lunes, 17 de septiembre de 2012

Especial música británica: los diez discos más importantes de los 00

Llegamos a los años 2000, y con esta década damos nuestro repaso a los álbumes que han marcado la historia musical de Gran Bretaña. En estos primeros diez años, la convivencia entre distintas generaciones y el nacimiento de nuevas bandas de estadio han sido la tónica dominante.
Revista Rolling Stone



En términos de ‘inglesismo’, The Libertines, quizá sea la banda más importante del siglo XXI. Fueron solo dos discos, pero su carisma, la identificación que lograron con su público y su propuesta musical, a la vez ilustrada, garajera y nostálgica, interpretada muchas veces con prisa y brusquedad y sin demasiado virtuosismo, se ganó un sitio entre esos mitos breves como The Smiths.
 
También aparecieron a principios de década Muse, Coldplay y Franz Ferdinand, bandas jóvenes que se volvieron grandes muy pronto y supieron –han sabido– mantenerse arriba, sobre todo las dos primeras. Pero los que se han mantenido a lo grande han sido veteranos de otras décadas como Paul Weller, Damon Albarn y PJ Harvey, músicos que no sólo no han perdido pie con el paso de los años, sino que en esta década (y pico) han entregado obras a la altura de lo mejor de su carrera.


1. Radiohead: Kid A (2000)
Por extraño que parezca, el éxito absoluto de Ok Computer (1997) sentó como una bomba en el seno de Radiohead. Les entró (sobre todo a Thom Yorke) el pánico. Deseando escapar de etiquetas y de su propio estatus, tras muchas pruebas, idas y venidas, bocetos tirados a la basura y canciones mil veces regrabadas, los de Oxford fueron donde nadie les esperaba: más lejos. Cogieron el sentimiento de alienación de Ok Computer, le quitaron la melodía, la épica, casi las guitarras y todo el amor, y dejaron que la incomprensión, la extrañeza y la soledad que sentía la banda se tradujeran en un álbum descorazonador, desesperanzado, helador.
 
CANCIONES:Everything in its Right Place, The National Anthem e Idioteque

 
2. Muse: Origin of Symmetry (2001)
A ambiciosos nadie les gana a Muse, y este fue su primer gran puñetazo en la mesa, un segundo álbum que dejaba claro desde el principio (las cargas explosivas de New born) que el trío de Devon iba con todo: la angustia existencial de la voz de Thom Yorke, la guitarra y bajo metalero al estilo Rage Against the Machine, los acordes siempre ascendentes hacia el infinito de la música barroca, las complejas estructuras del rock progresivo... Todo -incluso una versión del Feeling Good que popularizó Nina Simone- cabía en el excesivo, acelerado y excitante Origin of Symmetry, una declaración de guerra con un solo objetivo: conquistar el mundo. Y lo consiguieron.

CANCIONES:Plug-in Baby, Feeling Good y New Born
 
 
3. Coldplay: A Rush of Blood to the Head (2002)
Cuando arrancaron su actuación de Glastonbury 2002 a todo trapo con Politik, borraron de un plumazo todo lo que de timorato y educado había tenido su inflado álbum de debut (Parachutes, 2000). Politik abría la paleta a un sonido más duro, aunque la mayor parte de grandes canciones del álbum siguieran siendo guiadas por el piano (The scientist, Clocks…), más firme y seguro. Donde Coldplay dieron el paso de gigante fue al aceptar el reto de convertirse en la nueva gran banda de estadio, en los nuevos U2. La tarea era difícil, la respuesta sobresaliente.

CANCIONES: Politik, The Scientist y A Rush of Blood to the Head
 
 
4. The Libertines: Up the Bracket (2002)
El momento histórico exigió que se saludara a Libertines como una respuesta patria al nuevo-viejo sonido que llegaba desde EE UU, pero lo que restauró la banda de Pete Doherty y Carl Barât fue el sonido de los primeros Clash o The Jam. Inyectaron en la escena británica fe, energía, orgullo, caos –sublimado en sus llamados “conciertos guerrilla”, que sucedían de repente en bares o apartamentos– y su obsesión por una Inglaterra idealizada (Albion), contada con guiños tanto a Ray Davies como a Morrissey o a William Blake. Aunque su imagen quedara empobrecida por su decadencia, su corta y audaz vida (dos discos) se recordará siempre.

CANCIONES: Time for Heroes, Boys in the Band y Up the Bracket
 
 
5. The Streets: A Grand Ddon’t Ccome for Free (2004)
Alejado de las filosofías de los que sólo tienen ego, Mike Skinner se mudó a Londres para beber ska, rap, garage, y pop, sin prejuicios y a granel, y sacudir, porque le pillaba de paso, la Inglaterra de principios del siglo XXI. Mezclando ingenio, fútbol, cajeros automáticos y desencanto (tanto si te han partido la cara como el alma, A Grand Don’t…. sirve de Placebo), Skinner retrató en su segundo disco a la juventud británica de una manera sorprendente, creando escuela más allá del género. Que le pregunten a Alex Turner. ¿Producción? Sencilla y con armonías directas. Bingo.

