miércoles, 11 de octubre de 2017

Paul McCartney: La Entrevista

A los 74 años, McCartney hace giras con la energía de siempre, todavía apunta a los puestos más altos de las listas y está listo para echarle un vistazo al pasado de su carrera de seis décadas.

Fuente: Rolling Stone

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Paul McCartney toca una guitarra acústica en un sofá de su oficina en Londres. Tararea para tratar de recordar una melodía de su adolescencia; es de una de las primeras canciones de los Beatles, nunca grabada, compuesta junto a su amigo de adolescencia, John Lennon, cuando la banda estaba apenas empezando en Liverpool. “Era algo así...”, dice McCartney y luego toca un ritmo de rockabilly en la guitarra y canta con una voz familiar y robusta: “They said our love was just fun / the day that our friendship begun / There’s no blue moon that I can see / There’s never been in history / Because our love was just fun” [Decían que nuestro amor era solo diversión / el día que nuestra amistad empezó / No puedo ver la luna azul / No ha habido una sola luna azul en la historia / Pues nuestro amor era solo diversión]. “Just fun”, dice McCartney, al anunciar el nombre de la canción con orgullo. “Tenía un pequeño libro de colegio en que el que anotaba todas esas letras. En la esquina derecha de esa página, escribí: ‘Una canción original de Lennon y McCartney’. Fueron inicios humildes”, admite. “Empezamos desde ahí”. Se trata de un momento extraordinario; sin embargo, McCartney, que tiene 74 años y está actualmente en plena gira por los estadios de los Estados Unidos, siempre está en medio de una presentación.

En su oficina de Londres, McCartney está rodeado por sus raíces y su historia: hay por ahí recuerdos de los Beatles y de Wings, y una rocola antigua repleta de discos de 78 revoluciones, de Fats Domino, Wanda Jackson y Elvis Presley; no obstante, la mayoría del tiempo habla sobre el presente de su carrera. Analiza su colaboración reciente con Kayne West y menciona que está “buscando nuevas ideas para letras de canciones” de su próximo álbum. “Puedo escribir por montones. Tengo muchas ideas en la cabeza”.

Pero los Beatles son una presencia constante; sirven siempre de referencia y son un recuerdo fresco. “Es bueno hablar contigo”, dice McCartney al final de una de las sesiones, y luego recuerda un encuentro con Lennon unos años antes de que la banda se separara. “Me abrazó. Fue tremendo porque no solía hacer eso. Me dijo: ‘Es bueno tener contacto’. Siempre recuerdo eso: ‘Es bueno tener contacto’”.

En el curso de dos largas entrevistas, primero en Londres y una semana después en Filadelfia, en el camerino de uno de sus conciertos, a menudo McCartney toca una canción para aclarar algún comentario: interpreta en la guitarra otra de sus canciones de adolescencia, canta un fragmento de What’d I Say o imita al joven Mick Jagger en uno de los primeros conciertos de los Rolling Stones. En una ocasión, McCartney imita a John Lennon interpretando una canción de Gene Vicent, durante sus días tocando en bares, en Hamburgo, Alemania.

“Siempre me fascinó cuando se paraba frente al público y cantaba”, dice McCartney en Filadelfia. “Desde el principio traté de entender cuál es la mejor forma de seguir siendo honesto con uno mismo y tener a la gente de su lado”. Viste una camisa azul de manga corta y jeans, y pone los pies sobre una mesita. En vez de puerta, su tráiler tiene una cortina, y los visitantes tienen que tocar una campana roja para anunciarse, pues como dice: “Uno no puede golpear una cortina”.

