domingo, 12 de octubre de 2014

Heavy y gay: Sólo para entendidos

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Fuente: Rolling Stone
Cuero, tipos musculosos, torsos desnudos… Podría ser porno homo o una portada de rock duro. Pero el metal no es ‘homofriendly’. “Se esconde la homosexualidad”, dice un periodista; “Somos bichos raros”, recalca un músico. Hay debate entre gays y metaleros.

A mediados de los 80, Judas Priest vendía millones de discos, llenaba grandes pabellones hasta en la ciudad más olvidada de Estados Unidos y su vocalista, Rob Halford, con su rango vocal de cuatro octavas, era conocido como “The Metal God” (el dios del metal). Miles de padres se echaban las manos a la cabeza por sus canciones épicas y agresivas, mientras sus hijos coreaban con el puño en alto los estribillos sobre traición, venganza y triunfo de estos héroes de clase obrera, de Birmingham (Inglaterra).

De puertas adentro, sin embargo, los sentimientos eran menos liberadores y poderosos. “Después de los conciertos, mientras mis compañeros se tiraban a groupies, me quedaba solo en el hotel, con la única compañía de mi mano derecha”, cuenta este vocalista en Louder than hell: The definitive oral history of metal, historia coral del rock duro. “La homosexualidad de Rob fue el secreto peor guardado del heavy”, recalcan sus compañeros de grupo. Entre fotos con actrices porno y poses de tío duro, exageradas hasta lo cómico, sus preferencias sexuales quedaron escondidas. Y cuando su novio se pegó un tiro delante de sus narices, en un arranque de celos, el drama se silenció. Como en las buenas familias.

Rob Halford salió del armario en febrero de 1998. “He sido gay toda mi vida”, declaró a MTV. La noticia no causó gran revuelo. Para entonces, hacía tiempo que el heavy no llenaba estadios, ya no era el cantante de Judas Priest y, fuera de nichos especializados, su carrera en solitario interesaba poco. “Su autenticidad ya no podía ser cuestionada”, señala el sociólogo Keith Kahn-Harris, en Extreme metal: Music and culture on the edge. Porque, si hay un género musical en el que la credibilidad es determinante, ese es el metal. Y la homosexualidad ha brillado sorprendentemente por su ausencia entre estrellas duras, embutidas en cuero y con sus pechos al descubierto.

“Los grupos heavies son como las boy bands: se protege la sexualidad de sus miembros, para no perder público. No por la niñas, claro, sino porque el 99% de los seguidores son hombres heterosexuales”. Lo explica Sergi Ramos, barcelonés de 30 años. Es gay y lleva desde 2002 al frente de The Metal Circus, portal de referencia en sonidos duros, en ese país. Es una rara avis: no conoce apenas otros homosexuales en los ámbitos heavies españoles, en los que se ha movido desde la adolescencia. “Siempre lo he llevado de manera abierta. Mi novio se ha venido seis veces a ver Iron Maiden. Pero el mundo heavy es muy machista”, explica.

Habla con ironía y precisión: “Vete a un festival de heavy: la regla de que en un grupúsculo un 10% es gay, ahí se reduce a un 2 ó 3%”, recalca este joven en buena forma, con pelo corto, vestido con camisa de cuadros y bermudas, entre trago y trago de un batido, en una hamburguesería en Chueca, el barrio gay de Madrid. Asegura que sólo se pone camisetas negras de grupos cuando va al gimnasio y que su lado rockero no interesa demasiado en los círculos gays no interesa demasiado: “Si digo que llevo una web heavy me preguntan: ‘¿Y eso se baila?’. No, no se baila”.

Manowar: taparrabos, aceite y mucho cuero. 

Pero en una ocasión quiso acercar los dos mundos. Este periodista especializado en metal cuenta cómo intentó cerrar una entrevista con Rob Halford para una revista gay. Su intención era plasmar una distendida charla entre homosexuales. Se encontró con meses de largas y evasivas. “Al final le lancé la pregunta en un encuentro por otro tema. A él le daba igual hablar de ello; a quien le importaba era a su mánager, su marido”, revela.

Sebastian Bach, de Skid Row, con la camiseta que reza “El sida mata a los maricas bien muertos”.

El heavy metal debe mucho a la cultura gay. Los miembros de Kiss recuerdan que en sus primeros días, a principios de los 70, compraban sus ropas, excesivas y sexuales, como ningunas hasta entonces en el rock, en el West Village, el barrio homosexual de Nueva York. El mismo Halford lo frecuentó aquella década y, de hecho, se inspiró en sus garitos para introducir el cuero apretado y las tachas en la imaginería de Judas Priest. Pronto se convirtieron en distintivos del rock duro.

“Compara el vídeo porno homosexual más recalcitrante y una foto de Manowar, no sé qué es más gay”, plantea Sergi. Los tipos musculosos y las posturas de macho alfa son habituales en el imaginario del heavy, pero esta música no se ha distinguido como homofriendly, precisamente.

“Si quieres comerte una polla, no tengo ningún problema, pero no tengo por qué saberlo”, dijo Kerry King, de Slayer, sobre la salida del armario de Halford. No es ni mucho menos la única perla homófoba de una estrella metalera: Sebastian Bach, de Skid Row, incendió la MTV por lucir una camiseta con el lema “AIDS kills fags dead” (“El sida mata a los maricas bien muertos”); Axl Rose, de Guns N’ Roses, canta que “los inmigrantes y los maricones no tienen ningún sentido”, en One in a million; Phil Anselmo llamó “negratas y mariconazos” a no se sabe muy bien quién, borracho perdido, en un concierto de Pantera…

Aunque la homofobia más atroz en la historia del rock se manifestó lejos de cualquier capital musical, en Lillehammer, pequeña ciudad en el interior de Noruega. La noche del 21 de agosto, de 1992, Bård Guldvik, batería de la banda Emperor, asesinó a un señor homosexual, en un apaciguado parque. “Se acercó y obviamente era un gay borracho. Cuando me dijo que le acompañara al bosque, ya había decidido que lo iba a matar”, contó tras ser detenido. El joven de 18 años apuñaló el estómago y pateó la cabeza de la víctima, de 37 años. Enseguida, este adolescente desequilibrado se convirtió en un héroe en los cerrados círculos en que se movía, el black metal, la rama más extrema y sucia del metal, que nació como un mejunje de satanismo, nazismo y, efectivamente, homofobia.

