domingo, 10 de agosto de 2014

Charlie Manson: las confesiones del psicópata más famoso del rock


Fuente: Rolling Stone
En el 45 aniversario de los asesinatos de Tate-Labianca, recuperamos esta entrevista a su responsable, el asesino más famoso del rock

En San Joaquín Valley, California, a las afueras de una apestosa ciudad infestada demoscas y castigada por el viento llamada Corcoran, se encuentra la prisión donde Charlie Manson cumple la cadena perpetua por los asesinatos de Tate-Labianca en 1969, las muertes que supusieron el fin de la era de la paz y el amor. Su aspecto no es el mismo de antes, con su suave perilla, sus ojos locos de Rasputín y su fantástica habilidad para abalanzarse sobre el juez que presidía su juicio, listo para clavarle un lápiz en la garganta al honorable antes de que dictase sentencia, ganándose instantáneamente el veredicto de culpabilidad. Aquellos días acabaron. Ahora tiene 79 años. Es un señor de pelo canoso y mal oído, con los pulmones en mal estado y prótesis dentales rotas. Camina con un bastón y lo levanta a modo de saludo a los visitantes, uno de los cuales es una delgada mujer a quien llama Star.

“¡Star!”, dice. “No es una mujer. Es una estrella en la Vía Láctea!”.

Star tiene 25 años, proviene de una ciudad en la ribera del Mississippi, viste de forma remilgada y tiene un extraño sentido del humor. Charlie es probablemente el asesino más famoso de todos los tiempos. Ha pasado los últimos 44 años en prisión, casi 60 años en total, lo que significa que apenas ha pasado dos décadas de su vida como un hombre libre. Nunca volverá a salir. Por su parte, Star ha vivido en Corcoran los últimos siete años, desde los 19. No fue la reputación de asesino de Charlie lo que la trajo hasta aquí, sino su ideología pro medioambiente, conocida por las siglas ATWA, que significan en inglés aire, árboles, agua y animales. Está aquí para dirigir webs pidiendo clemencia para Charlie (mansondirect.com, atwaearth.com) y visitarle los sábados y los domingos, hasta cinco horas al día, siempre que no esté incomunicado. “Sí, bueno, puede que la gente crea que estoy loca”, suele decir. “Pero no tienen ni idea. Esto me hace bien. He nacido para ello”.

Las reglas les permiten darse un beso de bienvenida y otro de despedida. Ahora se dan un besito, un abrazo y se sientan frente a frente. Lo primero que se nota deManson es la X (que más tarde cambiaría por una esvástica) que se grabó en la frente durante el juicio en protesta por el tratamiento que le dio la justicia, un acto que copiarían sus defensores y, años después, también Star. Lo segundo que se nota es que, pese a su edad, no tiene los desagradables detalles del envejecimiento: ni pelos en las orejas, ni en la nariz, ni suciedad en las comisuras de la boca. Tiene buen aspecto. Lo tercero, la suavidad de su conversación. 

De repente, antes de que me haya dado cuenta, Charlie me está tocando la punta de la nariz con un dedo, con la rapidez propia de la lengua de una rana. Se abalanza y se retrotrae al instante.

Se inclina hacia delante. Puedo sentir su aliento en mi oído. “He tocado la nariz de todo el mundo, tío”, dice tranquilamente. “No hay nadie a quien no pueda tocársela”. Se inclina hacia un lado y dice: “Sé lo que estás pensando. Relájate”. Y un momento más tarde: “Si puedo tocarte, puedo matarte”.

Pone su mano sobre mi brazo y empieza a frotarlo. Una hora después, hablamos sobre cómo era el sexo en el rancho en los viejos tiempos, el sexo en grupo, todas aquellas chicas a su lado, y unos cuantos chicos. “Era algo parecido a esto”, dice, volviendo a poner su mano sobre mi brazo y deslizándola hasta el codo y otra vez abajo. “Así era. Todos lo aceptábamos. No podías negarte. Estabas con gente que quería a la gente”. Asiento, porque, por un instante, con su mano en contacto con mi piel, deslizándose hacia arriba, puedo comprender cómo era. Es una buena sensación. Suena inesperadamente bien eso de dejarse llevar, incluso por Charlie Manson.

Mientras, Star organiza unas cosas sobre la mesa: caramelos, pastel de calabaza, patatas fritas, tarta de fresa y magdalenas. Charlie coge un caramelo. Así pasa el día. Así espera su final.

Lo que la mayor parte de la gente sabe y cree sobre Manson proviene fundamentalmente del libro que, Vincent Bugliosi, abogado de la acusación, escribió con el recuento de los crímenes, la investigación y el juicio bajo el título Helter skelter, que ha vendido siete millones de copias desde su publicación en 1974, más que cualquier otro libro basado en crímenes reales. Es un libro que dejó aterrada a la sociedad del momento cuando se publicó. 

Bugliosi lo expuso de esta manera: el 21 de marzo de 1967, después de cumplir una condena de seis años por violar la condicional tras falsificar un cheque de 37 dólares, el criminal Charles Milles Manson, de 32 años, salió de prisión y se introdujo en el ambiente de paz y amor de San Francisco. Era el “Verano del amor”. Nunca había visto algo parecido, amor libre, comida gratis, abrazos por todos lados, marihuana y ácido, chicas, muchas chicas, buscando a alguien que las encontrase. Charlie era su hombre. Tocaba la guitarra, poseía el misticismo de los exconvictos, entendía y aplicaba perfectamente el mantra de “puedes ser libre”. Las chicas se pegaron a él. La primera, la bibliotecaria Mary Brunner, seguida por la hermosa Lynette Fromme, no tardaron en seguirlas Squeaky, Susan Atkins y la rica heredera Sandra Good. Ese fue el principio del fin.

