el teléfono a esa hora, piensas que alguien murió o que algo pasó. Ahora nos mandamos mensajes”.

Además de reconstruir su cuerpo, el artista ha estado afianzando su confianza. A veces le dice a Sharon: “Dar conciertos es lo único que he hecho bien en la vida, o por lo menos es en lo que soy bueno”. “Yo le digo que no es cierto”, explica Sharon. “Ha tenido sus dificultades, y todas han sido muy públicas. Pero no es cierto, es muy duro consigo mismo”.

Ozzy conoció a Sharon a mediados de los 70, cuando el padre de ella, Don Arden, se convirtió en el manager de Sabbath. “Siempre pensé que Ozzy tenía un rostro hermoso y que era muy diferente, en cuanto a su personalidad, pero era algo temerosa”, confiesa ahora. “Estaba acostumbrada a salir con abogados y personas que trabajaban en discográficas. Él era muy diferente, y todas esas personas me parecían increíblemente aburridas”.

Sin embargo, Osbourne estaba lejos de ser aburrido cuando Sharon lo visitó poco después de haber sido despedido de Sabbath en 1979 por intoxicarse hasta convertirse en un inútil. “Solo quería joderme”, comenta. “Se había terminado todo”. Aun así, ella vio una chispa y lo alentó a comenzar una carrera en solitario, incluso se convirtió en su manager. Aunque el frontman todavía estaba casado con su primera esposa, con quien tuvo tres hijos, Ozzy y Sharon se enamoraron.

El cantante contrató una banda de acompañamiento, con Randy Rhoads como figura destacada. El guitarrista de Quiet Riot tenía un enfoque poco frecuente para el heavy metal, inspirado más en Beethoven que en Sabbath. Y gracias a la buena administración de Sharon, a éxitos como ‘Crazy Train’ y a una serie de oportunidades de “promoción” –como Ozzy borracho quitándoles de un mordisco la cabeza a una paloma y a un murciélago–, pronto le comenzó a ir mejor que a Black Sabbath, que había continuado con el cantante Ronnie James Dio.

Sin embargo, en marzo de 1982, la fiesta terminó, y el conductor del bus de la gira convenció a Rhoads y a la peluquera Rachel Youngblood de subirse a un avión privado. Cuando intentó sobrevolar el bus de la gira, el avión se estrelló contra una mansión, y todos murieron. “Asistí a dos putos funerales en una semana; fue horrible”, comenta Osbourne. “Desde entonces, no puedo ir a funerales, me crispa los nervios. No pude ir ni a los funerales de mis familiares”.

El 4 de julio de 1982, Ozzy y Sharon se casaron en Maui, Hawái. Este año, celebraron su 40° aniversario encerrados en su habitación de hotel. “Nos la pasamos de maravilla, nunca salimos, pedimos servicio a la habitación y hablamos de nuestra vida juntos”, comenta Sharon. “Fue perfecto para nosotros”. “Le compré un rubí, porque es nuestro aniversario rubí”, explica Ozzy. “Me costó mucho, $150 mil dólares, por este pequeño rubí. Por eso le dije a Sharon: ‘Creo que estos malditos tipos me estafaron. No pagaría ni $70 mil dólares por él’. Los rubíes son muy raros”.

Después de la muerte de Rhoads, el Príncipe de las Tinieblas siguió adelante con los guitarristas Jake E. Lee y Zakk Wylde, logrando éxitos en MTV con ‘Bark at the Moon’ y ‘Shot in the Dark’. “Me sentía el tipo más afortunado del mundo”, dice Wylde, quien se unió a Osbourne a los 19 años. “Me tenía que pellizcar para estar seguro de no estar soñando”.

Mientras tanto, el consumo de drogas y alcohol de Ozzy aumentó. Mientras admira la chimenea de Claridge’s, el artista menciona dos veces que intentó estrangular a Sharon durante una laguna mental que tuvo en 1989. “No fue mi idea salir a tomar y despertar en la cárcel acusado de intento de asesinato”, dice, todavía reprochándose. Sharon eventualmente retiró los cargos.

“Lo encerraron y estuvimos separados por mucho tiempo, mientras estuvo en tratamiento”, cuenta Sharon. “Al principio, sentí un alivio. Pero después de un par de meses, lo comencé a extrañar mucho. Los niños lo extrañaban. ‘¿Cuándo volverá papá?’. Lo extrañaba, echaba de menos su locura”. Y  así lo aceptó de vuelta.

Desde entonces, Osbourne ha probado los límites de su matrimonio. En 2013, cuando Sabbath estrenaba su primer álbum con Ozzy desde que lo despidieron, se volvió adicto a los analgésicos antes de estar completamente sobrio. Luego, en 2016, Sharon se enteró de que Ozzy había estado teniendo una aventura con su peluquera. El artista buscó lo que describió como “terapia intensa” para su adicción al sexo. Y a pesar de todo, la pareja se mantuvo unida.

