lunes, 2 de octubre de 2017

Los más grandes conciertos de los últimos 50 años, segunda parte

Hay conciertos que marcaron un antes y un después en el mundo de la música, que cambiaron la forma de tocar en vivo. Estos son los más impactantes.

Fuente: Rolling Stone



1972
GIRA POR ESTADOS UNIDOS THE ROLLING STONES
Mick Jagger recuerda con claridad haber cantado en el escenario Love in Vain, la canción de Robert Johnson que los Rolling Stones habían convertido en una balada soul, en el verano de 1972. El cantante todavía se maravilla con la versión en vivo, particularmente con las notas agudas del guitarrista Mick Taylor, que comenzaba la canción con lentitud y culminaba con un emotivo virtuosismo melódico de un minuto y medio. “Tocaba hermoso en este momento”, dice Jagger. “Era escalofriante. Era muy triste y cautivador. Y los vientos eran realmente sutiles. Los beats y las paradas eran perfectos. Era una de mis favoritas”.

Los Rolling Stones estaban en la cima: Keith Richards tocaba la guitarra rítmica más temeraria de su carrera; Taylor había llevado su música a niveles increíbles; y Jagger acechaba amenazante en el escenario, perfeccionando su habilidad para convertir la música en un psicodrama, tal como lo observó el crítico Robert Greenfield.

Fue la primera gira de la banda por Norteamérica desde Altamont, el desastroso festival californiano de diciembre 1969 que se vio empañado por la muerte. Conmocionados por esa debacle y por el deceso de Brian Jones, la banda ingresó al estudio y grabó tres obras maestras: Let It Bleed (1969), Sticky Fingers (1971) y Exile on Main Street (1972).

Sus colegas de los 60 —los Beatles, Bob Dylan— eran menos prolíficos y se habían alejado del público. Con su ausencia, los Stones simplemente se habían hecho más grandes. “Luego de 10 años de tocar juntos se habían convertido en la principal atracción del mundo”, escribió Greenfield en su crónica de la gira, A Journey Through America With the Rolling Stones. “Eran la única banda de los 60 en su forma original que tocaba rock & roll original… Eran la realeza”.

Tanto Jagger como Richards recuerdan la emoción que sentían antes de la travesía de ocho semanas. Y como si la expectativa de salir de gira nuevamente no fuera suficiente, el telonero de la gira sería un Stevie Wonder de 22 años, a quien Jagger le encantaba ver desde un lado del escenario. “La sensación de expectativa era emocionante; era volver a estar en contacto con lo que hacíamos”, dice Richards. A su vez, Jagger comenta: “Estábamos tratando de salir del sur de Francia y Keith estaba teniendo problemas con las drogas, así que fue bueno ir de gira”.

La oficina de los Stones estaba llena de peticiones de boletas, con valor de USD 6,50 (algunos fans mandaron hasta 60 postales). Un especial de TV de Dick Cavett en la gira describió el nuevo y extraño fenómeno de la reventa (así como el nuevo concepto de las groupies).

En la noche de apertura en Vancouver, 2 mil fans trataron de entrar a la fuerza al Pacific Coliseum, dejando a 31 policías heridos. Fue el primero de varios incidentes violentos. “Esa era la época en que la gente que no tenía boleta se aparecía y decía: ‘Ya estamos aquí, vamos a entrar, maldita sea’”, dice Jagger.

Al contrario de la gira de 1969 —que estaba llena de ritmos lentos y arrastrados— la banda tocaba a toda velocidad. “Keith fue el responsable de eso”, dice Jagger. “No estoy tratando de culparlo, él empezaba todo”. Por su parte, Richards comenta: “Probablemente estaba tratando de ponerme al día con el tiempo perdido”. También hubo algunas sorpresas, incluyendo una versión llena de vientos de Satisfaction y Bye Bye Johnny, una canción de Chuck Berry que los Stones habían tocado desde 1963. Según Richards, la tomaron porque el ritmo les pareció intrigante e interesante.

Ya en la gira, los Stones se encontraron con un público más viejo; gente entre los 15 y 30 años. “Siempre había gritones, y no parecía importarles mucho la música”, le dijo Bill Wyman a Cavett. Como resultado, la banda tocaba más concentrada. Ayudó que el sonido de los escenarios hubiera mejorado: “Ahora uno oye y ve todo, y hay mucha más tensión”, dijo Wyman.

A pesar de todo el profesionalismo sobre el escenario, la escena tras bastidores era tan salvaje como cualquier gira de rock & roll antes o a partir de ese momento. La banda viajó con el séquito más grande de la historia del rock que se hubiese visto. Este incluía un médico, al presidente de la disquera Marshall Chess y a un equipo de prensa que Richards comparaba con una campaña política. Entre los miembros de la prensa se encontraban la fotógrafa Annie Leibovitz y los autores Terry Southern, Robert Greenfield y Truman Capote, quien se les unió a regañadientes para hacer una historia de portada para ROLLING STONE. “Para él era un evento social”, dice Jagger, quien recuerda que Capote odiaba el hecho de que el cantante vistiera la misma ropa todas las noches. “Le hubiera gustado más en este momento, ahora tengo un guardarropa más grande” (Capote nunca escribió su artículo, asegurando que no le interesaba creativamente).

Al mismo tiempo, Jagger recuerda “todos esos momentos oscuros” de la gira. La mañana del 17 de julio en Montreal estalló dinamita debajo de una de las camionetas de la banda y destruyó algunos equipos. “Era alarmante porque fue durante el movimiento separatista de Quebec”, dice Jagger. “No se trataba de un tipo cualquiera tratando de volar un camión”. El show salió bien esa noche, pero se presentaron disturbios cuando no se les permitió la entrada a 500 fans que tenían boletas falsas.

Al día siguiente, la banda viajó a un pequeño aeropuerto en Rhode Island. Mientras el séquito despejaba la aduana, Richards tomó una siesta al lado de un camión de bomberos. Se despertó con las luces intermitentes de un fotógrafo de un periódico local. “Simplemente reaccioné”, dice Richards. “Me levanté y golpeé hacia donde provenía la luz y le rompí la cámara al tipo”. Las cosas se complicaron desde allí. “Entonces el maldito FBI se involucró”. El fotógrafo alegó que había sido agredido, Richards y Jagger fueron arrestados mientras un público rebelde esperaba en el Boston Garden. Temiendo un motín, el alcalde de Boston, Kevin White, arregló su liberación y la banda se subió al escenario después de la medianoche. “Nunca hubo un momento aburrido”, dice Richards.

El caos fuera del escenario fue documentado por el legendario fotógrafo Robert Frank, quien trajo consigo una cámara para un documental que, como lo entendía Jagger, sería “de música y sobre tocar música”. En su lugar, el Cocksucker Blues fue un experimento de cinéma vérité lleno de escenas espeluznantes: grupos desnudos teniendo sexo en un avión, Jagger inhalando cocaína y fanáticas consumiendo heroína. La banda impidió su lanzamiento (aunque se convirtió en un video pirata muy popular). “[Robert] iniciaba las cosas”, dice Jagger. “La mayoría de los cineastas documentales te hacen hacer cosas que tal vez no harías si no estuvieran allí”. Jagger cita la famosa escena donde Richards y Keys lanzaron una TV de una ventana del Hotel Hyatt: “Robert seguramente le dijo a Keith: ‘Keith, tira la tele por la ventana’. Probablemente no iban a hacer eso esa mañana”. Pero Richards no está de acuerdo. “Bobby Keys y yo lo diseñamos”, dice. “Llamamos al camarógrafo, así que la escena fue dirigida por Bobby Keys y el maldito Keith Richards”.

La gira terminó con cuatro shows en el Madison Square Garden. Aunque los Stones habían hecho 48 conciertos en solo 54 días, eso no los detuvo. El show del 25 de julio presentó una versión sentimental de You Can’t Always Get What You Want y quizá la interpretación más salvaje que se haya hecho de All Down the Line. “Uno sentía como si estuviera levitando gracias a la energía del público”, dice Richards. “Es una experiencia extraña”. La gira terminó la noche siguiente, en el cumpleaños 29 de Jagger. Wonder se subió al escenario para tocar un estruendoso mosaico de Uptight (Everything’s Alright) y una versión rápida y llena de vientos de Satisfaction (Wonder dice que escribió Uptight con Satisfaction en mente). Sacaron un ponqué al escenario y el show terminó con una guerra de torta entre los miembros de la banda. En la fiesta posterior al cierre, cuyo anfitrión fue Ahmet Ertegun, había estrellas como Muddy Waters, Bob Dylan y Zsa Zsa Gabor.

Fue el fin de una era. Más adelante, Richards se sumergió más en la adicción y fue arrestado por posesión de armas y heroína al año siguiente. En 1974, luego solo de cinco años, Taylor dejó la banda para comenzar una carrera como solista. La siguiente gira de los Stones por Norteamérica, en 1975, tenía un falo inflable gigante en el escenario, y poco del precario encanto de la gira de 1972. “No había lineamientos”, dice Richards. “Simplemente lo inventabas y seguías adelante. Esa gira fue buena. Fue un poco frenética y borrosa, como una vieja película. Algo entrecortada”.




JULIO 17-18, 1975
THE LYCEUM THEATRE, LONDRES. BOB MARLEY
Los dos conciertos de Bob Marley en el Lyceum Theatre de Londres en julio de 1975 fueron mucho más que presentaciones trascendentales. Fueron la cima del éxito de la primera gira que realizó Marley como solista, y le permitieron dejar de ser un artista de culto para convertirse en un ícono internacional, en parte gracias a Live!, el documental que abarcó un compilado de shows que le dieron su primer éxito en el Top 40 global con No Woman, No Cry.

“Lyceum fue mágico”, recuerda Neville Garrick, amigo de Marley y director de arte de los Wailers en aquella época. “Era un teatro viejo, entonces la acústica era la apropiada… Quitaron todas las sillas y la gente se animó desde la primera canción”. Las boletas del concierto se vendieron en tan solo unas horas y 3 mil personas sin entrada se amontonaron a las afueras del teatro la primera noche de Marley, vigilados por un grupo de policías. Sin embargo, algunos fans lograron romper las puertas y abrirse paso entre la multitud. El teatro se convirtió en un horno, al punto que caían gotas del techo, y tuvieron que abrir las escotillas para que entrara aire. Marley apareció ante el público como un profeta, vistiendo una camisa de jean mientras sus rastas se movían de lado a lado, y abrió el show con No Woman, No Cry. Los asistentes respondieron entonando la canción como si fuese un himno, antes de que el propio Marley dijera una palabra. Así lo recuerda el bajista Aston Barrett: “Todos en el escenario nos emocionamos con la respuesta de la gente”.




1975-76
GIRA POR NORTEAMÉRICA, ROLLING THUNDER REVUE. BOB DYLAN
Bob Dylan hubiera podido tocar en coliseos cuando hizo la gira de promoción de Desire, de 1976. En lugar de hacerlo, y como es típico en él, hizo lo inesperado: reservó teatros pequeños con pocos días de anticipación, cobró menos de nueve dólares por boleta y se llevó consigo a un grupo de amigos: Roger McGuinn, Ramblin’ Jack Elliott y Joan Baez. El cantautor había comenzado a frecuentar sus lugares predilectos de West Village con amigos de sus días de folk, y quería llevar ese espíritu nostálgico de gira. “Cantamos y cantamos y nos reímos hasta desmayarnos”, le dijo Baez a ROLLING STONE. “Nos daba lo mismo tocar ante 15 personas que ante 15 mil”. Acompañado por una de sus mejores bandas (que incluía al guitarrista Mick Ronson), Dylan alargaba los shows hasta cinco horas, con la ayuda de McGuinn, Elliott y otros, que tocaban sus propios sets y se sumaban al suyo. También se mezclaban nuevos temas de Desire con clásicos de los 60 (It Ain’t Me Babe, Just Like a Woman) y covers (Deportees). Los shows tenían una intimidad cruda y espontánea: Dylan cantaba a dúo con Baez (su examante), tocaba versiones desgarradas de Idiot Wind y pedía la libertad del boxeador Rubin “Hurricane” Carter. Como dijo Allen Ginsberg, participante de Rolling Thunder: “Luego de haber atravesado sus cambios… ahora Bob tiene todo bajo control”.




1977
GIRA POR NORTEAMÉRICA. GRATEFUL DEAD
“Fue nuestra segunda venida” , dice el baterista de Grateful Dead, Mickey Hart, acerca de la gira de la banda por Norteamérica. Todos sabían que los Dead podían tocar sin parar. Pero ese año estaban descubriendo algo nuevo: que las melodías elaboradas y ajustadas podían transportar al público con la misma facilidad. “Teníamos muchas canciones y queríamos mostrarlas”, dijo el cantante y guitarrista Bob Weir. “Y la única forma de llegar a la siguiente canción era terminando la que estábamos tocando”. Irónicamente, siendo una banda que no tenía mucha paciencia para los estudios, serían las sesiones de grabación las que fortalecerían su experiencia en vivo. Terrapin Station, el LP más reciente del grupo, había sido grabado con el productor de Fletwood Mac, Keith Olsen, que había dirigido su innovador álbum homónimo de 1975; él llevó a Dead a prepararse y a ensayar más que nunca. “Involucrarnos con Keith y dejar que él organizara y arreglara todo esto, nos dio solidez”, ha dicho Weir. Los resultados de la disciplina de Olsen fueron claros tan pronto los Dead volvieron a salir de gira, tocaron clásicos como St. Stephen e intentaron nuevas combinaciones, como ir de la rápida Scarlet Begonias hasta la agitada Fire on the Mountain y probaron que sus nuevas habilidades perfeccionadas les podían ayudar a esculpir improvisaciones de 10 minutos como Terrapin Station. “Nos sentíamos como dioses del rock”, aseguró Weir. También ayudó el hecho de que la banda se encontrara en buena forma. “Jerry estaba saludable”, dice Hart. “Eso fue algo grandioso”. El momento cumbre tuvo lugar el 8 de mayo en el Barton Hall de la Universidad de Cornell, y fue considerado por los fans de los Dead como el show más grande de la banda. A fin de cuentas, la gira de 1977 cambió por completo la esencia de conexión de los Dead con sus fans, así como su propio propósito musical. “Fue una era donde nos empezamos a dar cuenta de que la gente cantaba nuestras canciones”, dice Weir. “Finalmente entendimos: ‘Ah, esta es la gracia de todo’”.




1977
GIRA POR EUROPA. THE RAMONES
Los Ramones llegaron a Inglaterra con algo que demostrar. La revolución punk se había desatado en Londres en 1977 y los Sex Pistols estaban presentes en toda la prensa y causaban estragos. Pero nadie en la naciente escena punk estaba listo para el preciso ataque de los Ramones. En su autobiografía, Johnny Ramone escribió que en un show de los Sex Pistols durante su primera noche en la ciudad en 1977, “Johnny Rotten me preguntó qué pensaba de ellos, y le dije… que apestaban”.

Tres días después, los Ramones desataron un furioso ataque sobre el público de Glasgow. Abrieron su show con Rockaway Beach y tocaron sin parar 26 canciones seguidas. Tocar ante un público punkero inglés enloquecido llevó a que los Ramones hicieran sus shows más intensos. La gira terminó el 31 de diciembre en el Rainbow Theatre, y fue su show número 148 del año. “Probablemente fue el mejor show de los Ramones en toda su historia”, dijo Johnny. Sorprendentemente, Joey había estado cantando mientras sentía un inmenso dolor; había sufrido quemaduras de tercer grado en su cuello luego de que un precario humidificador explotara. “Johnny se me acercó y me dijo: ‘Siéntame en una silla de ruedas y ponme en un avión antes de que me vuelva loco’”, dice la cománager de los Ramones, Linda Stein. Simplemente quería estar sedado.




1977-78
GIRA POR ESTADOS UNIDOS THE EAGLES
La serie de shows de dos años que siguió a Hotel California de 1976, y que marcaría un punto crucial para su carrera, convirtió a los Eagles en una banda de estadios. En una era en la que los conciertos de rock se estaban volviendo más grandes e impersonales, los miembros de los Eagles, Don Henley y Glenn Frey, perfeccionistas en estudio, encontraron una forma de recrear el sentimiento y los detalles de sus álbumes en el escenario al lograr que cada armonía y arreglo de guitarra sonaran a la perfección, antes de que el Auto-Tune facilitara ese proceso.

Éxitos como Life in the Fast Lane y Take It to the Limit tenían un tratamiento casi inmaculado. La gira fue caótica; en un punto, el bajista Randy Meisner y Frey se fueron a los golpes cuando el segundo llamó “maricón” al primero. Pero uno no hubiera sabido eso de haber visto sus shows. “Algún crítico dijo que salíamos al escenario a holgazanear”, dijo Henley. “Creo que logramos algo grande”.

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