Acabaron mudándose a Los Ángeles. Sobre todo, según Bugliosi, porque Manson quería ser una estrella del rock. Se hizo amigo de Dennis Wilson, de los Beach Boys, que le mostró que tenía potencial, y también del productor Terry Melcher.

Se movía por todos sitios. Todo el mundo follaba con todo el mundo. Mucha diversión, mucho amor. Todo eso era real, salvo cuando, como varias de las chicas testificarían más tarde, Charlie golpeaba a alguna de ellas. Vivían en el rancho Spahn, donde Charlie solía decir que él podría ser Jesús, y donde todo el mundo le trataba como tal. Todo fue bien durante una época. Chicos que nunca habían tenido un hogar, lo tenían. Nunca se vieron tantas caras sonrientes. Pero algo cambió en 1969. Los Beatles acababan de publicar su White album y Manson desarrolló un apego especial con su tema Helter skelter. Veía en él una apocalíptica e inminente guerra entre blancos y negros, durante la cual, él y su grupo vivirían en el desierto, bajo tierra. Al finalizar dicha guerra (ganarían los negros), estos le suplicarían que fuera su líder, porque eran incapaces de dirigirse por sí mismos.

El bestseller de Bugliosi, abogado de la acusación que propagó la imborrable idea de Manson

Según el relato de Bugliosi, Manson se cansó de esperar a que comenzara dicha guerra, así que el 9 de agosto de 1969, decidió comenzarla enviando a Tex Watson, atleta estrella en el instituto; a Patricia Krenwinkel, antigua estudiante en un colegio católico; Susan Atkins, que cantó de joven en un coro de iglesia; y a Linda Kasabian, una recién llegada, a casa de unos ricos que vivían en Cielo Drive (Los Ángeles) con la orden de “eliminar por completo a todo el mundo que hubiera dentro, de la forma más espantosa posible”. Tenían que dejar señales de brujería y pistas que condujeran a pensar que había sido obra de los Panteras Negras. No había posibilidad de negarse. O, al menos, nadie lo hizo.

“Soy el diablo y he llegado para hacer el trabajo del diablo”, anunció Watson al entrar a la casa. Unos 25 minutos y 102 puñaladas después todo acabó, al menos aquella noche.

Entre los asesinados se encontraban Sharon Tate, actriz de 26 años y esposa embarazada del director Roman Polanski; Jay Sebring, el peluquero de las estrellas, de 35 años; Voytek Fryowski, guionista de 32 años; y Abigail Folger, heredera del magnate del café Folger, de 25 años. La siguiente noche, con la colaboración de Leslie Van Houten, que fuera reina del instituto, sumaron 67 puñaladas más en lo que parecía el asesinato de una pareja al azar, Leno LaBianca, propietario de una cadena de ultramarinos, de 44 años, y su esposa, Rosemary, de 38, cuando entraban en casa. En ambo casos, los asesinos dejaron las palabras “cerdos” y “muerte a los cerdos” escritas con sangre.

Según lo vio Bugliosi, esos detalles intentaban conectar los crímenes con los negros; los blancos irían a por los negros; los negros se rebelarían; la revolución comenzaría. Bugliosi dijo que Manson le puso nombre a su plan: Helter skelter, en homenaje a la canción de los Beatles. Era un escenario demencial que los colegas de Bugliosi –abogados y cuerpos de seguridad– habrían deseado que éste hubiera reducido a algo más cotidiano, como robo o ajuste de cuentas. Pero Bug [bicho], como Manson le llama, no se dejó intimidar. Le ofreció inmunidad a Kasabiany con ella como testigo estrella, consiguió que tanto el jurado como el resto del país creyeran la historia de Helter skelter. En 1971 los acusados fueron consideradosculpables y condenados a pena de muerte, que acabó siendo cadena perpetua cuando el Estado eliminó brevemente la condena a muerte. Hace cuatro años, Atkins murió de cáncer a los 61 años. Krenwinkel, de 65 años, y Van Houten, de 64, están en el penal para mujeres de Chino, California, donde son prisioneras modelo y continúan esperando la libertad condicional. Watson, de 67 años, se encuentra preso en la prisión estatal de Mule Creek. Todos han repudiado a Manson. 

“Existen miles de malvados y peligrosos convictos en la calle, y ha habido crímenes más brutales que los de Manson. Entonces, ¿por qué se sigue hablando sobre Charles Manson?”, se pregunta Bugliosi. “Poseía una cualidad que sólo una persona entre mil tiene. Un aura. ‘Vibraciones’, lo llamaban los jóvenes en los 60. Allá donde fuera, los chicos gravitaban en torno a él. Yo no podría convencer a nadie para que fuera a la tienda a comprarme un batido. Sin embargo, este tipo… No sé lo que tiene”.