Cuando le pregunto a Osbourne cuál es el secreto de su matrimonio, se encoje de hombros. “No sé, pero sé que tengo una buena esposa”, dice. “Ha estado en el rock & roll toda su vida. Pero me ama y yo la amo. No he sido el esposo perfecto, pero ella tiene la razón en muchas cosas”. “Sabía que me estaba casando con un alcohólico”, dice Sharon. “Entonces, ¿qué esperaba sino un camino lleno de baches? Hemos tenido más momentos buenos que malos, no me arrepiento de nada. Salvé a Ozzy y él me salvó a mí”.

«¿Está haciendo calor o estoy… maldita sea…”, el artista se queja. “No hemos alcanzado el sistema de aire acondicionado de Estados Unidos [en Inglaterra]”. Después de unas horas en la suite en Claridge’s, subimos a la sala familiar, donde va a tomar una siesta. Ozzy, descalzo, yace boca arriba en un sofá frente a un ventanal con vista al elegante barrio londinense de Mayfair, mientras se queja sobre la muy publicitada ola de calor del país. “La gente no cree que el cambio climático sea real”, dice con frustración. “Asómate a la maldita ventana, todo está chamuscado”.

La postura política de Ozzy es principalmente liberal. Cuatro años de Donald Trump, un hombre al que compara con “A.H. – Adolph Hitler”, lo tenían preocupado de que fuera a hacer estallar el planeta. Ayer, mientras Osbourne y Iommi se reunían en Birmingham, el FBI allanó la casa de Trump en Florida, y el cantante miró con alegría los noticieros. También ha disfrutado ver cómo procesan a los insurgentes del 6 de enero.

Ozzy y Sharon están planeando volver a su casa en Londres el próximo año. Aunque al artista bromeó con que se va de Estados Unidos porque tiene miedo de los tiroteos masivos, pero me ofrece una explicación más razonable: quiere estar cerca de su familia en Inglaterra y evitar los altos impuestos que, según él, llegan al país para ayudar a reconstruirlo después de la pandemia.

Mientras hablamos, Kelly pasa a saludar. Ella también está harta de la ola de calor en Inglaterra, especialmente porque está esperando a su primer hijo con su novio Sid Wilson, el teclista de Slipknot. (Se conocieron en el Ozzfest). Cuando sale de la habitación, Ozzy sonríe con orgullo y me dice el sexo del bebé. Y en un precioso momento al mejor estilo de The Osbournes, Kelly grita desde la otra habitación: “¡Papá!”. Avergonzado, murmura un “lo siento”, pero cuando ya no nos puede escuchar, añade: “Estoy en las nubes, ella está muy bien”.

El pasado marzo se cumplieron 20 años de The Osbournes, el reality show que puso a la familia de Ozzy bajo el microscopio por tres años, mientras los convertía en superestrellas. El artista recuerda el momento en que se dio cuenta de lo grande que se había vuelto la serie. “Estaba viajando, cuando le dije a uno de mis muchachos que tenía que ir al baño, que parara donde fuera. Se detuvo en un McDonald’s. Cuando entré al baño, el lugar estaba vacío, cuando salí, todo el puto restaurante estaba afuera en el parqueadero junto a mi carro”.

“Tres años de eso, fueron una maldita locura”, continúa. “Los niños estaban consumiendo alcohol y haciendo esto y lo otro. Yo retomé la bebida, porque cuando tienes un equipo de filmación en tu puta casa 24/7, empiezas a enloquecer, ¿sabes? Me les quito el sombrero a las Kardashian, aunque no lo entiendo. Deben tener la piel de cuero, porque yo me volvería loco. Han estado al aire por 15 años o algo así”.

A pesar de los temores de Osbourne, la BBC anunció en septiembre que la familia volvería a lanzar la serie mientras Ozzy y Sharon regresan a su morada de Buckinghamshire, prometiendo hablar del futuro hijo de Kelly y la próxima gira de Ozzy, entre otros temas. (A diferencia del cantante, a Sharon sí le gusta trabajar en televisión. Fue jueza en The X Factor y en America’s Got Talent antes de unirse a The Talk como copresentadora en 2010, y durante 11 temporadas dio su opinión en los debates. El año pasado dejó el programa después de un altercado con la copresentadora Sheryl Underwood, por el apoyo de Sharon a su amigo, el periodista británico Piers Morgan, quien fue criticado por comentarios racistas sobre Meghan Markle. “Por favor, escúchenme cuando les digo que no condono el racismo, la misoginia ni el bullying”, tuiteó Osbourne después. Ahora conduce un programa de entrevistas, también llamado The Talk, en el canal inglés TalkTV).