McCartney acaba de hacer una prueba de sonido que fue, en sí misma, un espectáculo completo: 12 canciones, de las cuales la mayoría no serán interpretadas en el concierto de esta noche, incluyendo la balada de los Beatles de 1964, I’ll Follow the Sun y Ram On, una de sus propias rarezas. Está de nuevo de gira con su banda de los últimos 15 años: los guitarristas Rusty Anderson y Bryan Ray; el tecladista Paul “Wix” Wickens y el baterista Abe Laboriel Jr. Han pasado 50 años desde que él, John Lennon, George Harrison y Ringo Starr dejaron de tocar juntos (“Ya teníamos suficiente; no queríamos tocar más con sonidos pésimos, en escenarios inundados por la lluvia”, dice McCartney sobre la última gira de los Beatles, que terminó en San Francisco, en el Candlestick Park, en agosto de 1966).

Esa era maniática es celebrada en un nuevo documental de Ron Howard, The Beatles: Eight Days a Week – The Touring Years, y en un álbum complementario, The Beatles: Live at the Hollywood Bowl, que contiene canciones en vivo de 1964 y 1965 (anotación: yo escribí los textos del librillo de ese disco). McCartney también lanzó Pure McCartney, una compilación que abarca su trabajo en solitario y con Wings. En octubre cerrará su gira en el Desert Trip, el festival en el que también participarán sus viejos amigos Bob Dylan, los Stones y Neil Young.

“Es rock fósil”, anuncia de improviso, “pero es emocionante. Definitivamente debo llamar a Neil, y preguntarle ‘¿Cómo ves esto?”.

¿Por qué tocar en vivo es tan importante para ti en este punto de tu vida?
La idea de la pequeña gran banda es bastante atractiva. Esa unidad básica es el corazón de la música que todos amamos. Está presente en los auditorios de Nashville, en los clubes de Liverpool y de Hamburgo. Uno de los más grandes placeres para mí es ese momento al final del concierto, cuando los cincos le hacemos una venia al público.

También he aprendido algunas lecciones. Antes me aterraba cometer un error. He aprendido que está bien equivocarse, que al público incluso le gusta que uno se equivoque.

¿Cuál fue tu último gran error en el escenario?
No recuerdo el último, pero en un concierto en París empecé Penny Lane en la segunda estrofa en lugar de la primera. Entonces pensé: “Voy a intercambiar los versos; cantaré la segunda estrofa, luego la primera y ya estaremos en mitad de la canción. Sin embargo, el resto de la banda pensó, de forma correcta: “Se saltó la primera, pasemos de una vez al resto de la canción”.

Fue como si nos hubiéramos estrellado. Tuve que parar todo: “Paren, paren. La embarramos totalmente. Vamos a empezar de nuevo”. La gente se volvió loca. Una amiga, Cilla Black, que murió hace poco, me buscó después del concierto: “Me encantó. ¿Hacen eso todas las noches?”.

¿Desde niño tenías la necesidad de entretener, de dejar satisfecha a la gente?
Supongo que sí. Si te metes a hacer música, es muy raro que no trates de hacer algo que a la gente le importe. Me sorprende que haya personas que no quieran hacer música que le guste a la gente; hay personas así, estoy seguro, pero pienso que es pura pose. Es como esa frase de Hey Jude que habla de ser cool y de hacer que el mundo de uno sea cada vez más frío.

En los Beatles yo era el que empujaba al resto para hacer cada vez más esfuerzos. Hice un muy buen trabajo. Ninguno hubiera querido espabilarse y viajar para grabar Let It Be. La película quedó un poco rara, pero es un buen disco.

Muchas de las cosas que hicimos en Hamburgo fueron gracias a mí; luego los otros tres seguían con lo que yo había empezado. Trabajamos durante un tiempo en una taberna a la que nadie iba. Había un letrero que decía “Cerveza a 1,50 marcos” o algo así. Veías cómo los estudiantes entraban y se iban: “‘Ah, no tengo tanta plata’”. Buscaban algo más barato. Así que tuvimos que trabajar muy duro. El gerente del sitio decía: “Mach shau” [Hagan un show]. Tocábamos Dance in the Street, la canción de Gene Vincent. De hecho, John era el que decía: “Eso es lo que voy a hacer [aplaude]: ‘Gonna dance in the Street tonight!’ [¡Voy a bailar en las calles esta noche!]. ¡Todo el mundo! ¡Vamos, vamos!”. Eso empezó a hacer que los estudiantes llegaran al bar. Lo hicimos: “Ya los tenemos sentados acá. Ahora toquemos nuestras canciones”. Y les gustaban.