¿Cómo podría saberlo nadie? Es algo inexplicable, y nadie lo sabrá nunca, de la misma forma en que yo nunca podré averiguar o comprender por qué cuando Manson puso su mano en mi brazo me sentí tan bien, deseando que la dejara allí un poco más. Es una presencia. Es esa presencia y su forma de usarla la que ha le ha mantenido los últimos 44 años en el segundo puesto de las superestrellas del mal, solamente por debajo de Hitler. 

Hablé por primera vez con Star en septiembre de 2012. Dos meses después hablé con Manson por teléfono, que empezó a mostrarse cada vez más nervioso por verme, algunos días no muy convencido, otros riñéndome por ser un secuaz de la prensa. “Eres un tipo distante, tío”, me dijo un día.

Charlie dice las mismas cosas que al principio. Nunca le dijo a Tex que matara a nadie (“No di instrucciones a nadie para que hiciera ni una puta cosa”), es inocente(“¡Nunca he matado a nadie!”), no existía ninguna Familia (“¡Bug se lo inventó!”), él no era ningún líder (“Di lo que sabes; que todos somos libres. ¡No soy el jefe de nadie!”), Helter skelter no era lo que Bugliosi contó que era (“¡Tío, eso no se lo traga ni un colgado!”), se le denegó el derecho a ser su propio abogado durante el juicio(“¡Yo sólo quería mis derechos!”) y el gobierno le debe 50 millones de dólares “y el castillo Hearst, por 45 años de mentiras”. Pero nada de esto importa si echas un vistazo a lo que le estamos haciendo a nuestro aire, a los árboles, al agua o a los animales; algo que más de una vez ha utilizado como justificación, independientemente de si estuvo involucrado o no.

“Mira, así funciona”, cuenta. “Coges a un bebé y” –ahora dice algo horrible sobre lo que puedes hacerle a ese bebé, mucho peor que cualquier cosa que pudieras imaginarte– “y muere”, y vuelve a decir algo igualmente desgarrador. Continúa: “Sé lo que estás pensando. Puedo ver tu cerebro agitándose y yendo de un sitio a otro. Pero, ¿qué sucede cuando muere un bebé?”. Inspira y espira, y vuelve a hacerlo. “Un perro lo habría hecho, matar por un poco más de aire. Así que, ¿estuvo mal lo que les pasó a aquellas personas?”. Y es en estos momentos en los que te das cuenta de que la cárcel es el único lugar para él y pides con toda tu alma que no vuelva a ponerte su mano sobre tu piel de nuevo.

Las visitas a charlie son agotadoras para Star. Antes solía ir con un tipo alto y demacrado llamado Gray Wolf, de 64 años, creyente de Manson desde los días del rancho Spahn que también se grabó una X en la frente al mismo tiempo que Star. Recientemente fue arrestado por intentar introducir en prisión un móvil para Charlie. Ya no puede visitarle.

La historia de cómo llegó Star hasta aquí se parece a cómo las chicas del rancho Spahn llegaron hasta allí, como una reacción contra el mundo que las rodeaba. Ella creció cerca de St Louis, tuvo unos padres profundamente religiosos y les disgustaban todos sus amigos. “Creían que yo me estaba convirtiendo en una hippie”, dice. “Fumaba marihuana, comía setas, no quería ir a la iglesia todos los domingos, no quería casarme con un pastor”. Para mantenerla alejada del peligro la encerraban en su habitación. Un día, un amigo le dio un papel con algunas palabras de Charlie Manson sobre el medio ambiente. Nunca había oído hablar de Manson, pero le gustó lo que decía –“El aire es Dios, porque, sin aire, no existiríamos”– y empezó a escribirle. Después de un tiempo carteándose, empezó a trabajar en una cocina de una residencia de ancianos, ahorró 2.000 dólares [1.500 euros], y en 2007 cogió un tren a Corcoran. Charlie le puso el nombre de Star.

Charlie se levanta por la mañana, sale de su celda, desayuna, coge una bolsa con la comida, vuelve, echa una cabezada, se toma la comida, se echa una siesta, camina de un lado para otro, tal vez echa una partida al ajedrez, se va a cenar, tiene que estar de vuelta en su celda a las 20:45 h. y no tiene una hora específica para apagar las luces. “Me gusta mi celda”, dice. “Es como aquella canción que compuse. La llamé In my cell, pero los Beach Boys le cambiaron el nombre a In my room”.Manson suele contar esta anécdota, algo absurdo, ya que la canción se publicó en 1963, cuatro años antes de que Manson acabara su condena por robo con violencia.

No suele ver la tele. Toca la guitarra y a veces le da consejos musicales a su colega Corona, un asesino en serie. “No soy profesor, pero le enseño acordes y progresiones”. Recibe unas mil cartas al año, más que cualquier otro prisionero. A veces manda autógrafos que dicen “el líder de una secta hippie me obligó a hacerlo”. Durante su tiempo en prisión ha cometido 108 infracciones. La última, en 2011, por tener “un arma fabricada por un interno” (un cristal de gafas afilado), y estuvo incomunicado un año.

Al acabar la tarde va a la zona de los teléfonos. Sus llamadas son grabadas, pero puede hacer tantas como quiera, a cobro revertido, de 15 minutos como máximo, y hace muchas. Lo sé porque llevo meses recibiéndolas. Me llama mientras estoy en el cine, mientras conduzco, mientras paseo a los perros, mientras estoy en cualquier lugar de los que él nunca podrá volver a ver nunca más.

