Fuente: Rolling Stone
La década arrancó de la mano de la última gran revolución del rock. Repasamos algunos de sus símbolos.
El disco: ‘Nevermind’
El talento de Kurt Cobain era inmenso, pero este disco jamás hubiese sido el éxito universal que fue sin la capacidad para convertir la suciedad en música para todos los públicos del productor, Butch Vig; ni la forma en que David Geffen comprendió que podía ir un paso más allá de Guns n’ Roses, satinando lo aparentemente invendible, domesticando la rebeldía casi en tiempo real.
La ciudad: Seattle
Hoy la gente hace música en Internet junto a personas que no conoce. Entonces, las bandas se formaban con los vecinos o a través de un anuncio en la pared de un bar. Seattle fue la última verdadera escena de alcance mundial nacida en los confines de casi el mismo código postal.
El look: Vestiditos y Dr. Martens
Ellas, vestido de muñequita, pintalabios rojo y Martens. Ellos, camisas de leñador, pantalones cortos militares y jerseys raídos. Todo fue realmente viejo hasta que las firmas de moda descubrieron que podían forrarse haciendo ropa nueva con aspecto de haber salido de un contenedor.
La película: ‘Singles’
En esta cinta protagonizada por Matt Dillon y Bridget Fonda se recrean los tics éticos y estéticos del movimiento grunge. Más tarde, Ben Stiller haría Reality Bites, que era menos grunge, pero, al menos, tenía algo parecido a un argumento.
El libro: ‘Generación X’
En un pasaje de la novela de Douglas Coupland, los familiares del protagonista vuelven del Reino Unido imitando el acento inglés. Coupland se ríe de ellos: En el grunge todo debía ser real. Curiosamente, el canadiense armó este discurso con una novela cuya estructura era puro artificio.
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