¿Cómo es la dinámica de tu banda? ¿Quién te desafía? ¿Puede alguien decir: “Vamos a hacer todo de otra forma”?
No funciona así. Así funcionaban los Beatles. Wings era una banda menos retadora. Ahora está sobreentendido que es mi banda. Lo que hago para balancear un poco la cosa es ser abierto cuando estamos ensayando. Algunas veces hay cosas que no quiero hacer, pero el resto dice: “Tenemos que hacerlo así. Así va a funcionar”.

¿Qué ha funcionado de las propuestas que ellos hacen?
Tocar desde Golden Slumbers hasta The End [del Abbey Road]. Tuvimos que trabajar duro y yo no tenía tantas ganas. Rusty sugirió que tocáramos Day Tripper. No quería hacerlo porque la parte del bajo es muy difícil de tocar. Con Being for the Benefit of Mr. Kite fue lo mismo. Esas eran las dos canciones que no quería tocar en vivo. Pero el resto de la banda dijo que sería tremendo.

Al mismo tiempo soy un dictador y nadie tiene problema con eso… creo [risas]. Ya hemos tocado juntos más tiempo que los Beatles o Wings. Algo estamos haciendo bien, y creo que somos una buena banda porque hacemos que las cosas sean sencillas.

¿Te imaginabas tocar en vivo a esta edad, ya casi con 80 años? Teniendo 40 debió parecer…
Inimaginable e improbable. Imagínate, cuando tenía 17 años había un tipo en la Facultad de Artes de John que tenía 24 años y por el cual sentía pesar. Sentía lástima por él [risas]. Era muy viejo para mí.

Doris Day alguna vez me dijo: “La edad es una ilusión”. Me acordé de ella hace poco; la llamé para desearle un feliz cumpleaños. La gente dice que la edad es solo un número. Y se hace un número más grande entre más viejo se pone uno. Pero, si no interfiere con mi vida, no me importa. Uno puede ignorar ese número. Eso es lo que hago.

Mencionaste la película de Let It Be. ¿Hay alguna posibilidad de que alguna vez sea lanzada?
Sigo pensando que realmente la lanzamos. Discutimos ese tema durante mucho tiempo.

¿Cuál es el obstáculo para hacerlo?
No tengo ni la más remota idea. Me la paso sacando el tema y todo el mundo me dice: “Sí, deberíamos hacerlo”. No salí bien parado; no puedo decidir yo solo.

Lo que me sugiere eso es que, con respecto a la obra de los Beatles, no tienes tanto control como la gente cree.

Apple [la corporación] es una democracia. Tengo un solo voto. Todo lo de los Beatles marcha a su propio ritmo. Si alguien dice: “Ron Howard está interesado en hacer una película”, yo puedo decir “sí” o “no”. Yo dije: “Sí, él es bueno, hagámoslo”.

¿Tiene que haber una decisión unánime? ¿Tienen que estar de acuerdo Ringo, Yoko Ono, Olivia Harrison y tú?
Sí. Ese es el secreto de los Beatles; no pueden ser tres contra uno. Durante la separación todo se dañó; no seguíamos ese principio. Pero ahora toda decisión debe ser unánime. Las dos mujeres son Beatles por derecho propio.

¿Hay cosas a las que inmediatamente se les dice que no? ¿Qué clase de veto hay cuando no posees los derechos de publicación de una canción de los Beatles?
No tenemos veto, pero dejamos claro que tenía que ser un tema tratado con buen gusto, en caso de ser posible. Puede ser que haya mucho dinero en juego, pero pusimos un límite. Yo, personalmente, no haría nada con McDonald’s, básicamente por mis creencias [vegetarianas].