Así es como han comenzado varias de las conversaciones recientes: “Hola, hola. ¿Estás listo? Vale. Hay siete pasos desde la sala de espera a la cámara de gas”. “Lo he olvidado -¿estaba yo enfadado contigo o tú conmigo?”. “¿Vendrías a contemplar el cielo conmigo? ¿Te llevarías los rayos de la luna a casa?”. “¿Por qué no te adelantas y me dices lo que prefieres, así yo me adapto y nos vemos en la playa?”.

A veces parece solo (“Star, Star, nadie viene a visitarme salvo Star”). A veces habla bien de Neil Young porque una vez dijo que el estilo musical de Manson era bastante bueno. “No me la jugó, no intentó robarme mis ideas como Zappa y otros. Es un tío legal”. Y otras veces intentó timarme.

“Me prometiste la mitad”, dice.

“¿La mitad de qué?”.

“De lo que fueras a darme”.

“Bueno, la mitad de nada es nada”.

“Bueno, entre mitad y mitad sigue habiendo una mitad. De la misma forma que uno y uno sigue siendo uno. ¿Ves?, te has confundido, cariño. ¿No sabías que eras mi mujer? Te reconozco”.

Luego se enfada y empieza a gritar: “Soy un forajido, soy un gánster, un rebelde y siempre disparo a matar”, lo que siempre me hace sonreír, pues son cosas bastante cómicas de decir sobre uno mismo.

Aunque no quieras saber nada sobre su vida sexual, te lo cuenta. “Crees que soy demasiado viejo para hacerme una paja. Piensas: ‘Es demasiado viejo para follarse a su almohada’. Pero no lo soy. Mantengo activo mi aparato. Sigo siendo yo”.

Y luego continúa otra vez hablando sobre la nula simpatía que siente hacia las víctimas del caso Tate-Labianca, y mucho menos por Sharon Tate. “Es una estrella de Hollywood. ¿A cuántas personas asesinó ella en la pantalla? ¿Era tan hermosa? Puso en peligro su cuerpo con todo lo que hizo. Y si era alguien tan hermoso, ¿qué hacía en la cama de otro hombre cuando todo comenzó? ¿Qué mierda es esa?”.

Finalmente saca su atemporal artillería sobre Jesús y su tropa y dice: “Creo que no captas la gravedad de la situación, tío. ¿Cómo puedes entrevistar a Jesús mientras está muriendo en la cruz?”. O: “No preguntes por qué crucificaron a Cristo, pregúntate por qué están crucificando a Cristo”. Y si me río de ello, se enfada y dice: “Cuando vienes a hablar aquí conmigo estás tú solo. Me importa una mierda lo que seas. Iré a por ti. Te llevaré a la tumba. ¿Qué vas a hacer, mierdecilla? ¿Quién te protege, cariño?”.

Así es como pasa los días. Hasta el último.

“Bueno, me tengo que ir”, dice. “Hablamos”.

Y luego, con resentimiento, habla sobre los crímenes. No mucho, ni de una vez, lo suficiente para que, con el paso de los meses, puedas juntarlo todo y conseguir una rudimentaria historia.

Más o menos ésta es su versión de lo que sucedió, y dista bastante de la de Bugliosi:Tex Watson tenía problemas con un camello llamado Bernard “Lotsapoppa” Crowe, así que llamó a Charlie y le pidió ayuda, y éste lo hizo disparando a Lotsapoppa. No le mató, pero creyó haberlo hecho. Ahora Tex estaba en deuda con él, de hombre a hombre. Entonces, su “hermano” Bobby Beausoleil tuvo problemas con otro camello llamado Gary Hinman y también le pidió ayuda. Manson se la ofreció yendo a casa de Hinman y rajándole la cara con su navaja. Después de eso se marchó de allí, dejando a Beausoleil con un problema mucho mayor del que ya tenía –qué hacer con Hinman, que ahora estaba herido y dispuesto a llevar a la policía hasta el rancho Spahn. Beausoleil no podía permitir que aquello sucediera, así que mató a Hinman. Luego fue arrestado. Alguien del rancho –Manson no dice quién: “No soy un chivato”–, tuvo la brillante idea de cometer varios asesinatos con la firma del de Hinman. La idea era que, como era imposible que Beausoleil pudiera estar en dos lugares a la vez, le dejarían libre.


“¿Ves?, he salvado a Tex del destino que tenía previsto. Así que cuando mi hermano se encontró con un problema, se lo dije a Tex. Él me dice: ‘Vamos a sacar a tu hermano de la cárcel. ¿Qué tengo que hacer?’. Yo le dije: “A mí no me preguntes. No quiero saber nada, tío. Conozco la ley. Llevo toda la vida caminando sobre el alambre. Haz lo que quieras hacer’. Sabía lo que Tex estaba tramando. También sabía que no era asunto mío. Me dice: ‘¡Mataré a todo el mundo!’. Yo le digo: ‘¡No me digas nada! ¡No quiero saberlo!’. Ellos dicen: ‘Vamos a matar a esta gente’. Y yo les digo: ‘Entonces, buena suerte”.

Así que, Tex y las chicas se marcharon y acabaron en la casa de Cielo Drive que una vez alquiló el productor musical Terry Melcher, que había ido al rancho en alguna ocasión, escuchó la música de Manson, y aparentemente decidió que Manson no tenía mucho talento. Aunque Manson le dijo a todo el mundo que iba a firmar un contrato discográfico.