Al reflexionar sobre la serie original de The Osbournes, el músico está orgulloso de sus hijos por lograr sortear la megafama televisiva. Jack ahora conduce programas de televisión y producirá una película biográfica sobre el romance de Ozzy y Sharon. (El cantante quiere que alguien desconocido lo interprete, no “el puto Johnny Depp”). Kelly fue comentarista por muchos años en Fashion Police y apareció en The Masked Singer. Y Aimee, la primogénita de la pareja, quien decidió no aparecer en la serie, graba música de synth-wave bajo el seudónimo de ARO.

Ozzy está especialmente impresionado por su hijo mayor, Louis, quien “hace todas estas cosas de Ironman”. Cuando aclaro que se refiere a una competencia atlética y no al ‘Iron Man’ de Ozzy, me explica: “Pedaleó como 24 kilómetros, nadó como 16 km, y corrió como 32 km. Lo último le tomó casi 14 horas. Yo le dije: ‘Louis, por eso se inventaron los malditos carros’”.

“El título de caballero”, dice inexpresivo antes de estallar en una carcajada. “No creo que alguna vez llegue a ser nombrado caballero. A la mierda eso”.

Sharon sigue siendo el faro de luz de Ozzy. Su momento más oscuro –“el que me enloquece”, dice– es cuando imagina que Sharon muere antes que él. “Eso es un maldito ‘no’ de mi parte”, afirma, acomodándose en el sofá. “No podría sobrevivir sin ella, lo es todo para mí. Desearía que nos pudiéramos acostar e irnos juntos, pero no funciona así. No sé cómo la gente supera esas cosas”.

Le parece que está inusualmente emocionado por su nuevo álbum. Cuando Andrew Watt, un productor de 31 años, cuyos créditos incluyen a Miley Cyrus y Justin Bieber, sugirió que Osbourne les pidiera a Eric Clapton y Jeff Beck –dos guitarristas que tocaron en una de sus bandas favoritas, The Yardbirds– que participaran en el disco, el Príncipe de las Tinieblas se mofó. “Le dije: ‘Andrew, van a pensar que estoy jodidamente loco’”, cuenta, añadiendo: “Bueno, lo estoy”. Cuando ambos dijeron que sí, el músico no podía creer su suerte.

“Ozzy actúa como un fan”, dice Sharon. “Es fan de Eric y de Jeff Beck, para él es increíble trabajar con ellos”. Hace unos años, con Wylde fueron a un concierto de Elton John. “Tocó éxito tras éxito, tras éxito”, cuenta el guitarrista. “Con Ozzy estábamos viendo y chocábamos las manos y los puños después de ‘Rocket Man’ o ‘Don’t Let the Sun Go Down on Me’. Nos pareció magnifico. Le dije, ‘Hermano, tú tampoco estás tan mal’. Ozzy solo se rio, no se ve al nivel de sus colegas”.

Otros invitados en 'Patient Number 9' incluyen a Iommi y Mike McCready, de Pearl Jam. Robert Trujillo, de Metallica y exmiembro de la banda de Ozzy, y Duff McKagan, de Guns N’ Roses, en el bajo; y Chad Smith, de Red Hot Chili Peppers, junto a Taylor Hawkins, de Foo Fighters, tocaron la batería. Es una colección de artistas que influyeron, tocaron con y se inspiraron en el mismo Osbourne; e incluso con todo el poder de las estrellas, nunca se siente como algo más que un álbum de Ozzy Osbourne.

Lo único que Sharon le pidió a Watt para Patient Number 9 fue que el álbum fuera más pesado que Ordinary Man. Aquí es cuando entra Tony Iommi. Cuando le pregunté por ‘Degradation Rules’, una de las dos canciones con Iommi en la guitarra, Osbourne pregunta, “Sí sabes de qué se trata, ¿no?”, antes de hacer la señal universal de masturbarse. Además de tocar la batería en el álbum, Hawkins también hizo una contribución lírica, según Ozzy, “él fue a quien se le ocurrió ‘RedTube rules’. ¿Es BlueTube o RedTube?”.

“Ozzy ni siquiera sabía qué era Redtube”, dice Watt, refiriéndose al sitio de pornografía. “Agregó la frase y Taylor saltó feliz. Luego le dijimos qué era RedTube, y nos hizo llorar de la risa”. Pero dejando las bromas a un lado, Osbourne se vio afligido por la muerte de Hawkins. “Fue muy triste cuando murió”, comenta. “Era un buen tipo”.