Pasó más o menos lo mismo con el show Love [en Las Vegas]. George conocía a un tipo del Cirque du Soleil y me llevó a ver uno de sus shows. Estaba deslumbrado. Me vendieron la idea [de una producción sobre los Beatles]. Pero en el ambiente general estaba la idea de que era algo sagrado, intocable. La gente decía: “No se puede hacer algo así. Uno no debería hacer algo así”. Lo que dije fue: “Esperen, esta no es su música”.

La gente puede llegar a relacionarse con los Beatles de una manera muy…
Posesiva. Nunca hacemos caso. Llegas a encontrar fanáticos que piden algo específico y les tienes que decir: “No, qué pena. Estoy comiendo. Debes irte”. Y lo único que dicen es: “Pero si nosotros compramos sus discos”. Lo que yo respondo siempre es: “Pues dejen de comprarlos si creen que a cambio tenemos que escuchar todo lo que tienen para decir”. Siempre hemos sido así y Ringo más que el resto. Había fanáticos que iban a su casa y tenía que sacarlos a patadas y cerrarles la puerta en la cara. Nunca los recibía. Uno tiene que pararse en la raya; la salud mental está en juego.

¿Cómo describirías tu relación con Yoko en la actualidad?
Es muy buena, de hecho. [Por esa época] estábamos en peligro, por decirlo de alguna forma. Se sentaba en los amplificadores cuando estábamos grabando con una actitud desafiante. La mayoría de las bandas no podrían manejar algo así. Nosotros sí lo manejamos, pero no lo suficientemente bien pues éramos muy unidos. No éramos sexistas, pero las mujeres no tenían permitido entrar al estudio; nos tentaban para que dejáramos de trabajar. Cuando John se juntó con Yoko, no se hacía a un lado, no se quedaba en la cabina de control. Se quedaba en medio de los cuatro.

Sin embargo, escribiste la cita en la portada del álbum Two Virgins de John y Yoko (“Cuando dos grandes santos se encuentran, se da una experiencia aleccionadora”)
Entendí que si John amaba a esa mujer en específico, debía estar en lo correcto. Me di cuenta de que debía superar esa resistencia. Fue difícil al comienzo, pero paulatinamente lo pude hacer. Ahora somos amigos. Me cae bien Yoko [risas]. Ella es muy Yoko.

¿Con qué tanta frecuencia se reúnen los cuatro a discutir temas relacionados con los Beatles?
No muy seguido. Veo mucho a Ringo porque es un tipo muy querido. Los cuatro nos encontramos para ir a fiestas. En cuanto a las reuniones, no me interesa mucho. Me retiré de Apple durante el tiempo de la gran separación de la banda. Mandaba a John Eastman y le decía: “Cuéntame cualquier cosa que se diga porque no soporto estar sentado en esa mesa”. Era demasiado doloroso, como ver la muerte de tu mascota preferida.

Ahora es diferente; ahora escucho todos los discos de los Beatles y estoy en todo el proceso de la toma de decisiones. Pero todo lo que se podía hacer con los Beatles ya está hecho en su mayor parte.

“De lo que me di cuenta fue de que si John amaba a esa mujer en específico, debía estar en lo correcto”, dice McCartney. “Fue difícil al comienzo, pero ahora somos amigos”.

¿Hay algo en los archivos que valga la pena sacar al mercado?
Esa es la pregunta correcta: ¿Vale la pena? La cosa con los Beatles es que eran una tremendísima banda. No importa lo que escuches, incluso las cosas que creíamos que eran realmente malas no suenan tan mal ahora, porque son de los Beatles.

¿Podrías hacer algo con las grabaciones en crudo de White Album o de Sgt. Pepper, por ejemplo, unas grabaciones en las que cuentes la historia oculta de esos discos de la misma forma que Bob Dylan lanzó su box set de grabaciones de 1965 y 1966 el año pasado?
Siempre me han gustado esas charlas entre canciones. Todo el tiempo teníamos una grabadora multipista en caso de que improvisáramos alguna cosa. “Toma 36, ¿cómo salió esa?”. Pero, más que todo, era una crónica de nuestras charlas. Hay una que me gusta en particular. Estábamos grabando I See Her Standing There, y yo dije: “No puedo tocar. No tengo mi plectrum”. No le decíamos pic, le decíamos plectrum. John dijo: “¿Dónde está?” (piensa que hablábamos con acento de Liverpool). “Creo que lo dejé en mi maleta”. John dijo: “Tan maricón”. “¿Maricón?Te voy a mostrar lo que es un maricón”, le digo yo.