“Sí, fue la casa de Terry Melcher, un tipo que mintió a todo el mundo en el rancho, diciendo que haría cosas que nunca hizo. Le dio esperanzas a la gente, ¿sabes? Terry era un tipo malcriado que tenía siete coches y nada de qué preocuparse. Le engañé en una partida de cartas y le gané la casa. Aquello fue parte partida de cartas, parte estafa, todo maldad, je, je. Pero le gané. Me lo debía. Así que Terry Melcher también formó parte de todo aquello. Hizo muchas cosas que estuvieron mal. Pero nadie la tomó con él. Nadie. Alguien debió acordarse de él y cuando se acercaron allí les resultó un lugar familiar, así que entraron. Casualmente Sharon Tate estaba allí, eso es todo. Tex hizo lo que tenía que hacer. Buen chico. Buen soldado. Le tendrían que haber condecorado con la estrella de plata”.

Y la noche siguiente, ¿fue a la casa de LaBianca?

“Sí. Entré y vi a un señor mayor en un sofá y le dije: ‘Lo siento, tío, pensaba que no había nadie’. Solía ir allí siempre que organizaban grandes fiestas en la casa que Harold True tiene al lado. Estaba vacía. Era el picadero que usaban los tíos para acostarse con las chicas. Viví allí unas dos horas en una ocasión. De todas formas, cuando me giré para salir Tex estaba detrás de mí. Fue jugada suya, no mía”.

¿Qué hizo después de marcharse? ¿Ató a los LaBianca y les dejó para que se las vieran con Tex y las chicas, que es lo que Tex dice que sucedió?

“No”, dice tranquilo. “Por supuesto que no”.

Tanta muerte, tanta violencia.

“¿Qué violencia?”, dice, alzando el tono. “¿Qué hay de violento en apoyar el dedo en el gatillo? Eso no es violencia. Hay una persona delante de ti y si aprietas el gatillo deja de estarlo. ¿Qué hay de violento en ello? Pero déjame que te pregunte algo:¿Me perdonarás alguna vez por lo que crees que hice? Piensa en ello. No dejes que tu cerebro sea mediocre. Yo no maté a nadie. Así que, ¿me perdonarás por lo que crees que hice?”.

Pasados 44 años, los hechos ya no lo son más, son creencias y conclusiones confeccionadas a partir de sombras mal iluminadas, arrojando luz sobre aspectos interesados, o como a Charlie le gusta decir, “perspectivas”. “Helter skelter no fue una mentira”, dice. “Fue el punto de vista de Bugliosi. Cada uno lo cuenta como quiere. Las causas fueron un montón de cosas que estaban en la cabeza de Tex y en las nuestras, y había muchas discrepancias. Había muchos motivos, tío. En aquella casa cada persona tenía un motivo distinto. Fue una idea colectiva. Un episodio psicótico, ¿Y quieres culparme por ello?”.

Bugliosi no tuvo elección. Es imposible procesar a un episodio psicótico colectivo. Tienes que reducirlo a un único rostro y motivo dominante. Pero, según Manson y otras personas asociadas a la Familia, el verano de 1969 estuvo repleto de sucesos: paranoia después de que Charlie matara a Lotsapoppa (o creyera hacerlo), paranoia tras el encarcelamiento del hermano Bobby, LSD flotando en el aire, armas en el suelo, malogrados negocios con las drogas, necesidad de dinero, los activistas Weathermen volando a Cuba para aprender cómo se hace la revolución, el constante ruido de fondo de los Panteras Negras, coches robados, chicas menores de edad nadando en la piscina, alegres ingestas de ácido, Charlie hablando a través de metáforas, adivinanzas y paradojas, imaginaciones que quizás se tomaron demasiado literalmente, Charlie atemorizado por si alguien le delataba por lo de Lotsapoppa, grandes ideas surgiendo de la gran mente colectiva, psicosis en masa y un motivo distinto para cada persona. Hasta cierto punto todo eso es cierto, Manson tal vez podría ser un hombre inocente, como él se considera, o, en caso de ser culpable, tan culpable como el resto; o, en caso de ser culpable, tal vez completamente culpable: puede que su temor a que alguien le delatara sobre Lotsapoppa le hiciera concebir un plan para que todos se involucraran; o puede que Charlie no tuviera nada que ver con eso y todo fuera obra de Watson intentando librarse de un problema de drogas.

Manson por Bettmann/Corbis

Manson siempre dice que el tiempo no significa nada para él, que “en el vestíbulo del siempre vivo mil años en un segundo, tío”, así que, de creer en sus palabras, hoy es el día en que nació en 1934, su madre una adolescente de 16 años de Cincinnati. Nunca conoció a su padre y su madre era una irresponsable borracha. Creció en centros de menores y reformatorios, recibió su educación de adulto de sus compañeros en la cárcel. Resultó acabar siendo un pobre criminal, un inepto proxeneta, un pésimo ladrón de coches que era capturado siempre que quebrantaba la ley. Antes de los asesinatos, su historial era patético y risible, y si se lo expones a él, tras un silencio te dice: “Vale, sí, sí. Correcto. Te concedo eso”. Y luego: “Pero no soy una persona. Nunca lo he sido. Soy un animal que ha crecido enjaulado”. Tal es así queni siquiera ha oído hablar del juego infantil de cogerse los dedos pulgares. “¿En qué consiste?”, dice bizqueando. Y esa es su historia hasta ahora, o por lo menos lo que necesitas saber. Puedes imaginar el resto. Simplemente piensa lo peor.Únicamente 20 años de su vida como hombre libre. 