CANCIONES: Not Addicted, What is he Thinking o Dry Your Eyes
 
 
6. Amy Winehouse:Back to Black (2006)
Tras el debut, Amy decidió regar su vida con vodka. Una rehabilitación mediante, reapareció musicalmente con Back to Black, el disco que la catapultaría a la cima de la música mundial y a la portada de Rolling Stone, vendiendo un millón de copias en un verano. Con una lujosa producción (obra de Salaam Remi y de Mark Ronson), el álbum devolvió a la actualidad y a la vida ese sonido negroide y pop de las bandas de chicas de la Motown. Las letras, sin escrúpulos y con el sentimiento al borde del abismo (soul, que se dice por ahí), afirmaban la personalidad de una artista única: “We Only Said Goodbye with Words/ I Died a Hundred Times”. La ciento uno llegó, lamentablemente, cinco años después.

CANCIONES: Rehab, Black to Black y Unholy War
 
 
7. The Good, The Bad & The Queen: The Good, The Bad & The Queen (2007)
Desde el final de Blur, todo lo que se sabía de Damon Albarn era que vivía, y muy bien, de dibujo animado en Gorillaz. Pero el cronista de la corte que Albarn lleva dentro salió del armario para firmar –junto a Paul Simonon de The Clash, Simon Tong de The Verve y el batería de Fela Kuti, Tony Allen– una obra-concepto sobre la decadencia social, política y moral del Londres del siglo XXI, el reverso tenebroso –o llamémosle adulto– del Parklife de Blur –referido en cierta manera en la canción Green Fields–. Producido por Danger Mouse, el álbum homónimo de The Good, The Bad & The Queen se las ingeniaba –la portada sobre el gran incendio de Londres en 1666 era sugestiva– para sonar a la vez moderno y retro, político e intimista. Una obra maestra.

CANCIONES: History Song, Kingdom of Doom y The Ggood, The Bad & The Queen
 
 
8. Paul Weller: Wake Up The Nation (2010)
Por muchos bandazos o anquilosamientos que hayan perjudicado su carrera en momentos puntuales, Paul Weller siempre ha demostrado tener la capacidad de resucitar cuando nadie lo espera. Ya apuntó nuevas direcciones en el doble 22 dreams (2008), pero con Wake Up The Nation dio en la diana tan de lleno que todavía parece un espejismo. Nervio, agitación, inconformismo, vanguardia, melodías grandiosas, eclecticismo, arenga social, Paul Weller desplegó en su mejor disco en solitario, gracias a la libertad que le dio –y exigió– Simon Dine en la producción, toda la paleta que había ido perfeccionando en más de treinta años de carrera.

CANCIONES:Andromeda, Find the Torch/Burn The Plans y Aim High
 
 
9. PJ Harvey: Let england shake (2011)
Visto con distancia, sólo a partir de White Chalk (2007) podía pensarse que PJ Harvey albergara emociones tan profundas sobre su país, y que éstas fueran a motivar un álbum de semejante envergadura como Let England Shake. Con letras insuperables que remiten a lejanas batallas y territorios míticos de la historia –sobre todo bélica– británica, como Dover, Dunkerque y Galípoli, mezcladas con metáforas atemporales sobre el estado de la nación y los sentimientos de la autora hacia ella, el esfuerzo de PJ Harvey, arriesgadísimo, resultó un monumento musical digno de admiración. Una de las obras cumbre de toda la música ideada en el siglo XXI.

CANCIONES: The Glorious Land, England e In the Dark Places
 
 
10. Arctic Monkeys: Suck it and See (2011)
Con cada nuevo disco que han grabado, Arctic Monkeys han dado más motivos para desmentir que “el bueno era el primero”. No están en esa liga, no se puede seguir mirando hacia atrás en el catálogo de un grupo que no para de mirar hacia delante y que refleja en cada nuevo paso –incluyamos el proyecto paralelo The Last Shadow Puppets– ambición de llegar a más. Guiados por el superdotado Alex Turner, Arctic Monkeys han logrado con Suck it and See su álbum más maduro, el mejor escrito –y eso es mucho decir– y el mejor tocado de todos los que han hecho; la peculiar manera de trenzar los versos de Turner con las frases guitarra alcanza aquí su máxima expresión. Lo bueno, en cualquier caso, es que es casi seguro que lo superarán en breve.

CANCIONES: She’s Thunderstorms, Piledriver Waltz y Suck it and See
 

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