Eso suena como en el colegio…
Eventualmente nos volvimos más mundanos, pero es lindo notar también esas cosas colegiales, ese cotorreo. Para responder tu pregunta, ¿realmente hay algo más? Sí, hay unas pocas cosas por ahí.

¿Pero vale la pena hacer algo con ellas?
No lo sé.

¿Has considerado alguna vez irte de gira con Ringo?
Nunca se han dado las cosas. Hemos tocado juntos en ciertas ocasiones, como para el Salón de la Fama del Rock & Roll. Pero ponernos en la tarea de organizar una gira juntos… mejor dejamos así las cosas.

¿Crees que eso daría pie a malinterpretaciones como que va a haber una “reunión de los Beatles”?
Creo que ninguno de los dos ha pensado en por qué hacerlo o en por qué no hacerlo. Lo que pasa es que nuestros caminos son paralelos: tienen sus intersecciones y sus divergencias. Es un gran baterista. Eso es lo que pasa con Ringo. Tiene un carácter y un estilo únicos. Irse de gira juntos podría ser complicado.

Vas a tocar en el Desert Trip con los Rolling Stones. ¿Qué ves cuando vas a un show de los Stones en estos días?
Es como un espejismo. Veo a la misma banda pequeña que siempre he conocido: veo a Mick, a Keith y a Charlie, quienes siempre han estado ahí, y también veo a Ronnie, quien se ha ganado su lugar en los Stones. Veo a una buena bandita de rock & roll; no tan buena como los Beatles [sonríe], pero muy buena.

¿Qué potencial les viste en 1963 cuando John y tú les cedieron la canción I Wanna Be Your Man para que la grabaran? Fue el primer single de los Stones en llegar al Top 20 británico.
Conocíamos a todas las bandas de la escena de esa época. Sabíamos quiénes no eran buenos y sabíamos quiénes eran la competencia. Era bueno para nosotros saber lo que estaba pasando. Así escuchamos de los Stones. Tocaban en el Station Hotel [en Londres]. Fuimos a verlos una noche. Recuerdo a Mick en el escenario con una chaqueta gris, dando palmadas [aplaude con velocidad].

El tipo que rechazó a los Beatles en Decca Records conocía a George y le preguntó si conocía a alguien que supiera cantar. Éramos amigos de los Stones y yo pensé que I Wanna Be Your Man podría ayudarles. Sabía que les gustaba Bo Diddley. Hicieron un buen trabajo. Y me gustó también que eso nos dio más presencia en la escena, el hecho de haberles dado su primer éxito.

Hoy día esas grandes bandas pequeñas como la tuya o los Stones tocan en escenarios enormes, absurdos. ¿Te imaginas tocando en pequeñas salas de concierto para interpretar exclusivamente nuevo material? ¿Vale la pena un riesgo así?
Eso no es ningún riesgo. Más bien, me parece atractivo. Tocar así, frente a una pequeña audiencia, es lo que te hace ser cada vez mejor. Los Beatles sabíamos eso. Siempre grabábamos en Abbey Road, Estudio 2. Sin embargo, para la grabación de Yer Blues hablamos de reducir el espacio, de estar cuerpo a cuerpo. Entonces nos metimos los cuatro en una especie de armario que tenía micrófonos y otras herramientas; un set de batería, amplificadores de cara a las paredes y un micrófono para John. Luego tocamos Yer Blues en vivo y salió muy bien.