En la actualidad, se jacta de ser tan libre en prisión como en cualquier otro sitio. “Tú eres el que está preso, tío”. Sin embargo, el día de su 79 cumpleaños me llama, arrastrando las palabras en tono grave y distante y pregunta: “¿Qué opinas? ¿Crees que esta historia me ayudará a salir de aquí, aunque sea un momento, antes de desaparecer?”. Ahí están sus costuras humanas, abiertas y supurando, por un instante, algo que resulta hasta conmovedor.

Hoy, en la sala de visitas de la prisión de Corcoran, Star lleva un vestido estampado, está muy guapa y feliz mientras con una toalla de papel limpia la mesa del pegajoso desinfectante que se usa en la prisión. Me alegro de que Gray Wolf haya perdido sus derechos de visita. Es una persona controladora, que miraba a Star con sus enormes ojos hundidos cada vez que decía algo que no le gustaba. No me gusta estar con los dos a la vez. Hacen lo que Charlie les dice que hagan, incluido grabarse una X en la frente. 

Una vez, los tres fuimos al bosque y vagamos hasta llegar a un acantilado desde donde me insistieron que me acercara más, más aún, porque la vista era mejor, mientras lo único que yo escuchaba en mi cabeza era a Charlie: “Iré a por ti. Te llevaré a la tumba. ¿Qué vas a hacer, mierdecilla?”. Y, por supuesto, tampoco me ha pasado desapercibido el parecido de Star con Susan Atkins, conocida como Sexy Sadie, la auténtica demente de la Familia de Manson. Durante su juicio, se puso de pie y dijo “[Tate] no paraba de suplicar y de llorar hasta que me cansé de escucharla, así que la apuñalé… ¿Cómo puede ser algo malo, si está hecho con amor?”.
Sharon Tate, esposa de Polanski, murió apuñalada. Estaba embarazada de 8 meses.

Refiriéndose a los crímenes, Star dice: “Sharon Tate no era una estrella de cine. Nadie ha oído hablar de ella, a pesar de haber sido supuestamente asesinada por Charlie Manson, el tipo más famoso del mundo. Es la única razón por la que se la conoce. Pese a ello nadie sabe quién coño es”.

Star levanta la vista, y aquí está Charlie de nuevo.Empuja una silla de ruedas que usa como apoyo, aunque probablemente lo hace como parte de alguna argucia contra el sistema, porque dos minutos después hace el baile del dragón de kung-fu que solía reservar para las cámaras de televisión.

Lo hizo para [los presentadores televisivos] Charlie Rose en 1986, Penny Daniels en 1987 y Geraldo Rivera en 1988. Aquellos fueron los años dorados de su exposición mediática. En las entrevistas mostraba su enorme fuerza cinética, con los ojos rebosantes de energía, sometiendo y apropiándose de sus adversarios (Rivera lo pasó particularmente mal), comportándose amable con otros, pero siempre encolerizado por una justa indignación. Ofreció momentos míticos para la televisión. Pero, en 1994, tras una explosiva charla, casi sexualmente agresiva, con Diane Sawyer, el estado de California prohibió la utilización de aparatos de grabación durante las entrevistas en prisión. Esto molesta mucho a Manson. Es la razón por la que hace tanto que no sabes de él. Suele estar bastante enfadado por ese motivo. Sobre todo por el baile, su momento estelar en todas sus apariciones en televisión. Es el baile, mucho más que las palabras, lo que él cree que transmite sus sentimientos e ideas con toda fidelidad. Sin él, ¿de qué sirve hablar con los medios? Realmente es algo impresionante de presenciar, ahora mismo empieza a hacerlo,con los brazos y las piernas describiendo barrocos círculos, creando formas como de cristal fundido y espirales de otro mundo. Su significado lo desconozco. Pero chico, qué habilidad.

Luego pone su mano sobre la mía, recorre mis dedos con los suyos, sube hasta mi antebrazo. Lo aprieta unas cuantas veces y dice: “Tío, eres un tipo suave”, algo sobre lo que bromeo, diciéndole que no soy de esos. Se encoge de hombros. “Para mí el sexo es como ir al váter. Me da igual que sea con una chica o no. No juego a esa mierda de chico-chica”.

Acto seguido sonríe a Star y le dice: “Puedo entrar en ella desde aquí fuera, sólo tengo que hacerlo con suavidad”. Sacude su cabeza y se inclina hacia mí, acercándose. “¿Sabes lo que me gustaría probar de verdad? Un coño de verdad.Me gustaría tener algo de fumar. Una guitarra eléctrica. Un lugar en condiciones donde poder tirarme pedos y cagar. Me encantaría tener lo que tú tienes”. No me está amenazando, sólo habla, y parece que le ayuda a retrotraerse en el tiempo.“Toda la gente chupando y follando en el rancho, no podía negarme a nada. Lo único que yo buscaba eran unos coños, tocar música y bailar. Saqué a Susie del fondo. Todo el mundo decía que era fea. Les dije que era un hermoso pedazo de humanidad. Yo lo fui todo para ella. Me ofrece el sangriento cuchillo y me dice ‘Te quiero mucho, te ofrezco mi vida’. A Leslie, bueno, me la follé unas cuantas veces. Tenía un enorme, feo y viejo coño. Era como sacar la polla por la ventana. Eso no la convierte en una mala persona, simplemente no es exactamente lo que más te apetecería”.

