“Incluso nos dio su solución a la locura que ha llevado a modificar las agendas de algunos compañeros de profesión: “Se necesita gente con mucho amor para combatir la violencia. Gente con un corazón rebelde” antes de, obviamente, cantar la canción titular de su reciente trabajo y presente gira”
Fuente: Efe Eme
El Rebel Heart Tour de la reina del pop se ha detenido en España dentro de su gira internacional.
Madonna comienza los conciertos de su “Rebel Heart Tour” con la frase recitada por Mike Tyson al inicio de ‘Iconic’: “Soy lo mejor que el mundo ha visto. ¡El / La mejor de todos los tiempos! Soy alguien que nunca olvidarás porque trabajo duro y sudo con mis lágrimas. ¡No se me puede parar! Nunca más volveré a caer y si lo hiciera, volvería”.
Esta, al igual que el resto de las nueve canciones de su décimo tercer y último disco que interpretó en la primera de las dos noches en la península española, seguramente no pasará a ser un himno de su reconocible cancionero, pero sin duda encaja a la perfección en un espectáculo mayúsculo que mantiene atento hasta al más experimentado en producciones hollywoodenses. Sin duda Jamie King, el director del show, merece su premiación. Así como deberían tener nominación propia los afamados diseñadores de vestuario que visten a la estadounidense (y a cada uno de sus multirraciales colaboradores), los creativos multimedia de Moment Factory y Veneno Inc. que conciben la cautivadora ficción visual y los coreógrafos que se esfuerzan por marcar tendencia entorno a la danza contemporánea.
A Lunice, quizás un próximo productor de la Reina del Pop, le tocó caldear al público, que con cuenta gotas iba logrando acceder al Palau Sant Jordi de Barcelona después de ser minuciosamente cacheado por aquello de aparentar control total tras la situación acaecida en los últimos días. Para lograrlo la mitad del dúo TNGHT disparó su artillería pesada durante sesenta minutos con una incisiva sesión de EDM trap y bassline, a la vez que nos transmitía el espíritu más juvenil de la pista de baile, vocalizando los rapeados sampleados y moviéndose sin miedo en la soledad del inmenso montaje.
Aún hubo tiempo de desesperar hora y cuarto, y helarse bajo el aire acondicionado del pabellón, mientras el numeroso personal (formado por una banda de seis músicos, unos veinte bailarines e incontables técnicos) aguardaba a que cada uno de sus 16,000 fans hubiese podido colocarse adecuadamente para disfrutar de la experiencia. El ‘Wanna be startin’ somethin’ del coetáneo Michael Jackson sonando a volumen real fue la señal para abrir el telón a la décima gira mundial de Madonna Louise Ciccone (16 de agosto de 1958). Probablemente la más rentable de la actualidad y, porqué no decirlo, una de las más gozosas.
En una producción multimillonaria debe haber poco margen a la improvisación para que las cosas sucedan como a priori están previstas, y el factor sorpresa se puede perder apenas se acuda con un poco de curiosidad a la Wikipedia para leer sobre ello o bien visualizar algunos vídeos. Como ya se sabe que a la ambición rubia le gusta el ensayo –en busca continua de la perfección– y los detalles no son casuales sino intencionadamente buscados.
Durante las dos horas que se pasan volando (figuradamente) también hubo momentos aparentemente improvisados, el aliciente para esos aficionados que siguen a su estrella durante más de una cita en la misma gira. La recompensa por estar siempre ahí, rodeando la inmensa pasarela con forma de cruz con cabeza de corazón o, desde otra perspectiva, con apariencia de genital masculino. Sí, nada nuevo: sexo, sensualidad, espiritualidad, pasión, amor y sacrificio.
Al terminar la coreografía de ‘Body shop’, la artista se mostró especialmente cómplice con el cuerpo de bailarines. Presumió ante su audiencia del físico (textualmente) de tres de ellos ataviados como “mecánicos” de los años 50, pidiéndoles que desnudasen sus esculpidos torsos. Madonna, que se mostró más como matriarca que como divinidad, no dudó en bromear a cada oportunidad que le acercaba al borde del escenario. Se dirigió con naturalidad, siempre con la provocación por bandera, a su público al que cariñosamente denomina bitches (siervos). Repitió en español las frases “Estoy muy caliente” y “Yo te quiero mucho” y sentenció “No quiero oír hablar del pecado” justo antes de cantar ‘Don’t tell me’. Incluso nos dio su solución a la locura que ha llevado a modificar las agendas de algunos periodistas: “Se necesita gente con mucho amor para combatir la violencia. Gente con un corazón rebelde” antes de, obviamente, cantar la canción titular de su reciente trabajo y presente gira.
Lanzó un ramo de novia para buscar esposo y comprobando quien lo cogía, espetó: “Entre tanto gay o chico mono dispuesto a regalar su anillo de compromiso (con la novia al lado), prefiero seguir siendo virgen. Qué frikis son los españoles”, antes de embaucarnos con una desnuda versión al ukelele de la eterna ‘La vie en rose’ –el único tema ajeno a su autoría–. Sorprendente fue la aparición del súper modelo vasco Jon Kortajarena, a quien ¡cómo no! se la ha relacionado como amigo íntimo, el cual se dejó seducir por la fruta prohibida (literalmente) durante ‘Unapologetic bitch’, la última canción antes del clásico hit que fue ‘Holiday’, siempre festejado y en esta ocasión como único bis.
Un icono así no se fabrica ni siquiera en tres décadas, se ha de parir, y con esfuerzo y algo de suerte se hace realidad. Madonna consiguió serlo desde hace mucho y parece no estar dispuesta a ceder su trono. Por más que se la discrimine por edad como creadora o referente de lo que debe estar de moda –no tanto como empresaria– o se le intente buscar una heredera más o menos efímera. La “chica material” es consciente del show business y puede gozar comprobando cómo sus adeptos se van renovando, que no sumando, tras cada premeditada metamorfosis que la diva sufre. Prácticamente hay una rubia para cada momento. ¿Cuál es o fue la tuya?
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