Con respecto a tocar solamente nuevo material, eso ya es llevar la cosa un poco más lejos. De eso hablo cuando me refiero a los Beatles: surgían ideas así todo el tiempo. No me siento a pensar en ese tipo de cosas necesariamente. Esa, por ejemplo, es una nueva idea que acaba de aparecer. Tú la propusiste y de pronto nos la tomamos en serio.

En All Day, una de las canciones que tocaste junto con Kanye West, hay una sección de guitarra que compusiste originalmente en 1969 pero que no usaste en esa época. ¿Cuál es la historia detrás de ese tema?
Linda y yo habíamos tenido a nuestra primera hija, Mary. Linda se estaba recuperando y yo estaba sentado por ahí, comiendo papas y tocando mi guitarra en la clínica. Estaba haciendo tonterías. Había una pintura colgada que yo estuve mirando: era El viejo guitarrista ciego, de Picasso. El tipo sostenía la guitarra de esta forma [imita al personaje de la pintura], y se me ocurrió: “¿Qué acorde está tocando el viejo?”. Parecía como si solo estuviera tocando dos cuerdas. “¿Sabes qué sería tremendo? Componer una canción con solo dos dedos”. Y así compuse ese tema [toca la melodía].

Le conté a Kanye la historia. Le silbé la melodía. Su ingeniero de sonido lo estaba grabando todo y llenó la grabación con algunas cosas más. Kanye estaba coleccionando sonidos y objetos. Íbamos a sentarnos a componer una canción solo hablando y soltando ideas. Fue solo cuando grabamos esta canción, la de Rihanna [FourFiveSeconds] y Only One que lo supe. Me dije a mí mismo: “Ya entendí. Tomó lo del silbido”. Entendí que ese riff lo había convertido en un ritmo de hip hop. Amo esas grabaciones.

¿Te sentiste como un verdadero colaborador o como un simple acompañante?
Estás acostumbrado a estar presente durante todo el proceso de producción de una canción. Pudimos encontrarnos en el Beverly Hills Hotel durante algunas tardes. El único trato que hicimos con Kanye era que si la canción no funcionaba, no le diríamos a nadie. No conocía su manera de trabajar. Había escuchado muchas cosas, como: “Tiene una sala llena de gente trabajando en sus riffs y se pasea por ahí diciendo: ‘Ese me gusta’”. Me recordó a Andy Warhol, a esos artistas que usan a los estudiantes de pintura para cualquier trabajito pequeño. Es una técnica bien conocida. Lo único que pensé era que no sabía si iba a tener mi lugar en ese proceso, pero que de todos modos me iba a aventurar. No tenía muchas expectativas”.

¿Piensas que Kanye es un genio?
No ando usando esa palabra por ahí [risas]. Pienso que es un gran artista. Por ejemplo, escuché My Beautiful Dark Twisted Fantasy mientras estaba cocinando y pensé: “Esto es muy bueno. Es muy original”. Cuando nos pudimos contactar, supe que debía darle una oportunidad.

¿Escuchas hip hop más por placer o para mantenerte actualizado?
Se podría decir que lo escucho por razones educativas. Escucho mucho hip hop y a veces voy a conciertos. Quiero ir al concierto de Jay Z y Kanye cuando estén de gira. He visto a Drake en vivo. Es la música de hoy.

¿Te parece que es una música tan importante como la que hacías en 1966 y 1967?
La gente a menudo dice que el rock está muerto, que tuvo su momento como fuerza histórica. La historia dirá si eso es verdad. No me corresponde decir algo así. Sin embargo, pienso que es emocionante. Uno va a una discoteca y escucha alguna canción de hip hop, y definitivamente a la gente le gusta. No me gustaría comparar una grabación de hip hop con A Day in the Life. Para mí, es igual que el reggae: yo particularmente no siento que pueda tocar algo así. Le dejo todo el trabajo a Bob Marley, a la gente que representa y es esa música. Es lo mismo con el hip hop. Fue emocionante trabajar con Kanye, contribuir en All Day [sonríe]. Es el mejor riff del disco.

¿En tus colaboraciones con músicos más jóvenes como Kanye o Dave Grohl, has sentido el tipo de desafío que sentías con los Beatles, especialmente de parte de John? ¿Has sentido eso mismo en algún otro momento?
No. No creo que sea posible. En un punto uno se da cuenda de que hay cosas que nunca serán iguales. John y yo crecimos juntos, en el mismo ambiente y con las mismas influencias: conocía los álbumes que yo conocía, y yo conocía los álbumes que él conocía. También compusimos nuestras primeras canciones, inocentes, juntos. Cada año que pasaba, nos íbamos poniendo la ropa que estuviera de moda. Luego compusimos canciones que quedaran bien con la ropa de moda. Estábamos en el mismo punto, siempre en el mismo punto. Ese tiempo, esa amistad, esa conexión es irremplazable.

¿Hay gente a la que le puedas pedir consejo para una nueva canción o un nuevo álbum?
En materia de música, no. Me baso en la experiencia y en el conocimiento que tengo, en qué hubiera pasado con determinada canción si se la hubiera mostrado a los Beatles. Esa es mi forma de medirme.

¿Y en cuanto a la vida en general?
Tengo algunos buenos amigos. Lorne Michaels y yo somos muy cercanos. Siempre puedo tomarme un trago con él y podemos hablar de manera honesta. También tengo a mis familiares, a mi hermano y a mi esposa. Nancy es muy fuerte en ese sentido. Pero en cuanto a la música, no. Es muy complicado. Nadie puede igualar a John. Y John nunca pudo igualar a Paul.

Tu último álbum de estudio, New, fue un álbum bastante emotivo y positivo. Salió a la luz después de algunos álbumes más oscuros, o incluso más tristes, como Chaos and Creation in the Backyard. ¿Fue difícil componer después de la muerte de Linda y durante las dificultades personales que siguieron a esa pérdida? [McCartney se divorció de su segunda esposa, Heather Mills, en 2008].
El tema de New es Nancy. Nancy era lo nuevo en ese momento. Se trató de un despertar. Me hizo querer componer canciones positivas. La música es como un psiquiatra. Uno le puede contar a su guitarra cosas que no le podría contar a la gente. No obstante, hay un valor en las canciones tristes. Algo malo pasa y uno quiere reprimirlo, así que uno se puede descargar con la guitarra. Tengo algunas canciones muy fuertes preparadas para el próximo álbum. Son canciones que funcionan. Con la música uno puede hacer que la tristeza funcione. Así es el blues, un lugar en el que guardar tus cosas.

Tu hija más joven, Beatrice, cumplirá 13 este año. ¿Qué tan consciente está de tu historia?
Es chistoso. “Ah, sí, mi papá es famoso; qué aburrido”. No va más allá. Si mis hijos van a un concierto, dicen: “Me gusta Back in the U.S.S.R.”. O “¿Cuál fue esa canción?”. “Se llama All My Loving”. “Me gusta esa”. Entre más crecen, más se percatan. Cuando van a la universidad, los amigos les dicen: “Me gusta Ram”. “¿Qué es eso?”. “Es el álbum de tu papá”.

¿Cómo eres de papá cuando no estás de gira?
Mis hijos ya son adultos, a excepción de la más chica. Solo estoy la mitad del tiempo con ella por el tema de la custodia. Trato de que sea un momento divertido. Le hago el desayuno y la llevo al colegio. Hablo con los profesores y veo cómo le está yendo. Soy un papá común y corriente. Al final del semestre tomo un avión y vengo a los Estados Unidos a ser una estrella de rock.

¿Qué tan difícil fue estar pendiente de tu familia en los 70, cuando vivían en una granja con Linda?
Éramos muy cercanos a la cultura hippie. Los niños estaban desescolarizados. Les enseñé a escribir y lo disfruté mucho. Una vez que tuvieron edad para ir al colegio, contratamos tutores para las giras. Tenía que ir a los colegios y ver qué iban a ver ese semestre: geografía, historia, matemáticas, y organizar todo ese contenido estando tan presente como fuera posible. Logramos que funcionara. Linda y yo siempre decíamos: “Lo más importante es que tienen buen corazón”. Todos mis hijos tienen buen corazón y también son muy inteligentes.