Frunce el ceño, se sienta con las piernas abiertas.

“Todas salieron y mataron, pero yo no he hecho nada”, continúa. “¿Esperabas que yo hubiera ido a matar a todas esas personas? Tenía miedo. No quería volver a prisión. Las cucarachas tienen más vida que yo. Yo… no hago nada”. Se pone de pie.“Vaya vida, tío. Una gran puta mierda”.

Van Houten, Kenwinkel y Atkins

Miro a Star. Normalmente atribuiría esta charla a otro de los ensayados trucos de Charlie, que te dirigen a un sitio sólo para dejarte claro que él opina lo contrario. Pero su boca está abierta y está dejando escapar unos pequeños gemidos de preocupación.

Él por su parte vuelve a sacar a relucir la conversación que tuvo con Tex, en la que Tex quería saber qué hacer. Permanece de pie, quieto, con sus hombros hacia atrás y la sangre y la rabia subiéndole a la cabeza. Ahí está. “¡No me digas lo que tengo que hacer!”, grita, golpeando el aire. “Será mejor que no intentes pisarme. No quieres hacerlo. Tío, tú sabes lo que tienes que hacer. ¡Hazlo!”.

Los guardas miran hacia nosotros, esperan a que se calme y vuelven la vista a la televisión.

Vuelve a sentarse. Le pregunto dónde tuvo lugar aquella charla con Tex. Se queda callado. En el pasado dijo que él no estaba en Spahn cuando Tex y las chicas salieron, sino en San Diego, habló con Tex por teléfono y tardó mucho en regresar al rancho.

Como recordatorio, Star se inclina hacia delante y le dice: “Estabas al teléfono”.

Charlie la mira a ella, luego a mí, después a la pared y finalmente dice: “No lo sé, que es lo que suelo decir cuando estoy intentando salir de algo”.

“Soy perezoso”, continúa. “Ahí fuera puedes hacer que otro haga las cosas que tú quieres que haga. Yo haré lo que sea necesario para no hacer nada. Cuando no hago nada, sobrevivo. No quiero tener ninguna responsabilidad. El error que cometí fue no haber ido con ellos. Tex tenía miedo. Era un niño de mamá. La segunda noche fue mejor, porque yo estaba involucrado. En la situación, no en los asesinatos. No, tío, yo no estaba allí para eso. Pero claro, la primera noche fue un caos”.

Asiente con la cabeza. “Tex siempre hizo lo que yo le dije. No tenía por qué hacerlo. Podía haberse largado, pero en el rancho hacía lo que yo le decía. Él acababa de ver al hombre –a mí– por primera vez en su vida, y quería ser como yo, hablar como yo. Y ahí estaba yo, en el meollo, tío. Él tenía una camioneta preciosa, y mi error fue dejarle entrar en mi mundo por ese trasto. Fui muy listo. Esa puta camioneta Dodge me ha costado 45 años”.

Un error de cálculo más entre una larga serie de errores de cálculo que, en este caso, comenzó con el tiroteo a Lotsapoppa, la cuchillada a Gary Hinman y acabó con él condenado a cadena perpetua, no sólo por los asesinatos de Tate-LaBianca, también, junto a Bruce Davies y Steve “Clem” Grogan, visitantes habituales a Spahn, por el asesinato de Shorty Shea, trabajador del rancho, sobre lo que dice: “Sí,matamos a Shorty. Le cortamos en pedacitos. Pero yo no hice nada. Fueron Bruce y Clem. Tex estaba allí también. Bruce no sabía pelear, así que le enseñé y vi el resto desde la luna trasera de un coche mientras me marchaba de allí. No formé parte de aquello”. Tiene cierta gracia el hecho de que nunca haya estado en ningún sitio. “Sí”, dice. “¿No es extraño?”. A veces es tan transparente que parece un viejo ridículo, torpe y pequeño que tomó varias decisiones erróneas que le condujeron a más decisiones equivocadas que le llevaron a asesinar y que acabó enredado en un ambicioso sueño en el que era un hechicero con visiones de dominación mundial. Un timador, un forajido, un gánster, un desesperado, probablemente el peor de la historia.

Los ojos de Charlie se mueven un poco. Está retrocediendo aún más. “Ves a alguien dándole por culo a alguien, te miran y te dicen: ‘Tienes que probar esto. Te encantaría’. Mirar la escena te pone enfermo, pero al final acabas haciéndolo. Ves ese brillante culo blanco y… ¡Dios! No recuerdas exactamente de dónde sacaste la idea de hacerlo, pero aprendes y experimentas cambios. Tenía 17 años. Le dije a un tipo: ‘Déjame insertar mi aparato en tu culo’. El dijo que de ninguna manera. Cogí una cuchilla de afeitar del suelo de la ducha y le dije: ‘Si nos pillan, diré que te obligué a hacerlo’. Así que, me dejó hacerlo. Pero no sé. Tal vez creía que le rajaría. No sé siquiera si llegué a metérsela, pero duró unos pocos segundos y me corrí en su culo”.