El único artista con el que tuvo algo de dificultad para trabajar fue Eric Clapton, quien le añadió melodías de blues de buen gusto a la balada ‘One of Those Days’, una canción que Watt dice escribieron pensando en que Clapton usara un wah-wah. A diferencia de Clapton, quien despotricó en contra de los mandatos para las vacunas, Osbourne se vacunó sin protestar públicamente. Su verdadero desacuerdo se dio por el coro de la canción, que dice: “Es uno de esos días en los que no creo en Jesús”. La frase surgió de manera inocente cuando Osbourne estaba conversando con Watt sobre un tiroteo escolar que había visto en las noticias; era una declaración sobre la humanidad. “Cuando se lo envié a Eric Clapton, me dijo: ‘Realmente no estoy tan interesado en esas palabras’”, recuerda el artista. “Así que intentamos cambiarlo, ‘No creo que esté aquí todavía’ o algo así. Pero a veces, cuando escribes algo, capturas un momento”. Ozzy presionó y, finalmente, Clapton cedió. (A través de un representante, Clapton se negó a comentar sobre esta historia).

Clapton no fue el único problema. Todos debían tener en cuenta la salud de Osbourne, especialmente durante la pandemia. “Para Ozzy no era seguro salir de casa”, dice Watt. “Nos gastamos cientos de miles de dólares en pruebas para asegurarnos de que estuviera seguro mientras hacía este álbum”.


Mientras hablamos, el artista menciona a amigos o colegas que han muerto, principalmente por alcoholismo. John Bonham, de Led Zeppelin, una vez retó a Ozzy a “una carrera” con 12 botellas de champaña y 12 de whisky. “Le dije: ‘jódete’”, comenta riendo. (Bonham se tomó cuatro botellas y shots antes de vomitar). Y luego está Lemmy, quien impresionó a Osbourne al beberse una botella de bourbon al día durante más de un mes. El objetivo del líder de Motörhead era “probar un poco de todo”.

El artista no puede explicar por qué sobrevivió a varios de sus amigos. Una vez, le enumeró a su doctor todas las drogas y bebidas que había consumido. El médico le dijo: “¿Por qué sigues vivo?”. Ozzy no pudo responder a esa pregunta en ese momento, y todavía no puede hacerlo.

Según Sharon, lleva sobrio nueve años. Osbourne no lleva la cuenta y, de hecho, siempre le pareció que el llevar la cuenta con el calendario, práctica asociada a Alcohólicos Anónimos, era un fastidio. “A mi parecer, si algún día me amputan una pierna, no quisiera quedarme sentado en una silla por el resto de mi vida, contándole a otra gente cómo fue que perdí la pierna”, explica. “Me tocaría adaptarme y seguir adelante”.

“Comenzó a beber porque no tenía confianza en sí mismo y lo hacía sentir bien”, comenta Sharon. “Le dio la confianza que no tenía, pero eso terminó afectándolo. A medida que la afección progresa, la gente se vuelve desagradable, hace cosas malas y se jode la vida”.

Osbourne dice que la razón por la que se queda en casa estos días, no es porque sea tan famoso que atraería a toda una multitud a un parqueadero, sino porque ya no es divertido. Primero que todo, es una persona hogareña que disfruta viendo History Channel o paseando por su finca. “No tengo muchos amigos famosos”, dice. “Simplemente hago lo mío. No me gusta ir a lugares donde todos se juntan: no bebo, no fumo, ya no me drogo. Soy putamente aburrido”.

A medida que terminamos las tres horas de entrevista, Osbourne –todavía en el sofá– se da cuenta de que ha hablado mucho. “No creo que vayas a escribir un artículo”, dice, “vas a escribir una jodida enciclopedia”. Le explico que, con todos los titulares sobre su salud, la gente simplemente quiere saber cómo está. “Me va tan bien como es posible, considerando toda la puta mierda”, comenta. “Si me hubieras visto hace un año, no te lo creías. No me podía mover por lo que sea que el tipo hizo mal en la primera cirugía”.

Ozzy se inclina en el sofá y hace caer su pelo como si estuviera a punto de cabecear, pero lo deja colgando y señala una cicatriz de tres centímetros en la base de su nuca. “Estuve muy mal por un tiempo”, comenta con sinceridad. Ahora, la vida le parece manejable. La cirugía correctiva parece un éxito. Su Parkinson está bajo control; cuando levanta los brazos, se quedan quietos, gracias a una pastilla que toma tres veces al día. Solo tiene que volver a ponerse en forma para que pueda dar un buen concierto.

Además de volver al escenario, ¿qué le queda a Osbourne por alcanzar? “El título de caballero”, dice inexpresivo antes de estallar en una carcajada. “No creo que alguna vez llegue a ser nombrado caballero. A la mierda eso”. Luego el legendario cantante se levanta para desaparecer en la noche, o al menos en su habitación para relajarse un poco más. Mientras nos despedimos, le pregunto si alguna vez ha sentido pena por sí mismo a causa de sus problemas de salud o si siente que está diseñado para seguir adelante. “No soy diferente a los demás”, afirma. “Simplemente me niego a morir”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario