domingo, 2 de diciembre de 2012

La era de Adele

La mayor historia del pop de nuestra época por dentro: La voz, la pasión y la composición de ‘21’. 
Por David Browne
Revista Rolling Stone


FOTO: Captura de Adele cantando Set Fire To The Rain en el concierto del Royal Albert Hall

“¡Quiero sonar cabreada!”, dijo Adele. Era el día después de los Grammy de 2010; aquella noche no ganó ningún premio pero eso no le impidió “celebrarlo”. Apareció en un estudio de Hollywood con resaca y “cabreada”, según Ryan Tedder de OneRepublic, con quien había quedado para componer un tema, quejándose de la forma en que sus amigas hablaban de ella por las cosas que contaba la prensa rosa. “Mis amigas leen toda esa basura sensacionalista y dudan de mí”.

“He oído que estás saliendo con tal y con cual, pero yo ni siquiera conozco a esos tipos”, le contaba el año pasado a Rolling Stone: “Es mentira”. “Quería agitar el sonido un poco”, recuerda Tedder, quien empezó a tocar una melodía con la guitarra inspirada en el riff que Jonny Greenwood hace en el tema de Radiohead I Might Be Wrong. Dice también que la frase “rumor has it” [corre el rumor de] surgió de la nada, a partir de ella y del riff construyó junto a la diva la base de un tema potente y malhumorado. Cuando al día siguiente se dispusieron a grabarlo, Adele –aún en fase de recuperación tras la fiesta de los Grammy– fue incapaz de llegar a su registro más alto. Aún así, clavó la voz en la primera toma. Un incrédulo Tedder se volvió al técnico de sonido. “¿Te sonó bien a ti?”, preguntó. “¿No desafinó ni una nota?”. Adele preguntó: “¿Quedó bien? Puedo repetirla otra vez”. “Adele, no había visto nada igual antes”, le dijo Tedder. “Ni había calentado la voz”, recuerda. “Su calentamiento consistía en hablar, reírse y cacarear”.

Tedder y otros muchos han aprendido que Adele, de 24 años, desmonta constantemente la definición actual de estrella del pop. Durante las sesiones de grabación bebió y fumó (de hecho, medio paquete al día haciendo el superventas 21). Habla abiertamente con la prensa sobre su vida privada, problemas de peso y lo mucho que le gusta beber buen vino. Grabó un disco completo con uno de los mejores productores del mundo que, casualmente por entonces, era también jefe de su sello, para luego desechar la mayor parte del material y quedarse con la versión más cruda de las primeras tomas. Ha rechazado millonarias ofertas para poner su nombre en productos de todo tipo o para tocar delante de exclusivas audiencias. Y en los conciertos, ella simplemente canta, sin Auto-Tune para corregir la afinación, ni bailarines con coreografías. Definitivamente, Adele no es una estrella de pop al uso.

“Mantiene esa actitud de ‘jódete’”, admite Jonathan Dickins, mánager de Adele desde 2006. ¿Un ejemplo? Cuando a Adele le cortaron el discurso al ganar un Brit Award, acabó sacándoles el dedo corazón a los organizadores. Entretanto, la carrera de Adele ha explotado. 21 lleva vendidos más de 9,7 millones de copias, y se ha mantenido en el Top 10 de los discos más vendidos durante más tiempo que Thriller. Es probable que a finales de año haya vendido 10 millones de copias, algo que sólo han conseguido 100 discos en toda la historia. En las décadas doradas de los 80 y 90, 21 probablemente habría vendido 20 millones de copias, la misma cantidad que la banda sonora de El Guardaespaldas de Whitney Houston, según Joel Whitburn, especialista en listas de éxitos. Además, 21 ha producido tres sencillos que han llegado al número uno y ha ganado 6 premios Grammy, entre ellos el de Mejor Disco, Mejor Grabación del Año y Canción del Año. Incluso ha fortalecido el CD, porque tres cuartas partes de las ventas de 21 han sido en dicho formato.


Es amada por todo el mundo, desde adolescentes perdidamente enamorados a artistas como André Benjamin de Outkast, que dedicó uno de sus versos en el tema de Drake The Real Her a Someone Like You. “Tuve Someone Like You en repetición durante al menos una semana”, dice Benjamin. “Ha capturado a la perfección el extraño espacio vacío que queda tras una ruptura”. Incluso la Reina del Soul es fan: “Hace mucho que no aparece una artista como Adele”, explica Aretha Franklin. “Carole King es la última persona que escribió el tipo de letras con las que las mujeres podemos identificarnos. Me encanta escuchar gritar a las chicas que vuelven del colegio eso de ‘¡We Coulda Have It All!”.

“Cada generación necesita a alguien como ella”, dice Tedder: “No teníamos ninguna”. Adele ha reescrito varias reglas del negocio –por ejemplo, acabar con el exceso de melisma de la pasada década. Adele incluso cuenta que hizo un rap tan desagradable que hizo palidecer a Lil’ Kim. Un ejecutivo que trabajó con ella la denomina “la Barbra Streisand punk-rock”. Tiene algo que llevamos mucho tiempo esperando: Es una diva del pop con un corazón de rock and roll.

Adele ya era una estrella cuando empezó a grabar 21 hace dos años y medio. Proveniente de un hogar destrozado –su padre les abandonó a su madre y a ella a la edad de 3 años– fue a la escuela BRIT a las afueras de Londres (una similar a Fiorello H. La Guardia de Nueva York, la misma que inspiró a la serie Fama), donde su profesor de música siempre la veía “sentada en un rincón escribiendo letras en una libreta de tapa dura”. Consiguió un contrato con el sello XL en 2006, después de colgar en MySpace una de las maquetas que hizo como trabajo escolar. Era tan joven que Nick Huggett, el cazatalentos que la fichó para el sello, recuerda que en la primera reunión quedó con ella y una amiga en una estación de metro de Londres. Florence Welch, de Florence and the Machine, compartió cartel con Adele en un pequeño club londinense cuando ambas estaban comenzando sus carreras. “Ella estaba allí con su bajo y su increíble voz”, recueda Welch. “Ya entonces, esa voz. Algo cambió en aquella sala cuando ella empezó a cantar. Verla fue un momento alucinante”.

El poderoso instrumento de Adele sonó por primera vez en su disco de debut 19, publicado a comienzos de 2008. Una exquisita mezcla de folk pop y soul británico (lo que hizo que la compararan con Amy Winehouse), el disco documentaba con detalle una temprana ruptura sentimental y era el trabajo de “una chica normal de Londres, llena de vida”, según Jim Abiss, uno de sus productores. Aunque 19 no fue un superventas en Estados Unidos, consiguió aparecer en el programa Saturday Night Live (y que una de sus canciones sonara en Anatomía de Grey), y acabaría llevándose dos Grammy al año siguiente. En la ceremonia, estaba tan abrumada por la emoción que empezó a sollozar. Neil Diamond, que estaba cerca de ella, le dio un abrazo reconfortante (y también empezó a enviarle cartas a través del sello que compartían, Columbia, “para darle un poco de ánimo”, recuerda Diamond).

Su segundo disco iba a ser diferente. Estando de gira por Estados Unidos para promocionar 19, el conductor de su autobús le introdujo en la música americana de raíces (se quedó impactado cuando ella le aseguró que no conocía a Garth Brooks). El nuevo álbum iba a ser más duro, más rítmico y valiente que 19. “Si escuchas la radio aquí, te das cuenta de que el tiempo es algo fundamental”, recuerda haberle comentado Steve Barnett, co-presidente de Columbia, a Adele en aquella época.

Adele empezó a colaborar con compositores externos, como Tedder, y el productor británico Paul Epworth –quien había trabajado con Babyshambles y Bloc Party– y el ex líder de Semisonic Dan Wilson. El plan era que ellos compusieran temas, grabaran maquetas y luego se las dejaran a Rick Rubin, que por entonces era uno de los jefes de Columbia, para que produjera la versión final de los temas. Las sesiones no pudieron ir más rápido. “No quería seguir manteniendo reuniones con los cazatalentos sobre ‘qué dirección tomar’ y ‘¿Cuál es el siguiente paso para convertirse en un artista que gana premios Grammy?”, le contó a Rolling Stone. “Sólo necesitaba ponerme a ello, no pensarlo demasiado”.

Casi desde el primer momento, las emociones empezaron a aflorar. En el estudio que Epworth tiene en el noroeste de Londres, (“un armario con altavoces”, según sus propias palabras), Adele llegó desconsolada: Acababa de romper con su novio, un fotógrafo llamado Alex Sturrock casi diez años mayor que ella. Epworth tocó “unos acordes de jazz en el piano”, y tras escucharlos durante una hora, Adele compuso los versos de Rolling In The Deep. “Mis canciones preferidas suelen decir ‘No quiero ni verte’, y él quería que yo tuviera mi propia canción de ese estilo”, recuerda Adele. En unas pocas horas ya habían compuesto y grabado una primera versión de Rolling In The Deep –una frase, comenta, que significa “tener siempre a alguien detrás de ti, a tu lado, que nunca nadie te haga daño porque siempre hay alguien que cuida de ti”.

Casi por la misma época, el productor británico Fraser T. Smith grabó una majestuosa maqueta basada en el piano de un tema nuevo, Set Fire To The Rain. Adele le dijo a Smith que el título estaba inspirado en la última pelea que tuvo con su novio: Ella acabó en la calle bajo una gran tormenta intentando encender un cigarrillo. Los productores tenían órdenes de no trabajar en exceso las canciones, ya que Rubin haría las tomas finales en California.



Cuando fue a visitar a Wilson a su acogedor estudio en Los Ángeles, Adele empezó a hablar de Wanda Jackson –la valiente reina del rockabilly que posteriormente sería resucitada por Jack White– y a ponerle a Wilson sus temas en el ordenador. En un momento dado, Adele, envuelta en “una especie de jersey de punto con bufanda”, empezó a hablarle a Wilson de su ruptura. “No le pedí detalles”, recuerda Wilson. “Ni siquiera le pregunté cómo se llamaba. Pero la mayoría de las cosas sobre las que hablamos acabaron en la letra de la canción. Está todo ahí”. “Ella salía cada 25 minutos a fumarse un cigarro”, dice Wilson riéndose. Cuando quedó terminada, la canción se llamó Someone Like You, una agridulce despedida a su ex novio. Al final de su segundo día de trabajo, ya habían acabado una desnuda versión de piano y voz; los horarios eran tan apretados que Adele tuvo que salir corriendo para una reunión con los jefes de su sello.

Para Adele, aquellas sesiones fueron catárticas. “Rompimos de mutuo acuerdo, y yo necesitaba desesperadamente escribir sobre ello”, dice, “porque no soy capaz de hablar sobre mis sentimientos con nadie. Ni con mi madre, mi terapeuta, mis amigas, ni siquiera conmigo misma en el espejo: soy incapaz de hacerlo. Siempre he escrito sobre mis sentimientos”.

Finalmente, en la primavera de 2010, Adele, Rubin y el grupo de músicos seleccionados por Rubin –entre los que se encuentran el teclista de The Roots, James Poyser, y el guitarrista Matt Sweeney (Zwan, Chavez, Bonnie ‘Prince’ Billy)– se encontraron en un estudio de Malibú para grabar las nuevas canciones de Adele. Durante dos semanas tocaron versiones de casi todas las canciones, incluida una versión estilo gospel de Someone Like You. Riéndose, fumando y charlando en los tiempos muertos, Adele dejó huella cuando llegó su momento de grabar. “La primera vez que hicimos Rolling In The Deep tuve que comprobar que era realmente ella a quien estaba escuchando por los cascos”, recuerda el antiguo guitarrista de Beck, Smokey Hormel, quien también formaba parte de la banda. “Sonaba como un disco en cuanto ella abrió la boca. Perfecto. Y cada vez que la repetíamos, mejoraba aún más. Era como: ‘¿Cómo es posible?”. Incluso grabaron una versión del Lovesong de The Cure, que Rubin había concebido para un proyecto  con Barbra Streisand.

El disco tenía que estar acabado, pero no lo estaba, al menos no en la cabeza de Adele. Cuando escuchaba los temas grabados por Rubin, sentía como si faltara algo: La emoción al descubierto en las primeras versiones de Rolling In The Deep, Someone Like You, Rumour Has It y Set Fire To The Rain. “Es complicado recrear esas emociones nueve meses después”, dice Epworth. Al final, tomó una difícil decisión: Descartar casi todas las grabaciones de Rubin, quedándose sólo con cuatro de ellas, reemplazando el resto por las antiguas. “Demostró mucha valentía”, dice Abbiss, quien recibió una llamada de Adele cuando acabaron las sesiones con Rubin. “Ella quería volver a capturar la sencillez de las primeras tomas”. Acabaron Take It All y Turning Tables en menos de una semana, en la fecha límite.

Rubin admite haberse quedado de piedra con la decisión de Adele. “Me sorprendió porque ella había dejado muy claro que quería que sonara de una forma determinada”, explica. “Que el disco tuviera el carácter sólido y uniforme de una banda, un grupo tocando a la vez en la misma habitación. También entendí que ella llevaba mucho tiempo escuchando las maquetas, y esa familiaridad puede acabar imponiéndose a todo lo demás”. Rubin compara la situación a su primera experiencia con Johnny Cash. “Pasamos mucho tiempo grabando maquetas y, después, intentamos grabar los temas de formas distintas”, recuerda, “pero al final decidimos que las maquetas fueran el disco”. 21 suena unificado de todas formas: Un disco producido y arreglado casi a la perfección, deslizándose constantemente entre una enojada indignación y una emocionante ternura, baladas tejidas al piano y un R&B retro, contundentes ritmos y una desnuda intimidad.

Dickins dice que Adele protegió especialmente Someone Like You. “Fue absolutamente rotunda, más que nadie: Tenía que ser un tema lo más sencillo posible”. Tanto Rob Stringer, director ejecutivo de Columbia, como Barnett no escucharon nada de 21 hasta que no estuvo acabado. Mientras escuchaban el disco en casa de Dickins, Louis, el perro de Adele, no paraba de subirse encima de Stringer. Si éste lo hubiera escuchado atentamente, podría haber oído a Louis: El perro salchicha estaba aullando en el regazo de Adele mientras grababa Set Fire To The Rain.

Tan pronto como ‘21’ estuvo terminado, en verano de 2010, Adele y Columbia se esforzaron en que se generase la máxima expectación. En un concierto para una feria de la industria en Los Ángeles, ella cantó varias canciones para una pequeña audiencia entre la que se encontraba Zach Galifianakis y varios ejecutivos encargados de licenciar canciones para el cine. Uno de ellos escogería Rolling In The Deep para el tráiler de Soy el número cuatro, de manera que consiguió que la exposición del sencillo fuera masiva en Estados Unidos. Con su terrenal rugido y su ritmo primario –Epworth dice que Adele golpeaba el suelo de madera de su estudio con sus zapatos Chanel– Rolling In The Deep conectó con el público con inaudita rapidez. “Cuando realizamos pruebas de escucha, la gente sólo necesitó oír 10 segundos del tema para que les gustara”, recuerda JB Wilde, antiguo director de programación de la radio de pop de Atlanta Wild 105.7. “Lo habitual es que la gente necesite escuchar cientos de veces una canción para que se familiaricen con ella”. Gracias al primer sencillo, 21 vendió 352,000 copias en su primera semana, en Febrero de 2011.


Todo el mundo sabe lo que vino después: Varios sencillos que llegaron al número 1, premios, conciertos con entradas agotadas por todo el mundo y la omnipresencia de su música, de la que incluso llegó a hacerse un vídeo viral en YouTube llamado Shit Adele Says, una brillante sátira de su imagen de chica trabajadora del pop. Un año después de su publicación, 21 sigue despachando 20,000 copias por semana; otros publicados en la misma época, como los de Avril Lavigne y R.E.M., hace tiempo que han desaparecido de las listas.

Tras una década de glamurosas divas, Adele ha recuperado la imagen de la diva real, accesible.Los fans no sólo se identifican con las desgarradas emociones de sus canciones; también lo hacen con su imagen de chica de talla media que habla con el público en los conciertos entre tema y tema, y que se mofa de su aspecto un poco desaliñado. “Sería incapaz de bailar para salvar mi vida”, le dijo al público en Nueva York. “Todo suena auténtico si lo dice ella”, dice Santigold, que ha hecho una versión del tema del disco 19, Hometown Glory.

“He leído algo interesante por ahí: ‘¿Tendría Adele tanto éxito si no vistiera una talla grande?”, le contó Adele a Rolling Stone, reflexionando sobre la atención que a veces se le dedica a su figura. “No sé si lo tendría. He intentado ir al gimnasio. No me gusta. Me gusta la buena comida y beber buen vino. Pero incluso si tuviera una figura más delgada, no creo que enseñara las tetas ni el culo. No uso mi cuerpo para vender discos”.

Tal vez a pesar de ella misma, la vida de Adele ha sido el alimento perfecto para la gran época del sensacionalismo. Comenzando con 19, que detallaba el comienzo y el final de su anterior relación, ha contado su vida en sus canciones. Sus buenos y malos momentos –su ruptura, sus problemas con las cuerdas vocales, las dificultades de su relación con su padre, quien vendió su historia a los medios – la convirtieron en un reality show andante. “Soy la reina del drama”, le contó a Rolling Stone. “La gente siente que les habla directamente a ellos”, dice Wilson. “Y siempre van a publicar un reportaje sobre cualquier aspecto de su vida”.

Al mismo tiempo, Adele ha desaparecido durante meses, algo raro para una estrella de su magnitud. En parte, tal ausencia se ha debido a razones médicas: Debido a la hemorragia en las cuerdas vocales que la obligó a pasar por el quirófano el otoño pasado, Adele tuvo que cancelar una enorme gira por Estados Unidos en 2011. Y la posibilidad de hacer otra gira en 2012 se esfumó después de que ella y su novio, el cofundador de la institución benéfica Drop4Drop, anunciaran este verano su embarazo.

Intencionadamente o no, su relativa ausencia ha conseguido algo inusual en el pop del siglo XXI: Un halo de misterio que ha centrado el foco en su música. Hace unos años, especialmente en la era anterior a Internet, los artistas de pop no estaban constantemente delante de nuestros ojos. No les veíamos en anuncios y en televisión. Sabíamos cómo eran, pero les asociábamos sobre todo con sus canciones y discos. Adele recupera la atmósfera de aquellos días, y no sólo por su peinado a lo Dusty Springfield. “Sabe que menos es más”, dice Stringer, añadiendo con un leve suspiro, “es gratificante tener la certeza de que aún se puede llegar a la gente sólo con el poder de la música”. 

El halo de misterio de Adele depende de ella misma. A finales de año tendrá al bebé, y todo se parará por un tiempo. Dickins dice que Adele podría estar trabajando en nuevos temas en casa, pero no puede asegurarlo. Epworth estuvo con ella hace poco en Londres y llegó a la conclusión de que un nuevo disco no está dentro de sus prioridades. “Me da la sensación de que la idea de hacer un disco no está en su cabeza ahora mismo”, dice. Tedder le ha enviado algunas nuevas ideas para canciones pero tampoco está seguro de qué pasará con ellas. Y mientras lees esto, Adele estará presente en las pantallas de todo el mundo por cantar el tema central de la nueva película de James Bond, Skyfall, compuesto junto a Paul Epworth. Sobre la canción, grabada en Abbey Road y tocada por una orquesta de 77 instrumentos, Adele ha declarado: “Dudé un poco al principio, pero el guión me encantó, y Paul tenía unas ideas fantásticas. ¡Cuando tenga 60 años podré decir que yo también fui una chica Bond!”.

En otras palabras: la continuación de uno de los mayores éxitos de la historia reciente del pop se hará esperar –Dickins supone que al menos hasta 2014– en un momento en el que los tiempos muertos entre disco y disco están vistos como un suicidio comercial.“Ella decide cuándo y dónde”, dice Barnett, de Columbia, tan alegremente como puede. “Y es sólo decisión suya”. Por el momento, Adele no dice nada, pero como declarara a Rolling Stone el año pasado: “Estoy encantada de ser yo, y quiero creer que le gusto a la gente porque me siento feliz conmigo misma y no porque no soy de las que se conforman con cualquier cosa”. 

Algo que suena bastante punk rock.

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