Ésta es la historia de su vida.

Un día, hablo con bugliosi por teléfono. En los 40 años desde que Helter skelter le convirtiera en un escritor superventas, Bugliosi ha escrito otros 12 libros. Como a Manson le gusta decir, Bugliosi es un ganador. Y en la actualidad se mantiene bastante agudo. Al igual que Manson, suele salirse por la tangente, principalmente si el tema de conversación gira sobre problemas médicos, pero, al contrario de Manson, siempre regresa al aquí y ahora.

¿Qué opina sobre el argumento de asesinato por imitación de Bobby Beausoleil, que es el único que Manson parece aceptar?

Bugliosi lo desestima completamente. “Ah, eso. No asestas 169 puñaladas y matas a siete personas para sacar a alguien de la cárcel”. Continúa. “Estoy de acuerdo en que no hubiera solamente una motivación, pero ésta es mi teoría: creo que todo el mundo que participó en el crimen se creyó la historia de Helter skelter a pies juntillas. Pero, ¿se creyó Manson sus propias ridículas y absurdas patrañas de que vivirían en un foso sin fondo en el desierto mientras se libraba una guerra mundial en el exterior? Yo estoy seguro, sin saberlo, de que no”. Pausa. “Creo que una de las razones por las que no participó en los asesinatos es porque pensó que eso le mantendría alejado de la responsabilidad criminal. Sin embargo, si eres culpable de conspirar para cometer un asesinato, también lo eres de dicho asesinato”.

Bobby Beausoleil, tras ser sentenciado a cadena perpetua por asesinar a un traficante de drogas

Un domingo, tras su visita a Charlie, Star y yo damos una vuelta en coche por la desolada Corcoran, paramos para tomar un batido, nos dirigimos al parque municipal, la única zona verde en la ciudad, y buscamos un banco en el que sentarnos. “Me importa una mierda lo que pasó en 1969”, dice mientras llegamos. Empieza a pensar en Susan Atkins. “Esa zorra estaba como una cabra. Era una puta loca. ‘Oh, Charlie, hice esto por ti’. No sabía lo que estaba haciendo. Esa chica era una mierda, una puta, sencillamente una puta psicópata”. Dice todo esto con una vehemencia que me deja de piedra. Nunca hubiera pensado que fuera capaz de decir algo así, pero nunca dejas de sorprenderte.

Entonces mueve la cabeza arriba y abajo y dice algo más inesperado: “Una exclusiva”, lo llama. “Charlie y yo vamos a casarnos”, dice. “No sé cuándo será. Pero para mí es algo muy serio. Charlie me dijo que te lo dijera. No se lo hemos dicho a nadie más”.

Una cosa es estar aquí, haciendo lo que ella hace, visitando a Charlie, comprando su caja de objetos trimestral, su vinagre de manzana para los hongos de los pies y practicando tiro. De algún modo me resulta comprensible. Pero, ¿casarse con el tipo?

¿Vas a llevar su apellido?

“Sí”, dice. “A mis padres les cae bien Charlie”.

¿Habrá visitas conyugales?

“No, los condenados a perpetua en California no tienen derecho a ello”, dice. “Si fuera así, ya estaríamos casados. Ya sabes, eso es lo único que yo quiero. Sólo quiero estar solas con él. No quiero pasar mi vida en esa sala de visitas con todo el mundo mirándome. Pero ese es el único momento en el que puedo verle, en esa habitación. Es difícil. Pero las cosas cambian, ¿sabes?”.

Otro día, otra llamada de Charlie.

“Star, Star, la chica del momento”, dice. “Con ella hemos empezado desde el principio. No necesito decir nada más”.

No tiene buena pinta que vea a Star como una especie de proyecto, una chica con la que está empezando a hacerlo todo desde el principio, enseñándola desde los cimientos. Suena como si tuviera planes reservados para ella. Pero, históricamente, sus planes nunca han salido bien.

Star y Manson

¿Qué hay del matrimonio?

Resopla. “Ah, eso”, dice. “Eso son tonterías. Ya lo sabes, tío. Es basura. Es una actuación para consumo público”.

No me sorprende cuando le escucho decir estas cosas. He hablado mucho con Manson y sé que éste es el tipo de cosas que suele hacer. Star, en cambio, sí que es toda una sorpresa. Pero incluso eso tiene sentido, una vez que entiendes que es la chica del momento para Charlie, no la que será su esposa, sino otra de sus hijas, de la misma forma que lo fueron Squeaky y Sandy.

Está dando sus primeros pasitos mientras él le sostiene la mano y le muestra el camino. Al menos, esa es mi percepción. Pero ya se sabe cómo son las percepciones.

“Siempre he sido bastante honesto conmigo mismo, al menos tanto como puedo serlo dadas las circunstancias”, diría Manson después. “Pero nunca se lo diré a nadie, ni siquiera a mí mismo, tío, por eso nunca le he contado a nadie lo que sucedió entonces. No te lo puedo contar ahora mismo. No estaría bien que te lo contara, porque mañana la historia volvería a cambiar. Todo está en constante cambio, tío. La mente es una cosa universal. Charles Manson y Beethoven”.

Antes de colgar, dice de una manera natural: “Es sólo un pensamiento”.

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