Drew Daniel, de Soft Pink Truth, ha grabado un disco de covers de black metal en clave house gay. 

Con los años, este estilo se ha abierto y llegado a millones, con su potente y morbosa estética por bandera (marcada por su endemoniado y tosco maquillaje, en blanco y negro). Entre sus adeptos más eruditos está Drew Daniel, canadiense de 43 años, profesor de inglés en la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore (Estados Unidos), productor y veterano de la música electrónica que forma parte del dúo Matmos (colaboradores de Björk en algunos de sus álbumes). Y gay.

“Se ha glamourizado mucho aquel crimen. Lanzó a un grupo [Emperor] pero no quería dejar de recordar su trasfondo homófobo”, explica a Rolling Stone, sobre por qué ha dedicado su reciente álbum Why do the heathen rage?, de su proyecto Soft Pink Truth, a Magne Andreassen, aquel hombre brutalmente asesinado, hace 22 años. Su propuesta es atípica y casi provocadora: versiona a pioneros del black metal (Darkthrone, Mayhem…), en clave house y con un barniz gay.

“Es para quienes escuchan música de manera intelectualizada, para los fans del black metal no soy más que un marica”, explica. Aunque lo cierto es que aún no se ha expuesto al público metalero más radical: “Me han propuesto participar en un festival con bandas de este estilo, pero no sé si me atrevo”, dice, medio en broma, medio en serio. Motivos para estar asustado no le faltarían: en la historia de este movimiento hay quemas de iglesias, asesinatos entre músicos o suicidios en honor a Satán. Y un nombre destaca por peligroso: Gaahl, cantante de Gorgoroth, que se hizo famoso por secuestrar, torturar y beber la sangre de un hombre, en 2002.

Gaahl, de Gorgoroth, sorprendió al declararse gay en 2008

Los foros especializados echaron humo cuando Kristian Eivind Espedal, el verdadero nombre de este imprevisible músico, salió del armario, en noviembre de 2008. “Nunca he pretendido mantenerlo oculto”, dijo en una entrevista con la revista alemana Rock Hard. Pero a más de uno le costó encajarlo: el mismo que actuaba cubierto de sangre, con el escenario lleno de cerdos desollados y monjas crucificadas, resulta que tenía una relación con un diseñador de 19 años. Su decisión le costó más de una amenaza y acabó desvinculándose profesionalmente del metal. 

¿Se puede decir que el metal tiende a ser homófobo? Generalizar es necio y más en un género que, entre lo comercial y el underground más oscuro, se ramifica en decenas de subgéneros: hay thrash metal, speed metal, death metal, melodic death metal, power metal, metal core, post metal, progressive metal, nu metal, viking metal… Incluso, existen etiquetas tan especializadas, como el metal cinemático, el ecológico o incluso el cristiano. Pero, ¿qué pasa con el homo metal?

“Me suelen decir que fui el primero, y el único, que ha definido con orgullo su música como queer metal [metal marica]”, responde Ben Aqua (32, Estados Unidos), a Rolling Stone. Este diseñador y músico afincado en Austin, habla de Assacre, su proyecto de heavy gutural, técnico y homo, en el que toca todos los instrumentos y cuyo tema más escuchado en Spotify se titula Gayer than god (Más gay que dios). Se define sexualmente como “#gaylien” y su Facebook tiene, en el momento de escribir este reportaje, 301 likes. Su propuesta no pasa de la anécdota.

En otros géneros musicales determinados por la fidelidad, la autenticidad y la tradición esto no sucede. En el punk, lo gay ha impregnado el discurso de numerosas bandas, durante décadas: Big Boys y Dicks irrumpieron en los 80 como homosexuales declarados, en la conservadora Texas; en el movimiento Riot grrrl ha habido numerosas integrantes lesbianas… Y entre raperos, donde tampoco faltan posturas homófobas, sucede tres cuartos de lo mismo y el hip hop gay crece desde los 90 (Angel Haze o Big Dipper son ejemplos más recientes).

“La comunidad del metal se construye sobre extremos opuestos: lo ultra liberado y lo profundamente conservador se entrelazan en una realidad oscura y compleja”, reflexiona la cabeza de Assacre. Drew Daniel le da la vuelta a la tortilla: “Si eres gay te dicen que tienes que seguir a Madonna, Beyoncé y Britney Spears. Muchos se pueden sentir como bichos raros por escuchar esta música”. Ahora quizás no se trate tanto de una cuestión de homofobia, como de desinterés, apunta Sergi Ramos. Y señala: “Las cosas están cambiando. Muchos saldrían del armario si se les preguntara”, dice.

Probablemente, Rob Halford les daría más de un consejo a estos últimos: a sus 62 años, sus sobrehumanos agudos vuelven a resonar junto a Judas Priest en Reedemer of souls, el reciente álbum de la banda británica. “Viajando solo te haces daño y hay que coger el toro por los cuernos”, desgañita, en inglés, en el tema Hell & back, en este disco. ¿Se referirá al infierno de vivir en un armario?

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