Los hijos de los Beatles —los tuyos; Sean y Julian Lennon; Dhani Harrison, Zak Starkey— se han vuelto adultos fuertes y sensibles, y la mayoría son también músicos y tienen sus propias carreras. ¿Cómo hizo la banda más grande del mundo para ejercer la paternidad con éxito en medio de la locura y la fama?
Es por nuestras raíces de Liverpool. Tenemos familias muy fuertes. Mi familia era particularmente fuerte. La tía de John era estricta, creo que para bien. Ringo era hijo único pero su mamá y su papá eran muy buenos padres. El hecho de crecer en Liverpool, en ese ambiente obrero, le impide a uno pensar solo en sí mismo.

En mi familia siempre hubo niños. Siempre había un bebé para cuidar y me acostumbré a eso. John no tuvo que vivir esa misma situación, pero luego aprendió. Los cuatro crecimos con esas raíces y eso nos permitió hacer las cosas bien, pensar en nuestras familias. Teníamos un objetivo en común, una sabiduría común en cuanto a la vida y a la música.

¿Crees que alguno de tus álbumes ha sido subestimado? Cuando relanzaste Ram en 2012 fue muy alabado, pero cuando fue lanzado por primera vez en 1971 fue rechazado por la crítica.
Ese fue el álbum que se me vino a la cabeza ahora que hiciste la pregunta. Nunca he hecho la tarea de sentarme y repasar toda la lista de mis discos. Lo más parecido que he hecho es buscar canciones abandonadas para tocar en vivo, como Love Me Do.

Debe ser un momento extraño para ti: Eres lo suficientemente viejo para ver cómo algunos de tus álbumes fueron mal recibidos en un primer momento, y luego alabados décadas después.
Hago álbumes y, como un idiota, escucho lo que la gente dice sobre ellos. Un crítico del New York Times condenó a Sgt. Pepper cuando fue lanzado. Lo malo es que ese tipo de situaciones lo saca a uno de sus casillas. Le hace recordar a uno sus dudas cuando compuso tal canción. Lo que hacen ese tipo de críticas es dejar un tufillo a la música —una sensación de que las cosas no se hicieron bien—, y ese tufillo se queda pegado al cuerpo. Sin embargo, luego uno lo va superando. Hace un tiempo uno de mis sobrinos, Jay, dijo: “Ram es mi disco favorito de todos los tiempos”. Pensaba que ese álbum ya estaba muerto y que no iba a pasar nada más con él. Que ya estaba en el fondo de la basura. Lo escuché de nuevo. Me dije a mí mismo: “Claro, ahora entiendo lo que estaba haciendo en ese momento”.

¿Te decepcionó que tu último sencillo, Hope for the Future, no fuera un éxito?
Ya no intento averiguar cuál es la receta secreta del éxito. Es que es imposible hacerlo. Mira el caso de Pure, mi último álbum. Recibí una llamada y me dijeron: “Llegó al tercer puesto en listas. Eso está muy bien. ¿Cuántas copias se vendieron? 15,000”. Pensé que era un chiste. 15,000 copias vendidas no es una buena cifra.

No obstante, estoy consciente de que así es el negocio de la música hoy día, a menos que uno sea Rihanna o Beyoncé. Voy a sacar otro álbum, pero no me la voy a pasar pensando que voy a vender un montón de copias. Lanzaré el álbum porque tengo canciones que me gustan. Haré el mejor trabajo posible. La escena ha cambiado, pero ya no me molesta, porque doy lo mejor de mí. Igual todavía una canción como Mull of Kintyre se vende muy bien. Todavía puedo disfrutar de ese tipo de cosas. Es que no soy solo yo. Todos mis contemporáneos, que todavía hacen muy buena música, tampoco venden tanto porque las cosas han cambiado.

¿Sabes qué? Tuvimos el éxito en nuestras manos y fue de lo mejor.

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